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Democratizar el conocimiento: validar los saberes intersubjetivos presentes en el territorio, considerando el patrimonio cultural e inmaterial de las comunidades. Por Sonia Brito, Andrea Comelin, Gabriela Rubilar y Violeta Flores

Desde la mirada epistemológica tradicional en las ciencias siempre se ha considerado el conocimiento experto, erudito como el único conocimiento válido para explicar lo social. Sin embargo, desde la disciplina del Trabajo Social adherimos al pensamiento de Foucault (1979), el que postula que coexisten tipos de conocimientos, entre los cuales reconoce los saberes, que no son excluyentes entre si y que portan la misma densidad ontológica y / o epistemológica. Así como el conocimiento científico busca un objeto teórico para conocer, los saberes se construyen desde objetos empíricos que validan las experiencias territoriales y situadas, que emergen de lugares actuares y cotidianidades de los sujetos. De allí la importancia de promover una lógica de generación de conocimiento que dialogue con distintos saberes, en el sentido propuesto por Callon (1999).

Por tanto, desde la disciplina nos hemos propuesto como desafío levantar y reconocer conocimientos desde diversos lugares, es decir, desde distintos espacios epistemológicos, teóricos y prácticos que permitan abordar la complejidad de lo social que hoy se nos presenta como un escenario fragmentado, difícil de comprender desde una mirada única. Desde su emergencia, hace ya casi un siglo, el Trabajo Social en Chile y el mundo ha estado vinculado con el territorio y las intersubjetividades de los sujetos, en donde emergen y sitúan los saberes y sentires cotidianos (Comelin y Brito, 2021; Álvarez-Uría y Parra, 2914; Aylwin, Matus y Forttes, 2004). Por ello, históricamente el ejercicio disciplinar de construir conocimiento desde el Trabajo Social, ha tenido conciencia que no es posible levantar conocimiento solo desde una perspectiva teórica, desconociendo los saberes situados de quienes viven y portan épocalmente la historia de los procesos sociales y políticos.

Si bien el conocimiento erudito y académico (también llamado experto) plantea una ruta conocida para crear conocimiento basado en un método científico, los saberes territoriales y situados de los sujetos y comunidades nos impone desafíos importantes para transitar rutas escasamente exploradas, reconocidas y validadas. Este conocimiento situado (en el sentido propuesto por Haraway, 1995), que se genera en el ejercicio profesional, especialmente vinculado a instituciones públicas, privadas y del tercer sector, como también , a través de las diferentes formas de organización social que participan y/o protagonizan las transformaciones sociales y desde donde ocurren las relaciones cotidianas en perspectiva de una democracia deliberativa, necesita ser abordado desde una lógica diferente que permita rescatar los saberes acuñados desde la intersubjetividad.

La esencia del Trabajo Social es estar en el territorio con los sujetos que lo habitan, acompañando sus procesos, constituyéndose en un profesional reconocido y validado por las personas, pues es parte de su formación y competencias la mediación entre la institucionalidad y las personas, grupos y comunidades. Precisamente es esta capacidad, de conocer y acompañar a quienes están siendo protagonistas de sus procesos, la que le otorga a la disciplina Trabajo Social la posición político- estratégica para poder acceder a estos saberes y mediar para hacerlos dialogar con otros espacios de saberes, como el científico- académico. Recuperar, por tanto, territorialmente prácticas y saberes, se constituye en un circuito virtuoso deseable, de aprendizaje colectivo, de acogida y recuperación del patrimonio vivo e in situ, que permite descifrar claves relevantes para la construcción de sociedades más conscientes, participativas y democráticas.

Lo anterior, permite el rescate y vigencia de la memoria histórica de nuestra sociedad (algunos trabajos en la línea de la memoria para referenciar, puede ser el de Aguayo, López y Cornejo 2018), la que se constituye en un recurso para la construcción social de políticas públicas y estrategias sociales de resistencia, que recuperen dichos saberes y nos eviten olvidar y cometer errores repetitivos en el abordaje de lo social. Se hace imprescindible y, es un imperativo ético, levantar conocimientos situados, para que, desde ese lugar, se levanten aprendizajes y saberes que establezcan puentes con la institucionalidad y la academia, cuestión muy valiosa para la colegialidad de los procesos sociales y territoriales.

Lo anterior, permite romper los paradigmas clásicos de cómo construir y validar conocimientos, empujando – ensanchando los campos semánticos investigativos, de divulgación y de comunicabilidad. De ese modo, se descartará la mera construcción de saberes desde una lógica vertical, desde un saber experto-erudito, dando paso a las sujetos/ as como protagonistas de las transformaciones sociales, y de ese modo, se diversifique, el repertorio y amplificación de las voces de reconocimiento, todo lo cual tributa, además, a una perspectiva de derechos.

Interesa democratizar el conocimiento desde la validación y participación de los saberes territoriales, intersubjetivos, desde las bases, donde las comunidades locales construyen identidades, desde otras alteridades. Esa co-construcción, comunicabilidad, difusión del conocimiento auténtico evita la hegemonía de los saberes y permite, por tanto, el dialogo fecundo entre entidades que muchas veces no se rozan, ni dialogan, generando una suerte de conocimiento de primera o segunda línea donde se valoran, divulgan y replican aquellos/os que emergen desde lugares que no necesariamente convocan todas las voces.

