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Depresión revolucionaria. Por Nicol A. Barria-Asenjo

En el año 2015 Chile se suscribió y comprometió a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Pero, ¿qué es la Agenda 2030? A modo de resumen, “Chile como parte de 193 países miembros de la Organización de Naciones Unidas (ONU), suscribió y comprometió el cumplimiento de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. La Agenda 2030 es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que define un conjunto de 17 Objetivos interrelacionados e interdependientes. Reconociendo que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones (incluida la pobreza extrema), es el mayor desafío a que se enfrenta el mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible, la Agenda 2030 establece como objetivo número 1 “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”.

Considerando que estamos en el año 2021 y en el Estado de Chile no solo sigue existiendo una extrema desigualdad social, sino que, además hay presencia de una inevitable negación de esta desigualdad, las dudas tendrían que ir en una dirección critica respecto de la utilidad de esta suscripción y Agenda. La dicotomía política persiste, al igual que la relación gobernado y gobernantes.

En ese sentido, por ejemplo, no es novedad el contraargumento de la derecha política en torno a los posibles cambios en el terreno económico, pues, en la medida en que la balanza comienza a ser más “equitativa” o se amenaza la relación de dominación que persiste incluso tras el ingreso de la democracia, es inevitable que, emerja la critica profunda a esa aceptación implícita que las clases sociales bajas tienen para con su realidad económica, social, cultural: ¿Por qué ahora les molesta el sistema y critican al modelo? ¿Por qué hay que cambiar lo que funciona? ¿Por qué es necesario cambiar un modelo que establecido y mantenido en plena democracia? ¿Chile es admirado por países del primer mundo? Esta y un sin fin de otras muchas frases típicas de la derecha -elite- política - y económica- terminan por dilucidar el pánico que palabras tales como: “igualdad”, “cambio”, “transformación”, “equidad”, “Dignidad”, les produce.

La cuestión de intentar aferrarse a eso conocido, cotidiano y común cómo lo único posible, es claramente una doble vulneración y, una doble victimización social que termina por extender el periodo de dominación y como doble cara atacar cada vez más brutalmente a los siempre vulnerados.

Lo que se olvida en este punto - o parece olvidarse de forma conveniente- es que cuando la fatiga, el cansancio, el estrés, el hambre, sueño y frio son parte del diario vivir y, se extrapolan a todo el desarrollo personal de forma sistemática, la aceptación-resignación es una triste opción. Pero, no por eso es algo que debe mantenerse. La urgencia de cambio y de remover esta realidad de los muchos encuentra su núcleo en dos palabra mal utilizadas desde temprana nada: dignidad y libertad.

Es gracioso que, incluso ahora, cuando las coordenadas políticas del Estado de Chile se mueven en una dirección radical a la que parecía ser el único camino posible, es recurrente que un grupo no menor, no solo no entienda los motivos de lucha y la necesidad de cambio, sino que, no lo vean simplemente porque no lo quieren ver.

No estoy describiendo y enumerando relaciones o hechos inverosímiles, es simplemente un ligero resumen de la historia del país, una rememoración de la repetición traumática que atenta la vida de los pobres y marginados. Cuando las aguas parecen calmarse, podemos estar seguros de que las estrategias cínicas están desplegadas y buscan cobran lugares importantes. Aquí, aunque parezca incongruente, es necesario aceptar el peso de lo cotidiano, mirar esa oscilación en los estados de animo, el cansancio, el dolor, la desesperanza. Que la anestesia política que intentan esparcir nuevamente entre las masas, no llegue a su objetivo de dar paso a qué dejemos de sentir, de soñar de querer movernos. No se puede vivir sin capital. No se puede vivir siendo pobre.

En Chile, el dolor y lo económico son una diada imprescindible para lograr aproximarnos a la realidad de un gran número de la población nacional, las presiones diarias respecto de lo básico son asfixiantes, la escasez de tiempo reduce la critica o la posibilidad de pensar en algo más que no sea en tener algo de dinero para concluir otro mes más. Sobrevivir un mes en Chile no es algo fácil, incluso, el día a día es motivo de vida o muerte, más aún en esta etapa del año ¿qué pasa con las personas en situación de calle en pleno invierto con temperatura extremadamente bajas? ¿Qué le queda a la tercera edad en sus pequeñas viviendas, en sus soledades con pensiones mediocres que les aseguran el calor, medicación y alimentación diaria?

Y es que me parece tan violento pedir o exigir movimiento a quienes están cansados, no es que el estado de Zombie lleve a los marginados a un punto muerto en su misma historia, es que desde una perspectiva radical, hay muchos que desde el momento mismo de nacer ya han contado con un cúmulo de puntos en contra de su propia vida. Contexto social de violencia, pobreza, hambre, drogas, narcotrafico, prostitución, hacinamiento ¿cómo pedir tiempo de pensar críticamente una realidad social y económica a quienes de hacerlo no podrán cambiar radicalmente su situación solo por verlo?

No es que el proceso de darse cuenta produzca un cambio en las esferas político-económicas de un país. Es una triste realidad que quienes la sufren lo saben, la pobreza, la falta de alimento, vivienda y servicios básicos no es algo muy sencillo de ocultarnos a nosotros mismos, la pobreza es algo que quienes deben vivirla la sienten segundo a segundo y es aquí el punto de inflexión en el cual comencé a entender la falta de movilidad “revolucionaria”: “¿de qué sirve criticar si las cosas no van a cambiar?”. No es una argumento que solo la derecha utilice en un sentido contrario y modificando el orden del mensaje, sino que, es un argumento y razón que las mismas víctimas del modelo utilizan, por que es una innegable y dolorosa verdad.

Muchas personas lograron salir de estos esquemas de pensamiento durante el despertar social del 18. La unidad, la comunidad, la lucha en común hizo que muchos de los que simplemente vivían y aceptaban el dolor de su situación la vieran como algo intolerable que no podía continuar. El matiz de lo posible y lo imposible incorporó otros tonos.

Cuando el primer semestre del presente 2021 comienza a quedar atrás, es quizás esperable que el cansancio, la fatiga y la inestabilidad en nuestros estados de animo tengan tonos diversos. En lo que va del último mes, pese a que la coyuntura política parece ser desbordante en tanto debates y puntos álgidos de debate entre los candidatos a la presidencia, aunque efectivamente hay eventos y situaciones que pueden usarse como nuevo material de despertar social, el cansancio y la depresión es parte del proceso de paulatino adormecimiento revolucionario. Cuestión no criticable sin aceptar que las medidas ineficientes, los juegos cínicos logran ser difundidos con tal proporción que calan en lo más profundo de nuestras esperanzas. La situación actual y el porvenir parecen continuar conteniendo en si una situación de vacío constante donde todo en tiempo presente se pone en juego, por lo cual, son estos sentimientos, emociones e ideas, los que imagino buena parte de la población en algún punto ha sentido. Lo importantes es darnos cuenta de que eso, ese proceso de rendirse, es parte de la repetición histórica que la derecha esperan mantener, mediante la frustración, desesperanza, miedo, angustia, dolor y hambre, la elite económica y política intenta una y otra vez volver a dormir al pueblo. Mantenerse despierto en tiempos donde el voto es fundamental, es el contraataque que la derecha política espera no sentir.

REFERENCIAS. 1- Información extraída desde: http://www.chileagenda2030.gob.cl/storage/docs/ODS_Pobreza.pdf

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