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El ejemplo vigente de 12 héroes y heroínas del pueblo. Por Enrique Villanueva

A esta hora del 16 de junio de 1987 ya estaba consumada la cobarde acción de la CNI, quienes, como lo hicieron a lo largo de toda la dictadura, una vez más habían asesinado a mansalva, vaciando sus fusiles en cuerpos amarrados y torturados, para luego presentar a la opinión pública enfrentamientos con los “subversivos” que nunca existieron. Esta vez fueron 12 ejemplares jefes y combatientes del FPMR, víctimas escogidas para tomar venganza en contra de la organización político militar nacida del pueblo y que un año antes, en septiembre de 1986, había intentado ajusticiar al dictador, asestando el mayor de los golpes hacia el régimen y al tirano en persona, demostrando que su poder no era intocable ni menos invencible.

Elucubraciones sobre el porqué y cómo cayeron nuestros hermanos se han hecho muchas, lo cierto es que en esos días el FPMR estaba viviendo un proceso de reorganización interna, de su logística y de su trabajo internacional. Estábamos más vulnerables, aunque en clandestinidad siempre se está al limite de caer en las manos enemigas, vale recordar que luchábamos en contra del Estado represor con todos sus poderes y recursos. Pero la separación del partido comunista, de nuestro origen, nos había debilitado, teníamos menos infraestructura y la seguridad se había comprometido seriamente, por esos días éramos blanco de críticas y señalados como un obstáculo para el entendimiento de las fuerzas políticas que buscaban la salida pactada a la dictadura.

El FPMR había escogido su camino, mantenerse fieles a los principios que le habían originado, mantener en alto el ejemplo de la rebeldía y no tranzar ante los engañadores vientos de conciliación y negociación con la dictadura, que ya en ese entonces presagiaban una transición tramposa. Es por eso que fue un golpe duro, que nos dolió y que sacudió a nuestra organización, había caído un valioso grupo de Rodriguistas, en la plenitud de sus vidas, lo que debilitaba nuestras estructuras, pero sabíamos que ese era el costo de pararse y decidir continuar luchando para terminar con la tiranía

El recuento de lo sucedido fue desolador y entre los muertos estaban Bernardo, Benito[1] y Arturo,[2] este último había defendido la casa de Varas Mena permitiendo la salida de una veintena de Rodriguistas, evitando una masacre aún mayor. Fue en ese momento, mientras se confirmaban uno a uno los nombres de los y las caídas en manos del enemigo que escuché por primera vez de José Miguel una frase que quedó grabada en el diccionario del Rodriguismo, “ellos y ellas nuestros hermanos y hermanas, pusieron la dignidad de Chile tan alta como la cordillera de los Andes”.

Se sellaba allí el compromiso de seguir adelante y de no olvidarles jamás, porque son ejemplos que vivirán en el corazón de quienes compartimos los mismos ideales y en el corazón de nuestro pueblo, agradecido de su noble entrega, ahí estarán en la rebeldía de las nuevas generaciones de luchadores sociales, José Valenzuela Levi, (Comandante Bernardo quien planifico y dirigió el atentado a Pinochet ), de Ignacio Valenzuela P. (Benito), Patricio Ricardo Acosta Castro, de Julio Guerra Olivares, de Esther Cabrera Hinojosa, de Ricardo Rivera Silva, de Ricardo Silva Soto, de Manuel Valencia Calderón, de Elizabeth Escobar Mondaca, de Patricia Quiroz Nilo, de Juan Waldemar Henríquez y de Wilson Henríquez Gallegos, son nombres que quedaron grabados en la memoria de los chilenos y chilenas que valoran su legado, el que dice que los derechos no se mendigan sino que se exigen, luchando por ellos.

Hoy se recorren nuevos caminos en los cuales está presente la imagen de estos luchadores y luchadoras, consecuentes y revolucionarios, una imagen que se prolonga y en el tiempo, en la agitación y surgimiento de la rebelión social de octubre pasado, un movimiento que es el despertar de Chile, ante una nueve etapa de la lucha por sus derechos, el que podrá tener altos y bajos en su desarrollo, pero que señala logros alcanzados con la única arma posible a su alcance, la organización y la movilización del pueblo, la que solo se fortalece mediante sus propias luchas.

Manuel cabalga de nuevo, con la imagen de los y las doce héroes y heroínas que recordamos, ellos y ellas salen a la calles, cada vez que jóvenes patriotas elevan su compromiso, desde el alma de la patria, para cambiar las cosas, para terminar con el abuso, la desigualdad y la corrupción, que siguen siendo lacras que explotan y condenan a nuestro pueblo.

Recordemos a nuestros héroes, pero no solo en cada fecha y año en que se conmemora su proeza patriótica, el ejemplo y el legado de cada uno de ellos se valida de manera activa, organizándose todos los días junto al pueblo, con ideas y valores propios, aportando a construir el país que ellos y ellas soñaron y que queremos.

 

“La patria está tan mal, Manuel la pondrá en pie doblegando la noche sin gloria, elevando al hombre hasta su historia, ayudando al pueblo en la victoria con la urgencia de su dignidad…”

 

Enrique Villanueva M.


[1] Benito era Ignacio Valenzuela P. Ernesto o Bernardo era José Valenzuela Levi. El comandante de FPMR que dirigió el intento de ajusticiar al tirano

[2] El segundo día de la matanza organizada por la CNI, el 16 de junio de 1987, un grupo de Rodriguistas al mando de dos oficiales del FPMR protagonizaron una verdadera hazaña militar, enfrentando en desigualdad de condiciones a un centenar de agentes de la CNI en una casa de la calle Varas Mena 417 en Santiago. Junto a ellos se encontraban una cantidad de Rodriguistas a cargo de Juan Waldemar Henríquez, destacado oficial del FPMR, cuando fueron atacados por la CNI. Juan Waldemar y Wilson Henríquez Gallegos asumieron la defensa y contención del enemigo, permitiendo el escape de los y las Rodriguistas que permanecían en la casa de Varas Mena. Juan Waldemar Henríquez cayó herido al interior de una vivienda vecina, fue asesinado con ráfagas de disparos en el mismo lugar. Wilson Henríquez herido fue rodeado por agentes de la CNI y luego fusilado, según el protocolo de autopsia, tenía 21 orificios de bala en su cuerpo.

 

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