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Día Mundial de la Filosofía: La filosofía y el pensar el límite. Por Alex Ibarra Peña

“No hay en verdad recurso mejor
Para iniciar a alguien en los estudios
filosóficos que inducir en él,
por la vía del ejemplo y hasta del contagio,
el pathos de la conciencia que cuestiona
e intenta responder”.
(Jorge Millas. “La idea de filosofía”)

La celebración del Día Mundial de la Filosofía se viene realizando con una conferencia organizada por la UNESCO desde el año 2002, estableciéndose propiamente tal desde el año 2005. Fue a Humberto Giannini a quien le escuché por primera vez darle atención y significación a este símbolo. Las razones presentadas por la UNESCO rescata “el valor duradero de la filosofía para el desarrollo del pensamiento humano” y la consideración de “ser una práctica cotidiana que puede transformar las sociedades y estimular el diálogo entre las culturas”.

Unirse a la celebración de este día podría ser a lo menos una actividad gremial de los filósofos profesionales chilenos reuniendo a ese grupo que trabaja en distintas instituciones, principalmente educativas, divulgando este saber disciplinario que pretende contribuir con la formación del pensamiento crítico necesario para ejercer la ciudadanía. Esta es una de las pretensiones más divulgadas de la filosofía, esa que ha logrado captar el respeto para que aún se le siga considerando en los planes de estudios que reciben un cuestionamiento permanente desde el punto de vista de la utilidad o incluso el sentido de esta acción. Este gremio, en algún sentido, es el que resguarda “el valor duradero de la filosofía para el desarrollo del pensamiento humano”, generalmente entendiendo por esto el estudio de una tradición o de un canon basado en una epistemología eurocéntrica, cuestión que no facilita una difusión más fluida y que muchas veces se limita a la reiteración de ideas sistematizadas en manuales filosóficos.

Hoy quiero rescatar como prioridad más bien la consideración de que la filosofía es “una práctica cotidiana que puede transformar las sociedades y estimular el diálogo entre las culturas”. La necesidad del diálogo filosófico, como parte de una filosofía práctica, adquiere un valor terapéutico que ayudaría a mejorar el rumbo de las sociedades fortaleciendo la convivencia humana. En esta visión de la actividad filosófica como práctica humana cotidiana se requiere de un convencimiento que apela invitándonos al diálogo, en cuanto que éste es una de las vías que facilitan la democracia. La filosofía del diálogo, ese fruto humano que nos permite reunirnos con el sentido de poder habitar un mismo espacio. Una apreciación que autoriza a todo ser humano a la actividad filosófica, como decía el filósofo español Manuel García Morente en el prólogo a sus “Lecciones preliminares de filosofía”: “…iniciarse en filosofía no es asimilar un saber logrado, sino lanzarse, por propia cuenta y riesgo, a filosofar”.

Según lo planteado aquí tenemos dos visiones de lo que podría ser la filosofía, no siempre se han comprendido como complementarias una con la otra. Más bien han sido conformadoras de una tensión irresuelta que cada cierto tiempo es enfrentada teniendo como consecuencia divisiones ingratas. Curiosamente difícilmente se logran los consensos al interior de lo que ha sido la historia de la filosofía en Chile, con el fraude de que tampoco ha sido tan contundente la polémica que enriquece la labor intelectual. Hoy la filosofía se encuentra más bien confiscada por las instituciones convertida en una herramienta inocua lejos de ser una auténtica contribución al pensamiento crítico o a la vida social.

Es evidente la necesidad de la filosofía en nuestra sociedad actual, con las crisis de las instituciones, la pérdida de cuestiones básicas para la vida cotidiana de la polis como son la bondad, la verdad, la justicia y la belleza, que supuestamente fueron pensadas de lo que habitualmente se considera el origen de la filosofía. Volver a darle sentido primordial a esta cuestiones no es sólo una vana pretensión para los filósofos, son los elementos necesarios que deberían conformar nuestro “sentido común”. La filosofía puede contribuir a una práctica ciudadana que fortalezca los valores de la democracia que requiere siempre de nuevas configuraciones.

Para esto la filosofía debe ser un ejercicio que lleva al límite del pensamiento, una exigencia intelectual que nos permita superar todas esas prácticas ideológicas que son causa de la crisis, llevar el pensamiento al límite es una toma de conciencia que nos sitúa en un lugar de responsabilidad individual y colectiva que permita superar esos momentos de extravío del sentido común. No podemos buscar un consenso si es que antes no nos hemos dado cuenta de la ausencia de eso que nos permite con nobleza ser parte del mundo que habitamos.

Alex Ibarra Peña
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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