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El evangelio como acto de instrumentalización política. Por Karina Ojeda y Daniel Barrientos

El Te Deum evangélico exhibió imágenes representativas de una iglesia evangélica: culto celebrado en una iglesia (Iglesia Centro Cristiano Internacional); liturgia con diferentes representantes mediadores de lo sagrado (obispos y pastores); centralidad de la exhortación basada en la biblia como verdad ineludible adjudicada como “la voz de Dios”; música pop con letra de adoración a Dios -aunque dejó fuera los clásicos instrumentos musicales de los Te Deum anteriores utilizados en la Iglesia Metodista Pentecostal-; manifestaciones carismáticas; oraciones de invocación, gratitud, por los afectados, por la iglesia y su misión, por Chile, y minuto de silencio; acciones protocolares de los asistentes, vestimentas formales, y la incorporación de símbolos patrios de Chile como el himno y baile nacional por el carácter solemne de la ceremonia.

¿Quién podría siquiera dudar la representatividad y legitimidad de la teatralidad puesta en escena en el Te Deum evangélico el 17 de septiembre del 2021, si ante las autoridades, medios de comunicación y observadores -virtuales o presenciales- mostraban prácticamente todos los elementos constitutivos de una performance en un culto evangélico?

¿Representación de Arica a Magallanes, mediante la plataforma evangélica? La representatividad de las iglesias evangélicas siempre ha sido puesta en duda, básicamente por la diversidad de cismas que acompañan el origen de las iglesias desde los protestantismos históricos: Metodistas, Presbiterianos, Luteranos, Calvinistas, Bautistas, Anglicanos, Menonitas -sólo mencionando las corrientes más reconocidas en términos históricos- hasta el pentecostalismo, neopentecostalismo y nuevas formas de manifestaciones carismáticas evangélicas. Por tanto, jactarse de la representatividad de “La Iglesia evangélica” en un acto litúrgico, no tiene fundamento histórico, ni estadístico. Considerando que, en la actualidad existen a lo menos más de cinco mil entidades religiosas constituidas legalmente en Chile.

No obstante, el carácter axiomático de las iglesias evangélicas en Chile es la legitimidad que han forjado desde su contribución mediante la acción social y religiosa que han ejercido en la sociedad. Se han convertido en instancias claves de socialización en valores de integración y participación social desde su práctica religiosa. Su rol social, se convierte, por tanto, en interés político para los partidos que buscan adherencias estratégicas en diferentes actores de la sociedad civil. La iglesia evangélica conoce su aporte, la exposición del video “112 años de bendición del movimiento pentecostal” en el Te Deum da cuenta de ello. En consecuencia, el Te Deum se convierte en un espacio donde los evangélicos se posicionan como un objetivo estratégico para los partidos políticos, debido a la relevancia que cobra la legitimidad de los discursos religiosos a la hora de definir una adherencia político/religiosa de una determinada iglesia.

Para las iglesias evangélicas el Te Deum debería ser una oportunidad de develar, el agudo problema estructural que aqueja a Chile, de poner en tensión y discusión las desigualdades materiales que a diario los feligreses viven, principalmente en lo atingente a derechos sociales, disputar estructuras opresivas, y a la vez ser propositivo, intentando delinear una forma de sociedad más justa. Es inclusive un buen momento para avanzar más allá de los eslóganes y considerar en la categoría de lo valórico, no solo cuestiones de moral sexual, sino todo lo relacionado a las condiciones materiales mínimas para el desarrollo humano en dignidad.

También es un momento propicio para no tan solo reconocer el valor del trabajo que realizan las mujeres evangélicas al interior de las iglesias, sino que, entregando espacios públicos de poder, desde el púlpito, no sólo para realizar una oración, sino que para direccionar un discurso desde su propia experiencia comunitaria. Asimismo, incorporar a los jóvenes, personas en situación de discapacidad, niños y niñas, entre otros actores que participan cotidianamente en las iglesias. Si se sigue en esta lógica escapista, solo se seguirán repitiendo tónicas excluyentes.

