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El dilema del actuar de la clase política. Por Luis Osorio Olivares

Una vez más es necesario referirse en lo político, al resultado del 17 de diciembre de 2023, que nos sitúa en un triunfo premeditado de la derecha bastante bien planeado, aunque en el opuesto no se quiera reconocer, no se trata de argumentos simples de entender, pero el conocer los avatares de la política, da paso a este tipo de sensibilidades y presunciones.

Dar una voz de alerta, es una colaboración para lo que tiene que venir en algún momento de futuro, y el entendimiento de una historia marcada por años llena de elementos que han sido mal llevados, plagados de soberbia y una lejanía con el pueblo, provocando el consiguiente beneficio del poder.

El actuar de la derecha ha sido sigiloso, y ello implica haber trazado dos procesos constitucionales con denominador común tanto en el primero como en el segundo, en los cuales los textos constitucionales propuestos al veredicto ciudadano competían con la Constitución del 80, poniendo a esta última en una condición de exacerbarla y alejándola de la situación de fondo, que era superar un texto redactado en dictadura.

Al ver los procesos en forma separada, tenían un elemento diferenciador en su elaboración, el primero con el objetivo que perseguía denostar la participación ciudadana en la construcción de su constitución, aplicar una retroexcavadora para que fuera rechazada y decantar en la permanencia de la Constitución del 80.

El segundo proceso, obedecía a parámetros distintos. Aminorar el nivel de participación y exprofeso tensionar el ambiente con un texto extremo sin viabilidad, pero con un claro norte de poner un sello más potente a la Constitución del 80 y dar por cerrado el capítulo constitucional. El objetivo logrado estaba calculado, se agrega un respaldo de quienes siempre en los últimos 34 años, desde sus respectivos gobiernos se acomodaban al trazado dictatorial, clara mención al ala concertacionista que podrían haberse convertido en líderes de los cambios.

En esto no se debe olvidar que los republicanos no fueron parte del acuerdo del nuevo proceso finalizado recientemente, una comprobación del hecho que sienten satisfacción con la Constitución de Pinochet que sigue plenamente vigente.

De lo anterior, se infiere un desglose compuesto de diferentes componentes que se extraen según expectativas sostenidas en el tiempo, el lugar político al que se pertenece, grupo etario, trayectoria, visión de futuro y concepto de sociedad al cual se adscribe.

Nunca es posible olvidar la historia, principalmente de tiempos no deseados en que se imponía un modelo de sociedad a la fuerza, momento en que adquirían relevancias los sueños de una patria justa, se entretejían grandes expectativas, respecto a un período post dictadura, donde se cifraban las esperanzas de que toda la huella dictatorial en lo estructural desaparecería. El gobernante actual y aquellos integrantes más jóvenes de su equipo, podrán tener un conocimiento de variados episodios ocurridos en el gobierno militar, pero no tienen la vivencia de lo que en los ochenta representaban expectativas, que con el tiempo no fueron satisfechas ya iniciados los gobiernos de la postdictadura.

Como jóvenes ayer dirigentes de los movimientos estudiantiles del siglo XXI, con toda certeza también tenían expectativas, pero no tienen la percepción de las ausencias de cuando se viven todos los años bajo un régimen de dictadura y las necesidades urgentes para los años en que ésta finalizaba, que aun no se resuelven, otorgando los lapsos de tiempo holgados para atender a la demanda justa. Resulta imposible ocultar lo excesivo de la negación al cambio.

El lugar político como factor, arrastra a la inconsecuencia y el engaño, una fuerte promoción del slogan de campaña para lograr ser gobierno y luego el irse acomodando a la estructura ya existente, asimilando esa componente del modelo que incita al individualismo y el beneficio personal o el de los más cercanos. Se trata de la práctica de aceptar lo existente y abandonar el pasado, que puede ser desde una renuncia personal o darle un giro a la instancia política de la que se proviene, conservando el nombre y otorgando a éste la connotación de una marca alejada de lo que fue un concepto de sociedad y una ideología en el momento fundacional. Son elementos que provocan cambios de trayectorias y enceguecen la mirada de futuro como resultado de no tener en cuenta el pasado y el presente, con la esencia de sus orígenes.

En estos términos y algo que también es inherente al diseño dictatorial, es altamente probable la celebración de un acuerdo secreto de garantías entre el año 1988 post plebiscito y el año 1989. Con ello se hacía un trazado de acuerdos posteriores liderados por clases políticas no representativas y por, sobre todo, en contextos que la derecha ha puesto énfasis en el último tiempo con referencias a las “reglas del juego” y en el proceso constitucional reciente el asunto de los “bordes”.

Ambos aspectos en realidad no son nuevos, desde el año 90 en adelante, los acuerdos tienen línea base y las voluntades por cambiar el modelo enraizado en 50 años, no existen. El modelo de sociedad dictatorial en lo medular se encuentra intacto porque las fuerzas del poder no aceptan las transformaciones profundas y sectores que fueron mutando a progresistas, no han construido en ningún momento un modelo de sociedad diferente.

Una dictadura que prevalece por largos años en sus principios, proveniente de una situación extrema a la que fue llevado el país, imponiendo no sólo doctrina, sino que también institucionalidad, levantan entes políticos que actúan como pilares de sostenibilidad de lo ya existente, y que se representan en los autodenominados “partidos de centro”, con la clara intencionalidad de interponer elementos bisagras que controlen posibles desviaciones no deseadas para la clase dominante.

Se han realizado dos procesos constitucionales sin ningún triunfo, tal vez la sensación de haber quedado un poco más atrás. En las dos ocasiones, se mencionaba que, si se hubiera aprobado uno de los textos, la implementación de una nueva Constitución sería un proceso que tardaría algunos años.

Con este escenario, adquiere más fuerza el desarrollo de un pensamiento direccionado a una sociedad diferente que debe ser fruto de un análisis y diálogos efectuados por los que quieran sumarse a un proceso constructivo de este tipo. Es el camino más sano y propicio de construcción de futuro, donde los ciudadanos no sólo tengan valor al momento de votar, sino que, en procesos efectivos de cambio, un camino que puede ser lento, pero sin duda rompe la inercia impuesta por los que siempre fueron aceptando las imposiciones del pasado y más aún se van arrimando al gobierno. El actuar de la política no se hace considerando el sentido del elector que permitió llegar a ser gobierno y que al día siguiente de los sufragios siempre fue quedando descartado, al mismo tiempo otros se las arreglan para ser parte de coaliciones que tenían una base que los identificaban como responsables de un estado de cosas no deseado y nunca asumido.

Ha costado dar pasos adelante, siempre giramos en lo que conduce a que el negocio nunca pierde, incluso pasando por alto lo que determina uno de los ´poderes del estado, al cual en la práctica no se le deja funcionar como lo es el dictamen de la Corte Suprema en el caso de las ISAPRES, en lo que pasamos de hechos que se judicializan, luego se canalizan hacia el parlamento y también ronda el ejecutivo en el salvataje.

Llega el momento de efectuar balances de lo político, no como materia exclusiva de quienes se sienten los elegidos para asumir el rol de dialogantes, sin que el país avance en lo sustantivo con un horizonte claro y bien definido. ¿Cómo destrabar las amarras?

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