El pasado 8 de marzo, los medios en Chile se llenaron de historias que conmemoraban a mujeres pioneras y líderes en distintos ámbitos. En los últimos años, la narrativa mediática ha evolucionado, dejando atrás los mensajes de celebración, para adoptar un enfoque más crítico sobre las luchas feministas y el papel de las mujeres en la historia. Sin embargo, en esta visibilización de avances y conquistas, persiste una omisión significativa: la representación de las mujeres migrantes.
Si bien el 8M ha logrado posicionar en la discusión pública a mujeres que han roto barreras, esta apertura no se extiende a todas. La mujer migrante sigue ausente en estas narrativas o es representada desde discursos que refuerzan su diferencia y la asocian a estereotipos. Invisibilizada en el relato periodístico, la mujer migrante enfrenta una doble discriminación: por su género y por su origen. Esta omisión no es casual; es el reflejo de narrativas mediáticas que reducen su presencia a estereotipos, simplificando sus realidades y afectando su sentido de pertenencia en la sociedad chilena.
Hablar de su representación, es hablar de una realidad invisibilizada y excluyente. Los medios tienden a reproducir imágenes que, a pesar de celebrar el empoderamiento femenino en ciertos contextos, encasillan a las mujeres migrantes en roles predeterminados: la víctima vulnerable, la trabajadora precaria o la figura exotizada y sexualizada. El impacto de estas representaciones es profundo. La presión de ser discriminadas por su condición de migrantes y los estigmas generados por un discurso mediático simplificado, transforma la experiencia migratoria en una lucha constante.
A pesar de ello, las mujeres migrantes han desarrollado estrategias colectivas para resistir estas narrativas. A partir de trayectorias comunes, han tejido redes de apoyo que no solo desafían las representaciones simplificadas, sino que también generan nuevas formas de identidad y agencia. Su lucha no es solo por la supervivencia, sino por el reconocimiento, por el derecho a ser vistas y representadas de manera justa.
En definitiva, mientras celebramos los avances y logros del feminismo, es crucial ampliar la mirada para incluir a aquellas mujeres que, a pesar de ser invisibilizadas en muchos discursos, contribuyen de manera significativa a la transformación social. La representación mediática tiene el poder de definirnos, pero también puede ser desafiada y reconfigurada desde abajo, a través del apoyo colectivo y la lucha por un reconocimiento más justo e inclusivo.
Mientras que fechas como el 8M sigue avanzando en la reivindicación de las mujeres en la sociedad, es momento de preguntarnos: ¿quiénes siguen quedando fuera de esta conversación? La representación mediática no solo define cómo se perciben las identidades, sino que también determina quién tiene voz en los relatos de cambio y transformación. Si el feminismo realmente busca justicia e inclusión, la representación de las mujeres migrantes no puede seguir siendo una deuda pendiente.
María José Espinoza Morales
Antropóloga