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El desconocido oficio de Roberto (Bolaño): el fotógrafo de los niños chilenos en el exilio mexicano. Por Francisco Javier Alvear L.

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La vida de Roberto Bolaño, desde el día mismo de su fallecimiento, una tórrida madrugada del 15 de julio de 2003 en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, se convirtió en un verdadero modelo para armar, más exactamente en un indescifrable y misterioso puzzle fundido entre la ficción y la realidad, entre el mito y la verdad.

De modo tal es que de tanto en cuanto asistimos a la aparición de algunos interesantes hallazgos que, entre estas dos coordenadas, van develando paso a paso nuevas pistas un tanto novedosos y hasta desconocidas de la vida del “personaje”. Una cuestión no menor, si tenemos en cuenta lo relevante que pueden llegar a ser los asuntos biográficos del autor a la hora de decodificar su compleja y enjundiosa obra.

Y en ello, claro está, tienen un lugar muy especial los oficios o trabajos desempeñados antes de que pudiera, ¡por fin!, dedicarse a vivir de las letras.

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 Los oficios de Roberto (Bolaño)

En sus primeros años de (auto)exilio en Barcelona (otoño de 1977), tal y como recuerdan sus inseparables compinches, era un "sin papeles" que tenía nada más que los empleos que podía. “Un chileno refugiado, siempre en búsqueda de ciertos trabajillos que no le impidieran distraer su mente de los libros”, ha dicho Antoni Porta, uno de esos que contó con la verdadera bendición que representó su sincera amistad. Él mismo se refería con sorna a estos deberes como “oficios de sudaca”, a saber, vigilante nocturno del Camping Estrella de Mar en Castelldefels, Barcelona (entre 1979 y 1981); y, además, de vendedor de bisutería en las tiendas de su madre, Victoria Avalos, cuando ya tenía “papeles”.

“Con el dinero que ganaba durante el verano pagaba el alquiler del resto del año y con lo que obtenía los fines de semana en invierno, salía hacia adelante. Vivía en la escasez, pero eso le permitía escribir”, ha señalado, también, el citado Toni Porta.

Por su parte, él confesó en más de alguna oportunidad haberse desempeñado, además, como lavaplatos, camarero, basurero, descargador de barcos, vendimiador, etc. De todo lo cual existe escasa, por no decir, ninguna constancia. Es evidente, por lo demás, que se trata de subempleos funcionales a la hora de nutrir más bien esa imagen bukowskiana de “poeta maldito”, que tanto se empeñó en construir de sí mismo. Por lo que todo indica que tales oficios están más bien consagrados al mito que a la realidad, a la ficción (literaria)que a la verdad (histórica).

Lo cierto es que, contrariamente a lo dicho en estas versiones, Lola Paniagua, la primera novia que tuvo el vate por entonces, a penas recién llegado a Barcelona (otoño de 1977), nos comentó en su momento que, durante algún tiempo, al margen de la preparación de sus primeros libros (Algunos poetas en Barcelona, editorial La Cloaca, 1978; y Maldición eterna a quien lea estas páginas, 1980), trabajó intensamente escribiendo guiones y en corrección y estilo en uno de los libros de Manuel Puig. Creemos que se puede tratar de Pubis Angelical, publicada por Seix Barral en Barcelona en 1979. Un dato freak que hemos revelado en una crónica anterior pero que no se ha corroborado del todo. Ver https://www.lemondediplomatique.cl/lola-la-novia-olvidada-de-roberto-bolano-por-fco-javier-alvear-desde-espana.html De los guiones se sabe poco o nada.

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Trabajos en México

De su actividad laboral inmediatamente anterior a la etapa catalana, concretamente en México, se sabe más bien poco. No obstante, se ha consignado por algún lado o, seguramente, comentado por él mismo en alguna de esas sabrosas y no exentas de polémicas entrevistas que concedió -situado siempre entre la ficción y realidad-, y habiendo ya decidido que lo suyo era ser escritor, que se habría dedicado a escribir artículos para diferentes medios de comunicación en este país. Lo cierto es que de esto tampoco existe mayor constancia o, al menos, no se ha hecho suficientemente público. En 1999 en el diario Excelsior, contrariamente, señaló, respecto de sus formas de ganarse la vida en el entonces DF:

