El actual debate por el futuro de la reforma de pensiones sigue candente. No obstante, la lucha está centrada en elementos muy anclados a la ideología, como lo es la propiedad del porcentaje extra que se está discutiendo (actualmente en 7% a nueve años). En ese tenor, la opción más viable parece ser dejar gran parte de ese incremento a capitalización individual, pero con un componente de menor envergadura a reparto. Esto, debido a varios factores.
Primero, por el lado de la capitalización individual se puede, evidentemente, incrementar los fondos destinados a pensiones en el largo plazo. Sin embargo, con esto, también se puede inyectar dinero a la economía nacional al invertirse en empresas con alta rentabilidad potencial, como startups; o bien, se puede fomentar la investigación aplicada para apalancar la innovación (recordar el rol gravitante que ésta tiene en economías emergentes y que está respaldado por extensa evidencia académica). Esto, traería beneficios como la creación de empleo, mejora en la actividad económica y, como corolario, un aumento de la recaudación fiscal, al verse beneficiada de una economía activada, lo cual podría fortalecer el actual Pilar Solidario en el mediano plazo.
Por otro lado, también hay urgencias para apoyar a los pensionados actuales que podrían verse beneficiados con una componente de reparto. En línea con esto, también se debe considerar el efecto de las crisis económicas en los fondos de pensiones en el pasado, por lo cual destinar una fracción a reparto (aunque sea en una baja proporción), no es una mala idea per se. A modo de ilustración, sólo basta recordar la última gran crisis que afectó a los fondos de pensiones (2008), y que causó perjuicios a quienes estaban cerca de su jubilación en aquel entonces. Esto sucedió, a pesar de la arquitectura defensiva de los cambios de fondos de tipo etario, que buscan resguardar los fondos de las fluctuaciones del mercado a medida que se acerca el momento de pensionarse.
Por consiguiente, lo más recomendable es postular un mix que logre rescatar las bondades de ambos sistemas y que permita, a su vez, calibrar una solución intermedia que entregue la capacidad de enfrentar las flaquezas de cada enfoque, dejando de lado la ortodoxia ideológica.
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Rodrigo Crisóstomo Zúñiga, académico Facultad de Ingeniería y Empresa UCSH