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El 18 de Octubre y el subterráneo movimiento de la historia. Por Mario Aguilar Arévalo

En estos días se conmemora el tercer año del Estallido Social, acontecido el 18 de Octubre 2019. Obviamente lo vivimos en un contexto muy distinto al segundo año o al primero.

Se realizó el Plebiscito de salida, con un resultado contundente por el rechazo y a partir de ello hemos visto una rearticulación de los sectores conservadores de este país, aquellos que quieren que nada cambie. Es evidente que con el resultado del Plebiscito se han visto fortalecidos en su interés para tratar de evitar los cambios en Chile.

Lo que ha ocurrido, por tanto, a partir de ese interés, de un sector minoritario pero poderoso, es que se ha entrado en una muy fuerte descalificación de todo el proceso acontecido desde el estallido social, lo que califican degradatoriamente como “El Octubrismo”. Según ellos, ya estaría prácticamente desaparecido, o muy desvalorizado por la propia ciudadanía. Creo que ese enfoque es mañoso y hay mucho que analizar respecto a este punto.

Partamos por señalar que hubo dos denominaciones de lo acontecido a partir del 18 de Octubre de 2019. Se habló y se sigue hablando del “estallido social”, pero también quienes nos movilizamos por cambios, nos gusta hablar del “Despertar de Chile”. Y ocurre que ambos conceptos son correctos.

Para la élite, fue un estallido social, fue algo que “les estalló”. Ese día se le evidenció eso que no veían, una realidad que negaban y que de repente “les estalló” en la cara. Ese fenómeno tenía muchísimas señales previas, que ellos nunca quisieron ver, o sí la vieron trataron de ponerla debajo de la alfombra para ocultarla. Se negaron a una realidad que tenía mucha sintomatología, hubo muchos estudios e investigaciones que lo corroboran. También hechos sociales, la propia movilización docente ese mismo año 2019, que duró de 51 días y que tuvo un fuerte apoyo ciudadano. Ahí tuvimos un síntoma claro que comenzaba a expresar un profundo descontento con la élite, dando un fuerte respaldo a nuestra movilización. Anteriormente hubo diversas expresiones de distinto tipo: los movimientos estudiantiles, tanto de secundarios como de universitarios en los años anteriores. El fenómeno que se dio con Hidroaysén, la rebelión de las regiones en casos como Freirina, Calama, el “Puntarenazo” o lo que ocurrió en Chiloé, por citar sólo algunos ejemplos de crecientes y reiteradas expresiones de malestar, que la élite no quiso ver. O si la vio, mañosamente trató de ocultarla para que sus intereses, sus utilidades y todo aquello que tanto le preocupa, que tiene que ver básicamente con lo monetario y con la rentabilidad, les siguiera rindiendo frutos. No quisieron ver lo que se estaba incubando a pesar de sus evidentes síntomas.

Y también fue un “Despertar”. Efectivamente llegó un día en que la gente no aceptó más el estado de las cosas. No estuvo dispuesta a seguir aceptando abusos, prepotencia, maltrato, arrogancia. Todas esas eran características que en ese momento se expresaban muy nítidamente en quienes gobernaban. Aquellos que gobernaban simultáneamente eran parte de la elite económica del país y también de la clase política (a diferencia de gobiernos anteriores donde la clase política, eran más bien, los empleados del poder económico). Esos abusos que se reiteraron, esa arrogancia a la que me refiero, esa prepotencia tan propia de patrones de fundo, llegó un momento en que la gente “se despertó” y le pareció que aquello que estaba tan normalizado, que se aceptaba a regañadientes (pero se aceptaba) como parte de la normalidad de este país, dejó de ser algo aceptable y sencillamente, se rebeló. Se rebeló y lo expresó en lo que se le denominó estallido social.

Dentro de la manipulación que hace esta elite conservadora, se busca caracterizar lo ocurrido a partir del 18/O únicamente por sus expresiones de violencia. Se intenta mostrar al movimiento social asociado únicamente a la destrucción. Pero, hay que señalar que ese es un enfoque muy mañoso y muy interesado.

Es cierto que hubo expresiones de violencia, que no las podemos negar y que están a la vista. Pero ese tipo de manifestaciones representan una parte muy minoritaria del movimiento. ¿cuántas habrán sido las personas que ejercieron violencia durante el estallido?.... ¿20 mil, 30 mil? Exageremos tal vez para pensar en 40 mil o hasta 50 mil... creo que fueron mucho menos, pero incluso atribuyéndole ese número exagerado de unas 50 mil personas por todo el país, ese número siempre fue muy, pero muy minoritario. Por contraparte, fuimos millones los que nos manifestamos por todo el país de múltiples formas que no fueron violentas. Hubo marchas y cacerolazos; hubo manifestaciones, reuniones en plazas y lugares públicos noche a noche, millones manifestándonos de manera resuelta pero no violenta. Mención especial para los miles de cabildos que se realizaron en esos meses y que fueron formas de deliberación muy democráticas y civilizadas; por cada rincón del país, por cada barrio, habían cabildos muy activos, entusiastas y motivados por deliberar, analizar y reflexionar respecto al país que queríamos y necesitábamos.

