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El atardecer tardío del Siglo XX. Por Camilo Carrasco

Apenas la luna se asomó éste domingo 18 de julio el reordenamiento de las izquierdas siguió una coreografía tan predecible como insólita. La centenaria maldición de fragmentación volvió a humedecer las paredes de la asamblea y lo que se erigió, se desvaneció: La unidad, nuevamente, es una tarea y no una base de funcionamiento.

Apenas Gabriel Boric se coronaba vencedor en las primarias del pacto Apruebo Dignidad, el fuego amigo se tomaba la interna del larvario conglomerado: La derecha habría votado por Gabriel Boric; Habría un pacto secreto entre el Frente Amplio y sectores de la ex Nueva Mayoría; La vigencia de la guerra fría sería tan indiscutible que el anticomunismo movilizaba más que la convicción; en porciones de adherentes del ex candidato Daniel Jadue cualquier explicación era viable menos que el liderazgo de Gabriel Boric fuese más convocante, que su oponente hubiese hecho buena campaña y mucho menos que el alcalde hubiese hecho una mala campaña.

La autocrítica mencionada por Jadue en su discurso de aceptación no fue desglosada, lo que aparece como un saludo a la bandera y no un desarrollo textual inmediato en el momento en que era necesario. Gabriel Boric, además, había potenciado en partes iguales su figura y trayectoria y el articulado de su programa de gobierno, que da cuentas, a mi parecer, de una campaña más madura a pesar de ser considerablemente más joven que su oponente, y viniendo de una colectividad aún más considerablemente joven que la de origen de su contendor. Alejada de la retórica concertacionista de comparsas y marchas callejeras, el Frente Amplio apostó por un modelo brutalmente contemporáneo.

Los debates fueron determinantes, pero han sido tan analizados que hacerlo en ésta columna sería estéril. La elección fue categórica, y así también las predicciones que vaticinaban una fuga de votos desde el pacto Apruebo Dignidad a candidaturas como la de Eduardo Artés, pre candidato presidencial de Unión Patriótica.

La trastienda fue, casi, obvia. Y las declaraciones de Iván Carrasco en su entrevista con la Revista Política Salvaje confirman temores: el Partido Igualdad no está disponible para votar por el candidato que su opción del domingo 18 legitimó en una primaria, y considera la tarea de levantar otro proyecto “difícil pero no imposible”.

Ahora, resulta al menos curioso apostar por la unidad de la “izquierda anticapitalista” cuando se asume de facto que toda la votación de Daniel Jadue lo es y que nadie dentro del millón y algo de votantes de Boric lo sea. Cuando se llama “vacilante e indeciso” a los sectores potencialmente aliados, o incluso previamente aliados como gran parte de la antigua fuerza independiente dentro del FA se dinamita cualquier posibilidad de articulación por fuera del capital político del PC y sus satélites, posición en la cual, después de ruidosas críticas al gobierno del cual el PC fue parte entre 2014 y 2018, se sitúa el joven partido. Un partido de notoria trayectoria a pesar de su juventud, que hoy pone a disposición de quienes colaboraron con la administración del modelo en algún momento de la historia. Lamentable, si se piensa aún más, en la urgencia por convocar a independientes y sectores transformadores a conformar una lista parlamentaria con un PC que debiese desconocer su alianza con el FA para hacerlo.

Lo que evidencia éste hecho es un momento constatado por Alberto Mayol en el podcast “La Cosa Nostra”: el adversariato, la política hecha en base al enemigo, la política declarada “anti”.

En el adversariato priman, sobre todo, la trinchera y la tribu, los paraísos individuales compuestos por individualidades que me acomodan y nunca un todo, un escenario donde no sólo existo yo y mi pertenencia, sino posiciones diferentes, y aunque no lo sean tanto, si no aceptan mi invitación a mi tribu, se constituyen otredad, forastero, enemigo.

El siempre tierno y lúcido Humberto Maturana en “Revolución Reflexiva” nos fija la mirada, entre otras cosas, en un asunto por sobre el cual se suele mirar, y cito “Quizás hoy pueda sonar raro que hablemos de la competencia como una invención, porque nos han dicho por mucho tiempo que es la manera natural de relacionarse entre los individuos de una especie, pero no debemos perder de vista que es una teoría”

La idea tribal identitaria pudiese ser quizás la mayor expresión del neoliberalismo en el quehacer político: evolucionando los antiguos discursos autoritarios, hoy la “pertenencia a/de”, la “representación de” o los adjetivos serían observables como mercancías que, al acumularse, validarían al sujeto político colectivo sectario, dígase, al conglomerado, partido u organización depositaria de una verdad irrefutable desde la cual interpreta, también, a sus adversarios.