Entonces ¿Por qué no es evangélico? Porque lo evangélico invoca el sentido de esperanza en la buena noticia anunciada por el Galileo, un mensaje emancipador y contrario a toda práctica que denigre la dignidad de la vida humana, que no rehúye el factum de ser sociedad con lo que aquello implica, la omisión en la lectura bíblica es, al igual que la apropiación -considerada dentro de la categoría de pecado-, algo indeseable para una comunidad religiosa que tiene el texto sagrado como centro de su quehacer y la misión profética de denunciar, voz en cuello, las injusticias que sufre el pueblo.

El Te Deum evangélico ha perdido el horizonte que guió sus inicios en los setenta, es decir, esa oportunidad para legitimar y posicionar a una minoría con demandas de reconocimiento e igualdad de derechos, es un acto litúrgico que se ha servido para validar espacios de poder partidista, en otras palabras, el Te Deum se ha transformado en una instrumentalización de las iglesias evangélicas en favor de la derecha, así lo apreciamos históricamente cuando en la liturgia de 1975 la iglesia evangélica entregó su apoyo al dictador Augusto Pinochet, generando -inclusive- una declaración de apoyo meses antes de dar paso al primer Te Deum, en un episodio conocido en la historia como el “portalazo”, ocasión donde públicamente pastores y obispos manifestaron su apoyo irrestricto a la dictadura, señalando así, explícitamente su opción política.

Entonces, aunque han pasado cuarenta y seis años desde el primer Te Deum evangélico, y hace tres años que no se realiza en la icónica Catedral Evangélica de la Iglesia Metodista Pentecostal, se siguen reproduciendo lógicas de manipulación política en un acto meramente religioso, estamos presenciando la clericalización de la política instrumentaliza en la fe evangélica para sus propios fines.

¿Qué hechos validan la instrumentalización? Nombraremos dos hechos en dos contextos que demuestran el punto: 1. La agenda moral en Catedral Evangélica: gran parte de los liderazgos de las iglesias que han participado en el Te Deum han mostrado deferencia y simpatía con políticos de derecha. Un claro ejemplo de ello fue el recordado episodio del año 2017 donde el candidato a diputado por RN Eduardo Duran Salinas, interpela en duros términos a la presidenta Bachelet por cuestiones para él eran “valóricas”. 2. Participación y asistencia de derecha en Iglesia Centro Cristiano Internacional: en el Te Deum del año 2021 el coqueteo con la derecha fue tener exclusivamente participando al candidato presidencial de ultraderecha José Antonio Kast, y neutralizar así cualquier intento de asomo a la pluralidad política, que sí se refleja en las distintas congregaciones.

Entonces el cuestionamiento es ¿Hay autonomía en esos discursos religiosos- políticos? ¿Hay separación de iglesia(s) y política partidista? ¿Hay espacio real de pluralidad religiosa? Al parecer no. El Te Deum evangélico fue una teatralización de los evangélicos, pero que representa una minoría de una minoría, porque no representa a todas las iglesias evangélicas, porque se está utilizando como un instrumento para garantizar mediante la participación cívico religiosa un espacio de poder, para ser usado a favor de los intereses políticos de la derecha, hay algo de extraordinaria relevancia que sibilinamente se ha ido soslayando: la invisibilización de la enorme riqueza, pluralidad y diversidad que conviven dentro de las iglesias evangélicas ,y en contraposición a este patrimonio, vemos que sin pudor alguno como nacen y gozan de vigor ciertos clivajes políticos, que algunos líderes en nombre de Dios avalan, olvidando así, su sentido de ser iglesia, y no servir como plataforma de unos intereses políticos específicos. Esperamos que no sea tarde, y que los liderazgos evangélicos recapaciten, y no deban recordar con pena, aquella palaciega ceremonia, en donde se entrelazaron sus dedos con la derecha, sin reparar que se estaba transando la integridad y honestidad, por la oferta de tener todos los reinos de la tierra y gloria sobre ellos.

El autor René Magritte pintó la obra “La traición de las imágenes” indicando que “Esto no es una pipa”, aludiendo a la representación de una pipa en un lienzo, pero sin necesariamente ser el objeto, observamos un acercamiento a la interpretación de la obra en la representación del Te Deum evangélico, considerando que no tiene el sentido principal de las iglesias evangélicas.

Karina Ojeda, socióloga UAHC, y Daniel Barrientos, estudiante de derecho UAHC.

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