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Domingo Villalobos Bobadilla: Un maestro olvidado. Por Patricio Bustos Pizarro

Hace poco más de un mes se celebró con especial interés en el país el centenario de la promulgación de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, hecho ocurrido el 26 de agosto de 1920 y que buscó poner término a las dificultades, deficiencias y desigualdades producidas por la implementación de la Ley General de Instrucción Primaria, promulgada el 24 de noviembre de 1860.

Entre la promulgación de una ley y otra transcurrieron sesenta años. Seis décadas en que la educación y los aprendizajes de niñas y niños de Chile estuvieron sujeta básicamente a la voluntad de padres y apoderados, de directivos y de profesores, sin que ello significara avances significativos en materia de cobertura y de rendimiento; aspectos que habían sido las principales motivaciones que inspiraron el proyecto de ley presentado en el siglo XIX.

Pasaron prácticamente dos décadas desde el momento en que en 1902 fue presentada al parlamento la primera iniciativa que buscaba establecer la obligatoriedad de la educación primaria en el país. La nueva Ley, en lo sustantivo, definió la obligatoriedad y la gratuidad de la educación de a lo menos cuatro años para niñas y niños y, demás, estableció con claridad el rol garante del Estado en el cumplimiento de la nueva normativa educacional, asignando un rol primordial a los padres y a los apoderados en el envío de sus hijos o pupilos a establecimiento de educación primaria fiscal, municipal o particular.

La Ley de Instrucción Primaria Obligatoria de 1920 permitió que importantes segmentos de la sociedad chilena se incorporaran a los procesos educativos, se elevara la calidad de la educación en todos sus niveles, se fortaleciera el sentido de comunidad y se formara una masa crítica ciudadana que potenció el desarrollo y el progreso del país en diversos ámbitos del quehacer nacional; hasta el proceso de municipalización impulsado por la dictadura cívico militar en el año 1980, con la promulgación del DFL 3.063 sobre Rentas Municipales, que facultó a los municipios a administrar servicios que se encontraban en ese momento centralizados.

Sin dudas que es importante para una sociedad recordar y conmemorar un hecho histórico que en el plano educativo le cambió el rostro al país y que lo situó por décadas como unos de los países latinoamericanos con un sistema educacional progresista, gratuito, laico y de calidad. Pero también es importante recordar a quienes hicieron posible que surgiera y se materializara la idea de una nueva ley, su discusión en el parlamento, su promulgación por el ejecutivo y su posterior implementación. Recordar precisamente a aquellos que suelen permanecer olvidados en los vericuetos de la historia.

Uno de esos preceptores, profesores normalistas, educadores, maestros o pedagogos que plantearon la necesidad de modificar los paradigmas educativos de su época, reformar los procesos educativos, adecuar la formación y las condiciones laborales de los docentes, modificar las metodologías de enseñanza, la didáctica educativa y buscar modelos de desarrollo educativos integrales para niños y niñas fue Domingo Villalobos Bobadilla.

Domingo Villalobos Bobadilla nació en la ciudad de Linares el 04 de octubre de 1865. La educación que recibió en su formación fue la que se desarrolló a partir de la implementación de la Ley General de Instrucción Primaria del año 1860. La conoció y experimentó en profundidad, razón por la cual pudo identificar sus principales falencias, las distorsiones, sus incoherencias, vacíos y las necesidades educativas que ameritaban su cambio. Su temprana inclinación por la educación hizo que se trasladara a Santiago en el año 1882 a estudiar en la Escuela Normal de Preceptores, titulándose de profesor normalista en el año 1885, a la edad de veinte años. Valoradas y reconocidas sus cualidades de pedagogo y de organizador, en el año 1885 las autoridades lo designaron Director de una escuela pública en la ciudad de San Carlos.

De regreso en Santiago, en 1889 fue nombrado Inspector en la Escuela Normal de Preceptores y en el año 1892 profesor en el prestigioso Instituto Nacional y en el Conservatorio Nacional de Música, en las asignaturas de castellano e historia.

Entre el 20 de septiembre y el 06 de octubre de 1889 participó activamente en el Congreso Nacional Pedagógico convocado por el Presidente Balmaceda, defendiendo en sus sesiones con convicción y firmeza la idea de promover el perfeccionamiento permanente de los preceptores para que así alcanzaran la perfección profesional.

En el año 1897 el gobierno del presidente Federico Errázuriz Echaurren (1896 – 1901) lo nominó como integrante de la Comisión encargada de revisar e informar acerca del texto sobre geografía que había elaborado don Fanor Velasco y que fue adquirido por el gobierno en el año 1896.

En tanto, entre el 25 de diciembre de 1902 y el 01 de enero de 1903 participó en el Congreso General de Enseñanza Pública, realizado en Santiago, en el que por primera vez expuso el tema “Las Colonias Escolares de Vacaciones”; iniciativa que volvería a exponer en el Ateneo de Santiago el 12 de noviembre de 1904, y en la que insistiría en la necesidad de impulsar una educación integral, que conjugara en forma adecuada la salud mental con el desarrollo intelectual, físico y recreativo de niñas y niños.

