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El cerebro de la mujer: Consideraciones neurocientíficas. Por Norton Contreras Paredes

Desde una perspectiva histórica la idea de la existencia de un cerebro masculino y de uno femenino ya comenzaba a circular desde del siglo XIX, cuando el científico estadounidense Samuel George Morton quiso medir los volúmenes de cráneos humanos vertiendo semillas y plomo en su interior. Luego, el médico francés Gustave Le Bon encontró que los cerebros de los hombres eran más grandes que los de las mujeres, lo que condujo a muchos a afirmar que esa diferencia hacía a los hombres más inteligentes. También desde los inicios de la Neurociencia se atribuyeron ciertas habilidades a los hombres y otras a las mujeres, también con una fuerte tendencia a sostener que los hombres eran superiores intelectualmente.

El debate que se ha generado oscila entre dos posturas: el esencialismo biológico, donde todo está en los genes y el constructivismo social, donde todo es producto de la sociedad. Un reciente estudio realizado por investigadores de la Rosalind Franklin University of Medicine and Science (Chicago, EE. UU), publicado en 2021 en la revista “Neuroscience and Behavioral Reviews” y que consideró 30 años de investigación cerebral, a través de datos aportados por resonancias magnéticas y estudios post mortem, ha concluido que el cerebro de las mujeres es un 11% más pequeño que el de los hombres, un fenómeno conocido como “dimorfismo sexual” y que también se manifiesta en otras especies. ¿Cómo se desglosa este hallazgo? Primero, el tamaño cerebral es proporcional al tamaño corporal (en un hombre de peso promedio el cerebro mide 1260 cm3, mientras que el de una mujer con peso promedio similar mide 1130 cm3). Y, en segundo lugar, los cerebros pequeños poseen una proporción levemente mayor de materia gris (corteza cerebral) respecto a la materia blanca (zonas subcorticales).

Es cierto que existen estudios que han demostrado diferencias en habilidades de mujeres y hombres, relacionadas con el razonamiento espacial, matemáticas, lenguaje, memoria de trabajo, entre otras. Sin embargo, no existen evidencias potentes para concluir que algunas de las diferencias cognitivas encontradas impliquen de manera inequívoca que los hombres sean más inteligentes que las mujeres o viceversa. Existe también la creencia de que las mujeres poseen un mayor desarrollo del hemisferio derecho (encargado de las emociones) en comparación a los hombres, pero tampoco existen evidencias científicas concluyentes de que haya un hemisferio cerebral más especializado en comparación con otro frente a determinadas tareas y tampoco que mujeres u hombres sean más eficientes en determinadas actividades o roles.

Otro dato, que permite desmitificar la eventual mayor inteligencia masculina. De acuerdo con cifras de la Unesco en 2018, las mujeres representan la mitad o más del total de personas que obtienen grados académicos en el mundo, y que lo único que explica que este porcentaje disminuya al avanzar en su desarrollo profesional y académico y en la ocupación de cargos directivos, es la existencia de sesgos, de discriminación cultural, que se ve reflejada entre otras; en las restricciones que les permitan compatibilizar lo laboral con la maternidad.

En síntesis, si bien existen algunas diferencias estructurales y bioquímicas entre el cerebro de la mujer y el del hombre, debe quedar claro que el cerebro de ambos, y sin distinción, es una máquina maravillosa y altamente compleja que cambia a lo largo de la vida y producto de la experiencia. De este modo, independientemente del género, son las experiencias educativas, las significativamente responsables del desarrollo de la propia arquitectura cerebral.

Prof. Norton Contreras Paredes
Académico Escuela de Educación Inicial de la Universidad Católica Silva Henríquez

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