Dicha acumulación no tendría sentido en una configuración que no sea la patriarcal-de liderato desde las cuales los “más aptos”, o tradicionalmente “vanguardias” dicten principios, interpretaciones, caminos y alianzas irrefutables. “Cuando las sociedades matrísticas desaparecen, comienza a configurarse un modo de convivir opuesto a la colaboración, aparecen las guerras, que no son otra cosa que un impulso de apropiación de lo que tiene el otro, para poder someterlo a mi dominio. Detrás de cada guerra hay una teoría que la avala: la acumulación, la superioridad racial, la autoridad divina, la vanidad de ser mejor que otros, todo lo cual implica la negación del otro u otra, no acogiendo su presencia” escriben Dávila y Maturana en la página veintinueve del libro ya mencionado.

De ésta corriente ideologica, presente transversalmente y en crisis, emanan críticas a formas contra-culturales de quehacer de izquierda extra institucional. Lo que fuese un valor, la inamovilidad y negativa a la cesión, se vio fuertemente castigado en la última elección primaria: en ambas alternativas ganadoras se postula un gobierno más allá de los límites de sus coaliciones. Aparentemente, en el escenario actual de la izquierda, se premia la soberanía relativa de la Convención Constituyente en curso a la cual se le delegan las transformaciones de tal forma que se busca un programa de gobierno capaz de acompañar y seguir sus dictámenes, reformando la institucionalidad vigente dentro de sus límites, pero con propuestas coherentes con los postulados presentes mayoritariamente en el ex congreso nacional. No se querría, nuevamente, un dictamen desde La Moneda y el parlamento.

Sin duda, para reafirmar la posición propia en el paradigma competitivo, es necesario deslegitimar la adversaria (ficticio presente solamente en el dogma competitivo), y en eso, los epítetos descalificativos enunciados por el miembro de la directiva del Partido Igualdad cumplen un rol: acusar a la tribu vencedora de superficial, al decir que se trataría de un sector social que buscaría “cambios moderadamente, sin profundización ni ampliación de la lucha y las movilizaciones”, como si las movilizaciones fuesen un acotado compendio de actos políticos y no una inimaginable variedad de ejercicios políticos en elaboración en pleno momento epistémicamente revolucionario. Asimismo, la retórica de la lucha, después de rechazar tajantemente la declaración de guerra del Presidente contra su pueblo, sería un titilante arrebol que se resiste a apagarse en el tardío atardecer de un Siglo XX, de una guerra fría que se resiste a ser noche de WIñol Tripantu.

Sobre los errores históricos de la izquierda popular chilena, una última cita al transformador libro de Dávila y Maturana, quién en paz descanse mientras habita nuestras almas y prácticas.

“Hay algo que debemos tener claro: en la existencia del homo sapiens, lenguaje y discurso dan forma a los hábitos, porque éstos guían el convivir. Todos los organismos que viven untos coordinan sus conductas de una manera u otra; las abejas, por ejemplo, lo hacen a través de feromonas, sustancias químicas que transmiten a través del contacto, de esa foram, organizan el trabajao, la reproducción y cuidado de la colmena. El vivir y convivir humano surge con el lenguae, que ocurre como un fluir en el convivir de coordinaciones de sentires, acciones y emociones que se hacen recursivas en el flujo del convivir, por ejemplo:

“-Hola, ¿Cómo estás?
-¡Bien!”
“-Hola, ¿Cómo estás?
-¡Bien!”
“-Hola, ¿Cómo estás?
-¡Bien!”

Esto es repetición,
“Hola, ¿cómo estás?
-Bien, ¿y tú?
- ¡Muy Bien!
- ¿Te ganaste un premio que dices con tanto énfasis que estás muy bien?
-Podría decir ue sí, el premio fue que contraje el covid y me mejoré.
- ¡Qué fantástico! Caminemos y me cuentas”
Esto es el fenómeno recursivo que constituye el lenguaje y el conversar, donde cada encuentro se monta sobre las consecuencias del encuentro anterior. Y así vamos generando nuevos mundos. Los mundos que se nos fueron transformando en la recursión del conversar y reflexionar entre quienes pertenecen a un grupo social. “

*Con especial dedicación al profesor Humberto Maturana, y especial agradecimiento por su última cátedra filosófica.

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