Entonces, cuando se quiere caracterizar a lo que ocurrió a partir del 18/O, únicamente por sus expresiones de violencia, es un tratamiento ¡mañoso!. Porque de quienes nos manifestamos, no fue más del 1%, 2%, o exagerando un 3% los que lo hicieron con violencia. Por ejemplo, cuando marchamos en Santiago el día 25 de octubre del 2019 un millón y medio de personas y otros tantos por todas las ciudades del país, lo hicimos en forma absolutamente no violenta.

Por otra parte, estos sectores, que quieren escribir la historia a su amaño, soslayan deliberadamente toda mención a la dura declaración de guerra que realizó el Presidente Piñera el 19 de octubre y omiten mañosamente referirse a las brutales violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas policiales, todo confirmado contundentemente por sendos informes de cuatro organismos internacionales, coincidentes en condenar duramente a la policía y al Gobierno como responsables de esos graves atentados. Esa omisión es parte de la manipulación interesada a la que me refiero.

Entonces hoy día, que se conmemora el tercer año del estallido social, o del Despertar de Chile, como se le quiera llamar y ambos nombres o conceptos, son correctos, es necesario revindicar y valorar el gran número de personas que nos manifestamos sin violencia. Sin violencia, pero con muchísima convicción de que los cambios eran absolutamente indispensables, necesarios y que era sencillamente inaceptable la pretensión de dejar todo igual, mantener el status quo y no abrirse a las transformaciones demandadas. Desde ese punto de vista, a diferencia de lo que señala esta elite conservadora en forma mañosa, es necesario entender que el 18/O fue una consecuencia y no la causa. Fue la consecuencia de años de abusos, es más, según algunos historiadores son siglos de abusos. Se trata de un sector muy amplio de la sociedad chilena sometida a abusos, sometido a la prepotencia, la discriminación y la marginación, eso fue lo que se expresó con mucha fuerza.

Si uno analiza los trabajos del Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, tendrá que concluir que ni siquiera fueron 30 años, según él, fueron 300 años los que se expresan en este estallido social, es una deuda pendiente de tres siglos. Son problemas que se originan en la pre-modernidad, no fueron resueltos en la modernidad y ahora se expresan con inusitada fuerza en la postmodernidad.

Entonces, hoy se conmemora el tercer año y parece haber retrocedido gran parte de la fuerza que tuvo este movimiento y además es evidente que se quiere instalar un relato falseado, una verdad manipulada. Hoy nos quieren mostrar que todo este episodio quedó atrás y que lo correcto es volver al mismo status quo previo al Estallido. Hay sectores que derechamente plantean que aquí no tendría que cambiar nada o si hubiera algunos cambios, tendrían que ser muy menores. Una vez más en la historia de Chile aparece el “gatopardismo”, aquello de cambiar algunas cosas menores o secundarias, para que en realidad nada cambie en lo esencial. Esta burda maniobra, pretende poner un manto de olvido sobre las causas que generaron el estallido social. La enorme desigualdad, el permanente abuso de una élite prepotente y arrogante, la codicia que mercantilizó hasta los derechos más básicos, la dura discriminación que se ha ejercido sobre tanta gente, todo ello parece no haber existido y nos quieren imponer la burda pretensión de volver a retomar ese imaginario país donde todo marchaba viento en popa, ese Chile que el ex presidente Piñera llegó a calificar como un “oasis de paz y progreso”.

Por nuestra parte, creo que es necesario re-valorizar, lo que se avanzó. El principal avance, a mi entender, fue el cambio en el sentido común. Lo que aceptaba como normal, aquella violenta condición de marginación y el abuso cotidiano de una minoría por sobre una mayoría, a partir del 18/O dejó de aceptarse como normal, hubo un significativo cambio en ese sentido común. Ciertamente podemos constatar que nada, o muy poco ha cambiado en la institucionalidad en favor de los cambios demandados, pero el sentido común ha cambiado y muchas prácticas abusivas que estaban normalizadas, ya no es tan fácil de mantener.

