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El derecho a ejercer la soberanía popular. Por Alejandra Ruiz Tarrés

En estas reflexiones seguimos la huella de un problema persistente en la trayectoria intelectual de Enzo Faletto, la pregunta por la capacidad que tiene el movimiento popular de plantear una alternativa que no sea sólo particular, sino que adquiera carácter nacional.

Como es sabido en Chile actual, una vez más se observa son lxs jóvenes quienes desatan la emergencia social. Entendiendo la emergencia no como una urgencia, sino como algo inesperado que, al irrumpir, da cuenta de un sustrato vivo, sumergido, invisibilizado, resistente; hasta que por algún motivo misterioso, cambian las condiciones existentes y se abre paso a la emergencia como un fenómeno sorpresivo, cargado de incertidumbres. Eso fue el 18 de octubre y los días que inmediatamente se sucedieron.

Hoy, varias semanas después, se constata también que nuevamente en la historia de las transformaciones sociales en Chile y América Latina, es la suma de fuerzas entre clases trabajadoras y sectores de clase media la que permite el quiebre de las condiciones hegemónicas. No obstante, me parece que la principal diferencia, y que otorga mayor dificultad a la comprensión del fenómeno actual, dice relación tanto con las identidades colectivas en juego, como con los modos de organizar y participar de la política.

Sobre las actorías, es justo señalar son las feministas, los pueblos indígenas y lxs jóvenes los movimientos más fortalecidos; pero también están presentes ecologistas, diversidades sexuales, afrodescendencias, personas en situación de discapacidad, personas jubiladas, sindicatos. Ahora bien, tales identidades colectivas múltiples, más las agencias individuales no organizadas, han levantado discusiones sustantivas sobre la necesidad de pluralizar la democracia, pasando de una democracia representativa a una democracia participativa y dialógica, en base a aquello que Fernando Calderón llama política deliberativa, o Chantal Mouffe política agonista.

A siete semanas de la emergencia social, a pesar del cansancio y la rabia atizados por la cerrazón irrestricta de la elite política y económica en defensa de sus paraísos fiscales, bajo violaciones sistemáticas y sostenidas a los derechos humanos; el pueblo chileno permanece en estado de justa rebeldía: marchando, haciendo intervenciones artísticas, levantando barricadas y enfrentamientos con las fuerzas policiales, destrozando símbolos coloniales y de mercado, realizando caceroleos, recitales, carnavales, seminarios, conversatorios, ocupaciones pacíficas de lugares públicos. Mientras, en paralelo, va corriendo el proceso constituyente social (cabildos, asambleas, encuentros, charlas, etc.), donde asoma evidente una demanda básica: realizar un proceso de asamblea constituyente con amplia participación, que como mínimo considere la paridad de género y cuotas para los pueblos originarios y otras dirigencias sociales.

El sistema de partidos tradicional ya no es el canal idóneo para articular las estrategias orientadas a incidir en las decisiones que proyecten las transformaciones que el país requiere; pues estamos frente a una articulación social en redes (territoriales y virtuales), que no siempre acepta representantes, y donde quizás la mejor propuesta sea la participación de delegados escogidos por un tiempo acotado (cuyos cargos deben ser rotativos o cambiables según los principios de cada orgánica).

No obstante, para lograr dar organización a la articulación de lo diverso, hoy en Chile se requiere que las elites abran las puertas institucionales y jurídico-normativas al derecho del pueblo a ejercer su soberanía (que no es exactamente lo mismo que tomar el poder central, aunque tampoco lo excluye). Ante la posibilidad de que, una vez más en la historia, se mantengan cerradas las instituciones y los caminos vinculantes para un diálogo amplio y diverso, se ha gestado una iniciativa orientada a dar espacio a la participación de la vasta diversidad de organizaciones y dirigencias sociales a través de la plataforma “constituyentedemocrática.cl”, que pretende dar forma a un instrumento político legal y pragmático, acotado en el tiempo, que asegure la participación popular en caso de que no se abran otras sendas.

Sólo a través de la pluralización de la democracia, el proyecto popular podría adquirir dimensiones nacionales.

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Alejandra Ruiz Tarrés es socióloga Universidad de Chile, Doctora en estudios americanos USACH

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