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Decidir por un futuro de lucha social. Por Juan Carlos Gómez Leyton

La historia es nuestra y la hacen los pueblos
Salvador Allende G.

“ganáremos nosotros,
los más sencillos, ganáremos,
aunque tú no lo creas,
ganáremos”
Pablo Neruda

Hoy domingo 4 de septiembre como era habitual en la vieja democracia y como ha sido tradicional en Chile desde el siglo XIX a la actualidad, las y los ciudadanos asistirán, desde Visviri, en el Norte, a la Villa de Las Estrellas, en la Antártica, al final del mundo, a uno de los miles de locales dispuestos por el Servicio Electoral de Chile, para que depositen un papel, el cual, transformado en un “voto” tendrá impreso la trascendental pregunta: ¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional? Ante la cual las y los ciudadanos deberán marcar: Apruebo o Rechazo. Por cierto, algunxs podrán marcar las dos alternativas con lo que el voto será nulo, u otro lo dejarán en blanco. Obviamente, como se estipula en las normas y reglas electorales solo las opciones Apruebo o Rechazo tendrán validez política y serán vinculantes, o sea, obligarán a las autoridades políticas como a las y los ciudadanos a acatar la decisión de la soberanía popular. Al final del día, al atardecer, como también ha sido tradicional y habitual sabremos los resultados. Los medios de comunicación, especialmente, la televisión, dirán que ha sido un gran gesta cívica y que la democracia ha salido fortalecida, independientemente, de cual sea la opción ganadora. Todos, sabemos, que la gesta electoral del 4 de septiembre solo es una batalla más de la constante lucha política y social que las ciudadanías, sobre todo, las populares y subordinadas libran en contra de la clase y las elites dominantes. De ninguna manera ni la historia ni la lucha de clases dependen del resultado que se registre en las urnas. Ni tampoco el capitalismo dejara de explotar ni devastar la vida humana como a la naturaleza. Menos que los millones de hombres y mujeres al día siguiente no dejaran de salir a trabajar como lo han hecho durante toda su vida. La vida cotidiana, por cierto, seguirá fluyendo. Pero, esa vida, será muy distinta y se percibirá de manera diferente dependiendo de cual sea el resultado que se produzca. No es lo mismo que gane el Apruebo o que gane el Rechazo. En efecto, no son lo mismo. Si lo fueran, las y los ciudadanos no debieran concurrir a las urnas y depositar su decisión. Una elección siempre es una decisión por opciones distintas. Esa es la gracia de las elecciones en las democracias. Aunque las opciones pueden ser muy similares, semejantes o parecidas hay matices o aspectos que hacen la diferencia. Entre el Apruebo y el Rechazo, hay muchas diferencias, que son importantes de resaltar al momento de tomar la decisión. Muchas de ellas son éticas, políticas e ideológicas. Desde el punto de vista ético-político una opción se elaboró y se sostuvo sobre la violación sistemática de los Derechos Humanos de miles de chilenas y chilenos. La Constitución Política de 1980/2005 fue escrita por un grupo personas que tenían sus manos manchadas de sangre y en sus consciencias la muerte, la desaparición forzosa, el exilio y la tortura de miles y miles de hombres, mujeres, niñas y niños que solo habían creído y hecho suya la idea de que la democracia es el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Esa Constitución se ha mantenido, durante 42 años, en nuestra sociedad y, por esa razón, son cientos las y los chilenos que siguen esperando aun saber donde estas los detenidos desaparecidos. Por esa razón la nueva propuesta de Constitución, elaborada por 117 de ciudadanxs convencionales, excluyendo las y los 37 convencionales de la derecha y partidarios por la continuidad de la Constitución de 1980, se ha escrito para la defensa y preservación de la vida humana, no humana (animales) y de la Naturaleza. De allí que éticamente es superior a la que se busca derogar. Además, la nueva Constitución se construye teniendo como objetivo que nuestra sociedad pueda enterrar y despojarse de todo tipo de racismo, discriminaciones, fobias y otras lacras de prejuicios sociales que las y los chilenos han desarrollado a lo largo de una historia oscura de hombres y mujeres infames en contra de otros y otras solo por ser distintos, por tener un color de piel oscura, el pelo ensortijado o labios gruesos u ojos achinados, u otra opción sexual o de género que las culturalmente aceptables, o solo por ser mujeres, etcétera. Chile ha sido desde siempre un país autoritario, racista y discriminador, en respuesta a esa amarga historia, las, los y les convencionalistas elaboraron una Constitución que busca instalar nuevos reconocimientos y derechos sociales y culturales que hagan posible la convivencia de todas, todos y todes. Ninguna Constitución había sido escrita con esa perspectiva de integración e inclusión, lo dominante era la concepción patriarcal y racista de la cultura católica occidental- Tal vez, pasaran muchos años y décadas para que los chilenxs asuman ese cambio cultural, pero este es el primer paso. Eso es ya un motivo suficiente, para dejar en el tacho de la basura histórica la Constitución de 1980. Hoy 4 de septiembre de 2022, a diferencia de ese 4 de