Veamos un ejemplo práctico de lo que digo: el tema de las vacunas para el Covid-19. Cuando llegó la vacuna a Chile, en pleno peak de la pandemia, ya no se pudo asumir que hubiera un grupo privilegiado que tuviera un acceso preferencial a ella, simplemente porque tenía el poder económico para comprarla. Eso tal vez antes del estallido social hubiese sido aceptado como “normal”. Pero a raíz del cambio en el sentido común, ni siquiera lo intentaron. No fue posible para ellos imponer que el acceso a la vacuna pudiera operar, una vez más, en favor de unos pocos y postergando a la gran mayoría. Se tuvo que repartir, en forma democrática, con igual acceso para todos y todas, y sin una discriminación económica social y se aplicó progresivamente en función de criterios de tipo sanitario y no criterios económicos.

Eso es solo un ejemplo de cómo en muchas formas el sentido común ha cambiado y por lo tanto han aumentado las posibilidades de avanzar hacia desterrar prácticas discriminatorias, que han sido muy habituales en nuestra historia. Hoy día ya no es posible ejercer esa discriminación tan impunemente, incluso a pesar que institucionalmente nada haya cambiado todavía. E stá pendiente ciertamente que estos cambios en el sentido común se traduzcan en lo institucional.

Eso no ha ocurrido y evidentemente está teniendo un retroceso muy grande a partir del resultado del Plebiscito. Porque lo que ocurrió con la votación, es que se ha consolidado -o más bien- se ha fortalecido una concepción. Se han fortalecido los sectores conservadores que hoy día están simulando querer cambios, simulan estar propiciando transformaciones cuando en realidad, lo que están haciendo es simplemente intentar que sean los menos posible y ojalá cero cambios. Para ellos, que la institucionalidad siga siendo exactamente la misma que los ha favorecido por tantas décadas. Estamos hoy en un cuadro político y social de fortalecimiento de todos esos sectores conservadores, donde ha reaparecido el “partido del orden”, conformado por sectores políticos, desde la extrema derecha a la llamada centro izquierda. Está hoy instalada con mucha fuerza esa concepción conservadora de dejar las cosas como están, porque evidentemente a ellos les favorece. Dado ese complejo cuadro ¿En qué medida es posible, seguir avanzando con los cambios demandados en el Estallido Social? ¿Es posible que el nuevo sentido común se traduzcan en un nuevo sistema económico y político? Lo que ocurre es que si este fortalecimiento de los sectores conservadores les permite impedir en el corto plazo cambios institucionales, comenzando con la propia Constitución, lo que va a ocurrir a la vuelta de un poco tiempo más, es que va acontecer otro Estallido social. Evidentemente la energía de transformación que irrumpió con mucha fuerza en octubre del 2019, no es una energía que haya desaparecido, esas demandas siguen vigentes y por lo tanto esa necesidad, sigue vigente, subterráneamente a lo mejor, no expresándose con tanta visibilidad, pero ahí está, como un topo subterráneo (como ha operado tantas veces en la historia de Chile) y en cualquier momento ese topo busca la oportunidad para salir y expresarse. La clase política en ese sentido tiene una responsabilidad muy grande. Lamentablemente no parece estar a la altura ni parece tener la visión suficiente, como para entender esa responsabilidad. Si se llega a consolidar lo que ellos quieren –en definitiva impedir cambios o propiciar cambios muy menores- no hay que ser un analista muy agudo para anticipar que un nuevo estallido social se avizora en el horizonte futuro de nuestro país.

¿Y cuál sería la tarea de quienes seguimos creyendo en la necesidad de transformaciones profundas para tener una sociedad integrada y en paz? Creo necesario aprender lecciones de lo acontecido en estos tres años. Es claro que el mero desborde social catártico no conduce a transformaciones evolutivas en la sociedad. A pesar de su espectacularidad y dar la apariencia de arrinconamiento al sistema dominante, la experiencia de este estallido, pero también de fenómenos similares en la historia de nuestro país, nos muestra que los desbordes sin dirección a la corta o a la larga, terminan fortaleciendo al sistema que se pretende modificar. Tomando entonces esa experiencia, parece ser que los objetivos que debemos ponernos son: mejorar la calidad de la organización social de base, fortalecer las prácticas democráticas en la relación cotidiana, educar para una democracia deliberativa que nos permita construir propuestas y acciones transformadoras generadas desde “abajo hacia arriba”. Es el tiempo de pasar de la actitud “peticionista” al poder instalado por la actitud de construir soberanía y autogestión desde los mismos lugares donde opera la vida cotidiana de la gente, esto es, en barrios, centros de trabajo y lugares de estudio. Es necesario además, avanzar en el método de lucha, dejar atrás la

violencia primitiva y construir la NO VIOLENCIA ACTIVA como la forma más evolucionada e inteligente de construir organización autogestiva para, desde ahí avanzar en la transformación profunda de la sociedad, una sociedad con democracia real, justicia social y verdadera fraternidad.

El sueño sigue vigente, la lucha continúa.

Mario Aguilar Arévalo Profesor-Magíster en Educación Presidente Colegio de Profesoras y Profesores RM

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