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Del cinismo eterno… Por Gastón Tagle Orellana

"Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir".
Jean-Paul Sartre. (1968)

Qué duda cabe que la década del 60’ (del siglo pasado) estuvo llena de acontecimientos históricos: Marylin “murió” (agosto de 1962), asesinaron a J.F. Kennedy (noviembre de 1963), asesinaron a M.L. King (abril de 1968) y asesinaron a R. Kennedy (junio de 1968), la Guardia Nacional asesinó a cuatro estudiantes y dejó varios heridos de la Kent State University (mayo de 1970), quienes protestaban contra la guerra de Viet Nam. La guerra estaba en su apogeo, en donde murieron millones de ciudadanos vietnamitas y alrededor de 54.000 soldados norteamericanos que, muchos de ellos, no teniendo veintiún años no podían beber alcohol, pero sí “debían” ir a la guerra: ironías del imperio. O sea, con muertes al por mayor, continuaron construyendo su propia historia. Europa, Francia en particular, tuvo su propia revuelta, conflicto social que comenzó, como siempre suele ocurrir, en las aulas de las universidades: Nanterre y la Sorbona, por nombrar la más conspicuas y el poderoso De Gaulle estuvo entre la espada y la pared. Una década impactante, donde la juventud se rebeló contra lo que suele llamarse establishment, agobiados por el cinismo y obsecuencia en el que habían caído sus predecesores, salieron a las calles y demostraron su descontento: Sous les pavés, la plage! (1), decían los estudiantes franceses, al descubrir que bajo los adoquines… había una playa. El establishment respondió como suele hacerlo: con sangre. Con el tiempo, un trovador dirá que, al final de esa década, bajo los adoquines, no había arena de playa (2).

Chile, en aquel tiempo, tuvo lo suyo, sea por los problemas propios de nuestra democracia, sea por influencia de los acontecimientos internacionales, pero nunca por un simple capricho estudiantil: El Mercurio miente, decía un cartel de la época, curiosamente en una universidad católica y conservadora, no hay peor astilla que la del propio palo. Años más tarde, el 2019, en otro contexto, pero cuyos antecedentes datan – al menos - desde el 2011, sucedió algo que llamarían, “estallido social”; bien sabemos que las palabras crean percepciones de la realidad. Llamarlo así suena como una revolución que buscaba tomarse las santas instituciones de la república, lo que evidentemente no era cierto. Fue un acto de rebeldía de una juventud agobiada por las deudas de sus padres, de una juventud estafada por la ex Concertación y manipulada por un modelo consumista. Y como siempre, nadie “lo vio venir”; claro, "En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, es un verdadero oasis, con una democracia estable, el país está creciendo, estamos creando 170 mil empleos al año, los salarios están mejorando", decía el ex presidente Piñera, en su infinita ignorancia e indolencia. Quien más que un especulador, comiendo pizza cuando el país se estaba cayendo a pedazos, podría haber dicho tamaña mentira. Obvio, la esencia del especulador es ser mentiroso. Así, los jóvenes que salieron a las calles el 2011 y que a posteriori se convirtieron en congresistas y luego presidente y ministros, tenían más claridad con relación al hecho de que no se debe olvidar que lo que ocurrió una vez, puede volver a suceder, como tan bien lo había dicho Jean-Paul Sartre, en 1968.

1 Bernard Cousin

2 Ismael Serrano. “Papá cuéntame otra vez”

Gastón Tagle Orellana

Académico Universidad de Valparaíso

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