Mientras estuvo radicado en San Carlos, desarrolló su habilidad por las letras y por el periodismo, colaborando en los periódicos locales “La época” y “El Vesubio”. En Santiago participó activamente en la “Revista de Instrucción Primaria” con numerosas reflexiones, estudios y artículos sobre educación, llegando a ser nombrado su director en el año 1905

En el año 1899, y debido su capacidad de gestión, habilidad y buen tacto en el manejo de las comunicaciones, se hizo cargo de la redacción de la prestigiosa revista de enseñanza “El Educador”, difundiendo diversos métodos y sistemas modernos para desarrollar la pedagogía y tomando contacto con otras instituciones y publicaciones latinoamericanas del rubro.

Durante el gobierno del Presidente Germán Riesco Errázuriz (1901 – 1906) colaboró en la Comisión formada en el año 1905, cuyo objetivo estuvo destinado a la adquisición de equipamiento, de textos de estudios y material didáctico y pedagógico para los establecimientos educacionales del país.

En el año 1906 el profesor Domingo Villalobos Bobadilla asumió la Dirección del Museo Pedagógico Nacional con el propósito de consolidar su nueva ubicación y funcionamiento como espacio para el fomento de la reflexión pedagógica, para la investigación educativa, de formación para el profesorado y de desarrollo de los aprendizajes para el desempeño de la función docente. En el año 1892 Villalobos había sostenido lo siguiente al respecto de la utilidad de los museos pedagógicos: “Los países que nos aventajan en materias pedagójicas i que consideran un deber primordial atender al desarrollo de la instrucción primaria, fomentan estos establecimientos porque los juzgan como una fuente en que el institutor puede enriquecer sus conocimientos i depurar aquello que no armonice con los progresos de la pedagogía” En el año 1907 fue nombrado por las autoridades como Subdirector de la Escuela Normal de Preceptores de Santiago y profesor de las asignaturas de psicología e historia. Entre las diversas instituciones en las que participó, fue socio fundador y secretario de la Sociedad Amigos de la Educación.

Su amor por el ejercicio de la educación y por el desarrollo integral de niñas y niños significó que también realizara importantes aportes en al ámbito de la preparación de material y textos de estudio y de lectura, de alto valor didáctico y pedagógico, de conformidad a los programas y sistemas dispuestos por la normativa educativa de la época y a los requerimientos de un país moderno. Elaboró textos de historia de Chile, de geografía de Chile y poesías escolares, todos inspirados en una nueva forma de presentar, entregar y desarrollar los contenidos curriculares.

Domingo Villalobos Bobadilla provenía de una familia de esfuerzo y de trabajo, perteneciente a la incipiente clase media comprometida con su comunidad y con su país. Contrajo matrimonio con Sofía Rodríguez Aguilera, también profesora y gestora de importantes cambios educativos.

El maestro Villalobos falleció joven, a los 44 años de edad, un 7 de octubre de 1909. En sus 24 años de ininterrumpida actividad pedagógica impulsó y promovió el desarrollo de nuevos paradigmas educativos para Chile, a través de iniciativas que abarcaron una multiplicidad de campos: el rol de la escuela en la sociedad y en la educación, la formación y el rol de profesores/as, el liderazgo pedagógico en los procesos educativos, la necesaria adecuación y modernización de los programas de estudios (Curricula), el desarrollo y el uso de metodologías pedagógicas modernas, la salud mental y física de niñas y niños, la elaboración de material didáctico acorde a la realidad de Chile y su idiosincrasia, de la educación integral de niños y niñas. Con sus propuestas buscó disminuir o evitar el memorismo y el intelectualismo, propio del tipo de educación de la época.

En sus casi veinticinco años de ejercicio docente, el profesor Domingo Villalobos sostuvo en varias oportunidades que la educación debía promover en forma permanente la entrega de valores humanistas, de contenidos significativos y estimular en niñas y niños tanto el desarrollo de procesos reflexivos como el surgimiento de una conciencia crítica, democrática y laica.

Villalobos no se adelantó a su época, muy por el contrario, tempranamente y con prístina claridad la entendió. Identificó las necesidades más urgentes en el plano de la formación, de la educación y formuló e implementó iniciativas concretas para mejorar el tipo de educación que se promovía y desarrollaba en el período histórico en el que vivió.

Al igual que hace cien años atrás, Chile necesita de nuevos maestros como Domingo Villalobos, con la claridad y con decisión suficiente para impulsar procesos colectivos que contribuyan a resolver los nuevos problemas y dificultades que presenta el sistema educativo nacional y los numerosos desafíos educacionales que imponen los cambios en curso en las sociedades más avanzadas. La calidad y la gratuidad, entre otros, son los nuevos objetivos. Un nuevo paradigma educativo para Chile es la tarea.

Domingo Villalobos Bobadilla fue un maestro inspirador, modesto y su mentalidad innovadora permitió abrir nuevos cauces para el discurrir de la educación, de la pedagogía y de los aprendizajes en Chile. Con él recordamos a todos aquellos maestros y maestras anónimas que con su vocación, compromiso, entrega y trabajo también aportaron y contribuyeron en estos cien años a desarrollar los procesos educativos, a mantener viva la vocación pedagógica y el sentido primigenio que posee la acción educativa de los maestros en la sociedad.

Domingo Villalobos tuvo la fuerza, la convicción y el ímpetu para plantear iniciativas innovadoras, justas y solidarias, y materializarlas en obras concretas que perduran hasta nuestros días, como lo hacen hoy las Colonias Escolares Domingo Villalobos, de existencia filantrópica desde el año 1910, y que como mínimo símbolo y gesto de justicia recuerdan su aporte a la educación chilena y a la formación de sus niñas y niños.

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