En la Cuenta Pública 2024 entre los tres anuncios para la Región de Arica y Parinacota, llamó la atención que el presidente Gabriel Boric informara la conformación de una comisión asesora presidencial para conmemorar los 100 años del Tratado de Lima de 1929. Este acuerdo firmado entre los gobiernos de Chile y Perú, con la actuación de buenos oficios por parte de Estados Unidos, permitió resolver la controversia producida por el incumplimiento del plebiscito que determinaría la soberanía de las Provincias de Tacna y Arica luego de transcurridos 10 años desde la firma del Tratado de Ancón de 1883. El Tratado de Lima fue un logro de la acción diplomática de aquel entonces y representa la culminación de un conflicto que llamaba la atención de la comunidad internacional.
Entre sus efectos, determinó la reincorporación de Tacna al Perú y la integración de Arica a Chile, con lo que el territorio continental chileno sumó 15.351 km2, desplazando la frontera entre ambas provincias hacia el norte.
Dada la importancia del Tratado para la región, la conmemoración permitiría recuperar la atención del gobierno central que solo ha ocurrido, en la última década, con las demandas de Perú y Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya que fueron resueltas en 2014 y 2018 respectivamente. Luego de las sentencias de estos casos se ha discutido la necesidad de establecer una política de fronteras vivas o declarar como territorio especial a la región de Arica y Parinacota, lo cual ha alimentado las expectativas de la ciudadanía respecto a una mejora en su calidad de vida.
El centenario del Tratado se ha traducido en una oportunidad para impulsar el desarrollo territorial a través de un plan de infraestructura pública. En este marco, las obras cumplirían dos funciones: una, dentro del proceso de desarrollo territorial y, otra, como un componente del inventario que forja la memoria local. El mejor ejemplo en este caso son las diversas obras realizadas por la Junta de Adelanto de Arica en los 60s y 70s, las que representan un testimonio vivo de una época donde Arica se distinguía por su industrialización. Cabe recordar que, para la celebración de los 200 años del inicio del proceso de independencia de Chile, el Programa Legado Bicentenario entregó dos obras a la región: la restauración de las iglesias altiplánicas y la instalación de una de las banderas regionales del bicentenario.
Los proyectos de infraestructura que actualmente se discuten ya han sido incluidos en procesos de planificación anteriores llevados a cabo desde la creación de la región en 2008. Probablemente varias de las iniciativas promovidas para un plan de conmemoración queden absorbidas en el nuevo Plan Especial de Zonas Extremas 2024-2034 que está preparando el Gobierno Regional de Arica y Parinacota, y entonces asociadas con desarrollo requerido para superar las inequidades y desigualdades que resultan de la ubicación geográfica en el territorio nacional.
En dicho escenario, la noción de infraestructura conmemorativa tendería a diluirse. Junto con lo anterior, es necesario considerar el tiempo disponible para la implementación de los proyectos que requieren superar diferentes etapas técnicas y administrativas. No es necesario enumerar los imponderables que pudieran ocurrir como el hallazgo de vestigios arqueológicos, la quiebra de las empresas constructoras, entre otros.
En este plan de obras, no ha habido una discusión sobre posibles proyectos en los ámbitos de sostenibilidad, adaptación al cambio climático e integración transfronteriza. Los dos primeros invitan a pensar en el futuro en miras a establecer una región que compatibilice el desarrollo económico con las necesidades medioambientales, sociales y culturales, mientras que la tercera, demuestra la relación histórica de ambos territorios.
El Tratado de Lima reafirma el vínculo entre Arica y Tacna, porque a través de su artículo undécimo se estableció la construcción de un monumento simbólico en el Morro de Arica que resultó en la instalación del Cristo de la Concordia en marzo de 2000 que en cuya base se encuentran los escudos de ambos países y la frase “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”. La representación militar del Morro de Arica como un campo de batalla fue desplazada con una visión de integración. En este sentido, otro testimonio de la interdependencia entre ambas ciudades lo representa el ferrocarril Tacna-Arica que fue inaugurado en 1856 y que hoy es ocupado por chilenos y peruanos para cruzar la frontera.
Junto con el plan de obras, será necesaria la capacidad de congregar los ánimos de ciudadanía en torno a los 100 años del Tratado. El poblamiento de Departamento de Arica ocurre a finales de los 60s con la puesta en marcha del Puerto Libre y la posterior Junta de Adelanto de Arica registrándose un aumentó de 30.307 a 51.946 habitantes entre los censos de 1952 y 1960 que representa un crecimiento de 71%. Así, las identidades se diversificaron con el allegamiento de poblaciones desde diferentes ciudades y países atraídos por la pujanza económica. En este marco, cabe cuestionarse cómo la población local interpreta y vive el Tratado de 1929.
Además, hoy, a pesar de que el 98% de la población regional se concentra en la comuna de Arica, la percepción es variada respecto de las fronteras, los ejes de desarrollo, la protección del medioambiente, entre otros temas relacionados con el desarrollo. La conmemoración en el espacio social debería avanzar en diversas direcciones entendiendo la multiculturalidad de las identidades locales. Así las acciones que acompañen el plan para la conmemoración deberían lograr una infraestructura social robusta, la cual permitiría fomentar las interacciones llevando las diversas perspectivas hacia un conjunto más acotado de ánimos respecto de la importancia de este Tratado.
Pensar que la conmemoración es solo un proceso de planificación de obras públicas, dejar por detrás la necesidad de un diálogo permanente con la ciudadanía donde se establezcan, administren y sostengan las expectativas asociadas con esta conmemoración. Asimismo, es necesario enriquecer la narrativa, que no solo se resuelva el rezago en la carrera por el desarrollo con un plan de infraestructura, sino que reafirme los valores y principios que han distinguido a la ciudadanía y el territorio. Entre ellas, la resiliencia, que mediante la cual la población ha superado su condición de aislamiento.
Dr. Dante Choque Cáseres
Aymara
Investigador de Pueblos Indígenas, Territorio y Desarrollo
(@dchoquec)