Es así, que el escenario actual de la convención constitucional es una oportunidad histórica de pensar y actuar desde construcciones inéditas por recuperar la participación y el protagonismo como un patrimonio vivo que ha sido usurpado desde lógicas verticales y hegemónicas. De este modo, el restablecimiento de los espacios de participación en las comunidades locales y territoriales se constituyen en una vía necesaria e imperativa de transitar en la construcción de una nueva constitución.

Para ello, el Trabajo Social debe rescatar su propia identidad y sus prácticas disciplinares que generan la posibilidad para articular saberes y reconocer los aportes del conocimiento de otros actores no siempre considerados y, por tanto, instar a la visualización de formas de conocimiento no validadas o no suficientemente reconocidas: de ahí la idea del rescate patrimonial, aportes que desde la disciplina del Trabajo Social se puede ofrecer, dado su trayectoria, aportes, compromiso ético político con la sociedad en todos sus momentos históricos.

El camino implica convocar y levantar desde los espacios institucionales instancias deliberativos en la comunidad, aprovechando la arquitectura comunitaria articulada por los sujetos: organizaciones funcionales y territoriales, organizaciones de sociedad civil (colectivos y movimientos sociales), propendiendo al desarrollo local para propiciar la emergencia de sus saberes situados. Para que estos aprendizajes y la riqueza de lo experiencial no quedé encapsulado o atrapado como eventos temporales, se debe recuperar la vivencia amplificando a través de estrategias, como la sistematización para rescatar los saberes de la comunidad y ponerlos así al servicio de las nuevas generaciones y de nuevas autoridades para no reescribir y reinterpretar la riqueza del relato en primera persona que constituye nuestro patrimonio histórico.

A lo cual, se debe agregar, el rol del gobierno local y su interlocución y despliegue con las organizaciones sociales (funcionales y territoriales), para que propicie el levantamiento de conocimientos situados, donde se releve la identidad territorial y los saberes que habitan, transitan y enriquecen el espacio social de tal modo de relevar la memoria viva.

Otro aspecto importante refiere a la hegemonía y verticalidad de los conocimientos que opera en una lógica inclusión- exclusión desde los concursos y recursos (siempre escasos) que se reparten, lamentablemente, considerando los privilegios históricos de algunas instituciones. Quedando fuera las voces de aquellas/os que transitan por la periferia de la institucionalidad, ya sea por edadismo, clase social, institución, disciplina o escolaridad. Democratizar el conocimiento significa recuperar esas voces desde el protagonismo y no desde el extractivismo de las investigaciones hegemónicas. Entonces “¿Es válido preguntarse entonces para qué generamos hoy conocimiento en nuestra comunidad científica?, ¿generamos conocimiento científico para que éste intermedie con la práctica, para abordar las transformaciones, para ser más productivos y subir en los rankings académicos o en las acreditaciones?” (Comelín y Brito, 2022, p. 6). Esta es una ruta que aún se está recorriendo…

Nota: Documento enviado a la Comisión constituyente: Sistemas de conocimiento, culturas, Ciencia, tecnología, artes y patrimonio.

Colegio de trabajadoras y trabajadores sociales de Chile

Dra. Sonia Brito Rodríguez
Universidad Autónoma de Chile

Dra. (c). Andrea Comelin Fornés
Universidad de Tarapacá

Dra. Gabriela Rubilar
Universidad de Chile

Dra. Violeta Flores Flores
Universidad de Valparaíso

Referencias

Aguayo, C., López, T. y Cornejo, R. (2018) Luces y sombras del trabajo social chileno. Memoria desde finales de la década de los 50 al 2000. Identidad, ética y Políticas sociales. Buenos Aires: Espacio.

Álvarez-Uría, F. y Parra, P. (2014). The bitter Cry: materiales para una genealogía de la identidad profesional de las pioneras del Trabajo Social en Inglaterra y Estados Unidos. Cuadernos de Trabajo Social, 27, 95-194.

Aylwin, N., Matus, T. y Forttes (2004) La reinvención de la memoria. Indagación sobre el proceso de profesionalización del trabajo social chileno 1925-1965. Santiago:

Callon, M. (1999) El Rol de los Ciudadanos en la Producción y Divulgación de Conocimiento Científico. Ciencia, Tecnología y Sociedad, 4, 81-94.

Comelin, A. y Brito, S. (2022). ¿Para quienes escribimos las/los trabajadores sociales?: Reflexiones sobre el oficio de producir conocimiento desde la disciplina. Ts Cuadernos de Trabajo Social (23), 1-11.

Foucault, M. (1979). La arqueología del Saber. México: Siglo XXI Ed.

Harawy, D. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

Munoz, G. & Rubilar, G. (2020). Social Work Research in Chile: Tensions and Challenges under the ‘Knowledge Economy’ and Managerialist Research Agendas. The British Journal of Social Work, 1–18. doi: 10.1093/bjsw/bcaa132

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