Resulta repetitivo pero indispensable, decir que un 11 de septiembre de 1973 ocurrió el atentado planificado y organizado contra la democracia de Chile y que durante 17 años imperó el terrorismo de Estado, que se graficó en la persecución, encarcelamiento, tortura, asesinato y desaparición forzada, por parte de todo el aparataje del Estado. Esto sin duda, marcó la memoria y por consecuencia la historia de nuestra patria. A 50 años de estos hechos ocurridos, hemos visto emerger con fuerza una propaganda de mentira, tergiversación, justificación y de negación obscena a la memoria e identidad del pueblo chileno, pueblo que vivenció las atrocidades de la dictadura.
Siendo estudiantes de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales y comprometidos con los valores de la democracia y los Derechos Humanos, nos parece necesario mostrar, en el contexto de los 50 años, que dentro del aula se pueden observar discursos que poco tiene que ver con la realidad, dejando entrever cómo el negacionismo se ha abierto paso. Frente a ello, nosotros, herederos de la Dictadura y sus atrocidades, creemos necesario luchar por esa memoria negada. Cuando hablamos de memoria negada, nos referimos a la negación que nosotros vivimos y que podemos recordar a partir de las conversaciones familiares, a propósito de la dictadura. Estos hechos no se comentaban o fueron quedando en el pasado para que no fuera un problema dialogarlos. Ese mismo fenómeno lo vivimos durante nuestra formación en la enseñanza básica y media.
A 50 años del golpe civil militar, resulta indispensable comprometernos aún más con los valores de la democracia y los derechos humanos, eso quiere decir, el bien común, los valores civilizatorios, los mínimos comunes, y por sobre todo el nunca más.
En nuestra experiencia como profesores en formación, durante las prácticas profesionales, fuimos testigos día a día de los discursos negacionistas a través de estudiantes de educación media. Cuando abordamos el Golpe de Estado y sus consecuencias, esto se volvió un “tema controversial” (enfoque abordado por educadores como Madgenzo y Cox), debido a la respuesta que manifestaron algunos estudiantes: la sala de clases se polarizó. Cuando reflexionamos sobre los diálogos que surgieron en el aula, comprendimos que provienen de discursos que se reproducen y transmiten desde la casa y también desde el rol importante que cumplen las redes sociales en la vida de las y los estudiantes.
Estas inquietudes inspiraron nuestra Tesis titulada la Influencia de discursos negacionistas en la compresión de los Derechos Humanos, consecuencia paran la sociedad, que nos permitió indagar sobre los conocimientos y la comprensión que tienen las y los estudiantes de educación media sobre Derechos Humanos y conocer cuánto influyen esos discursos en ellos y ellas.
La negación de la memoria resulta ser una herramienta efectiva de aquellos grupos que se han visto beneficiados con el Terrorismo de Estado, imponiendo su visión de mundo. Resulta el atentado más profundo a la identidad de los grupos sociales. De eso se aprovechan sectores políticos y civiles, que son capaces de ocupar esta arma para hacernos perder de vista el horizonte al que nos dirigimos. Eso hace de la negación un continuo atentado a la memoria, que nubla la capacidad del pueblo de entenderse pueblo, de hacerse sujetos partícipes de su historia y su identidad. la negación nos coarta la capacidad de reconocer de dónde venimos y a donde vamos.
Ese aparato negacionista de los grupos que se han visto beneficiados por los efectos de la dictadura, como la Constitución del ’80, se ven, en la actualidad, ejerciendo el monopolio de las redes sociales y los medios de comunicación más usados por la juventud en formación. A través de estos medios de comunicación instantánea, se pueden encontrar mensajes que buscan instalar el Golpe de Estado como una necesidad frente una crisis nacional, justificada por el supuesto progreso económico que se instaló en el país. También se pueden encontrar declaraciones como la del presidente del partido Unión Demócrata Independiente (UDI), Javier Macaya, que ha justificado la represión por parte del aparto del Estado diciendo: “La izquierda fue capaz de construir una épica en torno a los Derechos Humanos súper injusta respecto de la historia de los Derechos Humanos en Chile” (Súbela, 2022) o por ejemplo, mensajes más actuales, como participantes del Team Patriota, grupo civil de extrema derecha en Chile, que afirma que el Gobierno electo democráticamente de Gabriel Boric, es una Dictadura. Incluso el expresidente Sebastián Piñera que sostienen que el estallido social popular de 2019 fue un “Golpe de Estado no Tradicional”, dichos avalado por el cuestionado ex directos del Instituto Nacional de Derechos Humanos, Sergio Micco.
Entregamos esto ejemplos, porque nos parece importante dejar en evidencia la capacidad que tienen ciertos grupos políticos y económicos para crear una visión de la realidad que lleva a la negación de la memoria colectiva. Por tanto, la negación ya no es solo decir “esto no pasó”, sino también la tergiversación de hechos e instalación de la mentira, donde ya no cabe el sustento histórico, la evidencia, las fuentes fidedignas, llegando a ser la negación verdades para gran parte de la población.
Entendemos memoria como la capacidad que tienen los grupos sociales de recordar un pasado común con el que se identifican, creando así relatos que se han construido de voces oficiales y no oficiales, populares, disidentes y no disidentes, edificando los mínimos históricos. Estos pueden, ser la independencia de Chile, los cambios políticos que han ocurrido durante la historia, las identidades populares que surgen y otras características que comparten las sociedades.
Ahora bien, lo que ocurre con la historia presente, es que se están sumando las voces negacioncitas que desde el inicio la Dictadura, se han hecho el ánimo de justificar y creaando verdades a su medida. Ideas como que durante la dictadura se cometieron desprolijidades, excesos o errores, no así violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, son hoy reproducidas por los herederos de la dictadura.
A 50 años, es fundamental comprometerse aún más con la Democracia y los Derechos Humanos, para que estos hechos, que atentaron contra la dignidad humana, no sean justificados, tergiversados y negados.
Desde nuestra perspectiva, creemos que existe un atentado constante a la memoria, con el interés de reformularla y crear realidades que justiquen las atrocidades cometidas contra la dignidad humana. Sostenemos que la memoria es un valor fundamental de la identidad de los grupos sociales, que no debe ser jamás negada ni mucho menos tergiversada. Expresamos la necesidad de persistir en la construcción de una memoria colectiva que dé cuenta de la identidad popular y de la vida social, abriendo paso a una democracia más justa, más digna y más libre, que de las garantías para el nunca más.