septiembre de 1970, cuando triunfó el proyecto popular, socialista y revolucionario de la Unidad Popular y del presidente mártir Salvador Allende G., en el cual se disputaba la posibilidad de construir socialismo y dejar atrás al capitalismo. La actual disputa no es entre socialismo y capitalismo ni siquiera entre neoliberalismo u otra forma de capitalismo, sino es entre la forma “democracia protegida” y la “democracia liberal”. Estamos, entonces, ante una cambio de régimen político, ante un cambio en la estructura jurídica del Estado capitalista, pero, de ninguna manera el proceso constitucional chileno, enmarcado en los acuerdos políticos del 15 de noviembre 2019, tenía como objetivo la transformación de la estructura socio-económica de la forma de acumulación capitalista. Dicha estructura no fue tocada ni alterada por la Convención, se establecieron nuevas regulaciones, se introdujeron nuevas ideas acerca de la forma como los actores económicos debieran comportarse y regirse, pero, el derecho de propiedad privada de los medios de producción y de los bienes comunes no fue modificado. Por eso, la nueva constitución es capitalista y neoextractivista. Esa es su gran debilidad. Y, al mismo tiempo, da cuenta de la fuerza de la dominación y hegemonía del poder de capital al interior de la sociedad chilena. No obstante, las, los y les convencionalistas, fundamentalmente, los 117, diseñaron en la nueva Constitución un nuevo regimen político democrático: la democracia paritaria. Esta forma democrática es ampliamente superior a la “democracia protegida” diseñada e implementada por los autoritarios del regimen militar, aceptada y mantenida por los gobiernos Concertacionistas (1990-2010) y luego por la Nueva Mayoría (2014-2018). La “democracia protegida” es un tipo de regimen político destinado a excluir cualquiera posibilidad que las fuerzas políticas y sociales, especialmente, de los trabajadores y populares logren hacer triunfar un proyecto gubernamental semejante al que triunfó en 1970 con la Unidad Popular y Salvador Allende. Durante 42 años los actores políticos y sociales defensores del capitalismo, tanto de derecha como de la centro-izquierda, sostuvieron y validaron ese regimen. Asociaron el neoliberalismo a la democracia protegida. Las ciudadanías conscientes de ese espurio maridaje se retiraron de la democracia protegida y la deslegitimaron, la vaciaron, se opusieron y rechazaron a los partidos y a la clase política representantes de ese orden. Si, el 4 de septiembre, triunfa la propuesta de Nueva Constitución, un nuevo regimen político se va a poner en marcha. Lo cual va a implicar un nuevo proceso democratización política en el país. Una primera manifestación de ese proceso democratización será la “vuelta” de las y los electores, de las y los ciudadanos, a los procesos electorales. Este proceso ya esta en marcha, se verificó en la segunda vuelta presidencial del año 2021, pero su antecedente inmediato está en el plebiscito de entrada de octubre 2020 como también en la elección de convencionalistas de mayo de 2021. El cambio de reglas y normas procedimentales abrieron las puertas a las y los no electores, pues, la paridad (elegir igual número de hombres y mujeres); la confección de listas de independientes y como los escaños reservados para los pueblo originarios, fueron, a pesar de ciertas limitaciones, una apertura democrática. Esas normas, que van a merecer su ampliación en el futuro, están consideradas en la nueva Constitución. Como también la iniciativa de ley popular, entre otras. Muchas aspectos de una democracia plena tendrán que irse incorporándose en el proceso democratización que se abrirá de imponerse el 4 de septiembre la nueva constitución. Lo fundamental será derrotar a la democracia protegida, que durante 32 años mantuvo relativamente encerrados a las ciudadanías nacionales en un regimen que desde 1997 ha vivido en crisis. El ciclo histórico y político que se abrirá el domingo 4 por la noche no cierra el proceso abierto por las masas de ciudadanías rebeldes de octubre de 2019 sino que nos situará en otro escenario, no obstante, la lucha de clases será igualmente intensa si gana el Apruebo o el Rechazo. La lucha contra la dominación capitalista neoliberal entrará en otro ciclo. Habrá que defender la nueva Constitución de los intentos de la clase política del orden por “reformarla”, por hacerla más cercana a sus intereses que los interés y prioridades de las ciudadanías populares. Habrá que confrontar y resistir al gobierno neo-neoliberal del Presidente Gabriel Boric que no mira con apreció a la nueva Constitución. Exigirle que abandone la política de criminalización de la lucha del pueblo Mapuche, que libere a Héctor Llaitul y los presos de la revuelta, etcétera. Habrá exigir en las calles la convocatoria a elecciones de nuevas autoridades, especialmente, de las y los parlamentarios, para que el triunfo de la nueva Constitución no sea robado en el Parlamento. Hoy se cierra un proceso, pero, insisto la lucha por una sociedad justa, igualitaria, democrática y ecosocialista se mantiene.

JUAN CARLOS GÓMEZ LEYTON Dr. en Ciencias Sociales y Política Director Académico, CIPPSAL

San Joaquín, 3-septiembre 2022

®JCGL/jcgl

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