"Recorrí las peores colonias del Distrito Federal vendiendo lámparas con la figura de la Virgen de Guadalupe. Hacía poesías y obras de teatro de dudosa calidad. Aprendí también a viajar, a tener la noción de lo desconocido". Sabemos, por lo demás, por el poeta Jaime Quezada, que poco antes había pasado -brevemente por Chile en su fracasada intentona de sumarse a la revolución chilena- la última semana de agosto de 1973 y que alojó unas cuantas semanas en su casa de la santiaguina comuna de la Cisterna; antes de viajar al sur a Los Ángeles y Mulchén, para visitar a algunos de sus familiares que no veía desde que era un niño: ““Dará que hablar”, le dije –y a manera de recomendación- al funcionario de la Embajada mexicana que se lo llevó en un taxi, y muy de mañana, al aeropuerto de Santiago en ruta de regreso al México de su residencia y de su vivir (o desvivir)”, señala el citado poeta en uno de los pasajes de El año de la Ira. Diario de un Poeta Chileno en Chile, septiembre de 1973 - Septiembre de 1974 (Editorial Catalonia, 2013).

Un hallazgo sorprendente

En un chat de WhatsApp de ex pioneros (un grupo de comprometidos niños chilenos de entonces exilados en México), Maipy (María Paz Duarte, chilena, directora escénica y profesora de teatro, posgraduada en Alemania y entonces una de esas niñas/os exiliados en México), reveló un sorprendente hallazgo -al cual tuve acceso casualmente- y que nos da una pista certera sobre el misterio laboral de Bolaño en el país azteca recién llegado de Chile.

Se trata de un reportaje a niños chilenos en México, publicado en la Revista de revistas, un importante semanario nacional del Excélsior en donde la imagen (fotografía y caricaturas) eran centrales, a cargo de la destacada periodista Sara Moirón (1929-2006); una de las pioneras del periodismo mexicano y que tiene, nada y nada menos, como reportero gráfico a Roberto Bolaño(s).

Su nombre aparece consignado con /s/ final (como se puede advertir en la imagen haciendo zoom), dado que “el apellido escrito tal cual, con /s/ final, es bastante común en México”, señala Maipy al ser consultada.

“Recuerdo perfectamente ese día. Nos sacaron de clase a media mañana, a nosotros y a algunos niños mexicanos, para representar que estábamos jugando. Recuerdo perfectamente a Roberto Bolaño, el fotógrafo, como un chico jovencísimo, con su pelo rizado, muy simpático y sonriente que nos pedía que jugáramos. Nos daba instrucciones permanentemente. “Súbanse allí, jueguen acá”, etc. Yo debo haberle caído bien porque salgo en varias fotos (ríe). Fue un día de abril de 1974. El reportaje debía salir con motivo de la conmemoración del 1 de mayo, el día de los trabajadores”, puntualiza.

En este artículo se hablaba de la vida de los niños chilenos al comienzo de su exilio mexicano. Cabe destacar que el Colegio Madrid, un prestigio centro educativo fundado por exiliados republicanos españoles en Ciudad de México, fue un colegio que, “con motivo de nuestra llegada, más tarde, abrió las puertas a otros niños procedentes del exilio del argentino y uruguayo”, destaca Maipy.

Consultada, en detalle, sobre esta verdadera revelación laboral de Roberto (Bolaño), Maipy señala que no tiene certeza sobre este asunto. “Puede que haya sido dupla de la periodista Sara Moirón, que haya sido casualidad y que le tocaba turno y hacer las fotos ese día o que se haya interesado particularmente por el tema, al tratarse de niños chilenos. Es algo que podría consultar con el David, hijo de la periodista”, señala. Lo cierto es que de momento no hemos podido despejar algunas de estas -y otras- interrogantes que se gatillan a partir de este hallazgo: si era free lance o de nómina, por ejemplo, como fotógrafo o también como cronista. Lo cierto es que no hay constancia en la entrevista concedidas a Excelsior (1999) -que citamos más arriba- que mencionase este tema.

No obstante, lo fundamental de este valiosísimo testimonio es que nos permita agregar una ficha más al dominó de la (velada)biografía del malogrado escritor chileno, como reportero gráfico, al cumplirse veinte años de su triste y lamentable partida.


Francisco Javier Alvear L. (desde Catalunya, España)

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