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El fin del boom de las materias primas. Por Ángel Saldomando

El fin del boom de exportación de recursos naturales, caída de precios y de la demanda china, ha generado como era de esperarse preocupación e interrogantes.

En rigor ninguna de las dos contiene nuevos elementos. La fase en que entramos, menor crecimiento y recesión franca en algunos casos, pone de manifiesto una vez más la dependencia de materias primas. Por otro lado, e igualmente poco original, es la interrogación sobre qué hacer y cómo cambiar esa relación que marca la historia de la región.

Ni los gobiernos ni la academia, en sentido amplio se han preocupado a tiempo del problema. Subordinados a un cortoplacismo reductor o limitados a simples operadores del modelo tradicional, no han podido salir del esquema clásico y ello sin distingo de ideologías o tipo de gobierno.

El debate sobre estas cuestiones ha sido animado principalmente por movimientos sociales, comunidades y por honrosas excepciones en la academia institucional o asociativa. Los signos anunciadores de la desaceleración de la demanda de materias primas durante 2014 y 2015 mostraron sin embargo que no había nada en la caja de herramientas. Es claro que en esto no se puede improvisar y que la coyuntura solo puede alentar el cambio y/o la innovación, pero cualquier solución será de mediano plazo. Las constataciones por hacer son de extrema dureza.

El fin del boom, incluido el petróleo, muestra la dependencia y la ausencia de estrategias de recambio. El caso más dramático es sin duda Venezuela. Pero también lo son los países que han apostado exclusivamente por la minería u otros recursos naturales. El ciclo de menor o nulo crecimiento despierta la ansiedad por atraer inversión, sobre todo extranjera. La ansiedad se acompaña de reducción de controles, en aras de competitividad sucia, es decir baja calidad e impacto de la inversión, con tal que haya crecimiento. En algunos casos esto se traduce en intensificar la extracción de recursos naturales o en simple depredación del territorio.

El impacto de un ciclo económico más lento en el empleo y la reducción de la pobreza, puede revertir los avances logrados. La economía informal sigue siendo un sector importante en muchos países y la ausencia de políticas laborales institucionalizadas se combina con presiones por mantener esquemas de flexibilidad y precariedad laboral. También las políticas anti cíclicas pueden ir en dirección de ajustes clásicos, monetaristas y fiscales, en vez de acompañarse de estrategias productivas alternativas.

El déficit fiscal y las presiones por disponer de liquidez, en un marco de menor renta proveniente de exportaciones de materias primas, puede reabrir ciclos de endeudamiento nefasto para la región. En algunos países esto comienza ya manifestarse.

El cambio de ciclo económico también tiene su contra cara política. Gobiernos considerados progresistas han sufrido reveses electorales o exhiben desgaste mientras que las corrientes conservadoras con planteamientos ortodoxos, vuelven al gobierno como en el caso argentino.

El panorama puede volverse entonces menos favorable a la innovación y a la apertura política en dirección de replantear el modelo clásico. Sin embargo el fin de un ciclo de bonanza puede coincidir también con el aumento de expectativas, agudizando conflictos sociales y reivindicaciones portadoras de debates sobre alternativas. También hay signos anunciadores en este sentido en Brasil, Argentina y Chile. Por último, cabe señalar que los procesos de nuevo regionalismo latinoamericano, iniciado en los últimos años, parecen languidecer luego de la euforia que los acompañó.

Hace apenas unos años la euforia reinaba en la región. Debido a los altos precios de las materias primas y a la demanda china la bonanza exportadora, permitía disponer de fondos públicos y financiar proyectos. Quienes advertían sobre los riesgos de una renovada dependencia de materias primas eran marginados y más aún aquellos que cuestionaban el modelo basado en el extractivismo. Los gobiernos, sin exclusión, argüían en defensa de su postura la necesidad inmediata de financiar el desarrollo y atender las necesidades básicas de la población. Algunos de los representantes de estas administraciones hacían afirmaciones con arrogancia, fáciles en un debate asimétrico. Incluso cuando las rentas era de dudosa utilización, como el petróleo en Venezuela o cuando quedaba muy poco para el país, como el boom del oro en Centro América.

Sin embargo el debate era polarizado de manera bastante manipuladora, nadie argumentaba que no se usaran los recursos de la bonanza y que salir del modelo extractivo fuera fácil. Más bien se advertía sobre la dependencia exacerbada y la oportunidad inédita de disponer recursos para diseñar un modelo sostenible, el énfasis apuntaba a la urgencia de esta tarea.

Pero no era necesario ser pitoniso para prever que la bonanza se terminaría. El valor de las exportaciones de materia primas cayó en un 14% en la región en 2015, solo comparable a la caída de la gran depresión. Todos los países se han visto afectados tanto en el valor como en el volumen de las exportaciones, con algunos hitos dramáticos por su dependencia, en Venezuela, Bolivia, Chile. Todos los pronósticos sugieren que los próximos años serán de crecimiento reducido y se ve difícil un nuevo repunte de materias primas. En consonancia disminuye la inversión, sobre todo extranjera, y los ajustes fiscales se tornan recesivos.

Parece entonces que el debate sobre el modelo primario se vuelve aún más urgente. El pragmatismo del consenso dominante, pro industria extractiva, no reconocerá su miopía ni su dependencia, pero al menos quizá reconozca la necesidad de discutir. En palabras de la CEPAL, como siempre bastante tardía: “La región está en una encrucijada: o sigue en el actual camino restringido por el contexto global, o se compromete por una inserción internacional más activa que privilegie la política industrial, la diversificación, la facilitación del comercio y la integración intrarregional”, recalcó Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL. (20/10/ 2015 CEPAL). Bien, al menos reconoce la encrucijada.

La salida es menos clara. La apuesta a China solo cambiando la matriz del intercambio es poco significativa en términos de redefinición del modelo y de una apuesta regionalizada. No cabe duda que ante la coyuntura crítica algunos se hayan tirado de cabeza en la apuesta asiática, la paradoja es que ello equivale a la profundización del modelo primario. Volvamos a citar a la CEPAL: “Para la CEPAL, las políticas de los países de América Latina y el Caribe no deberían orientarse a recuperar los montos de inversión extranjera directa alcanzados en la última década, sino a atraer aquella IED que contribuya a la diversificación productiva”, planteó la Secretaria Ejecutiva del organismo regional, Alicia Bárcena. “Esto significa articular la IED con políticas industriales y estrategias nacionales de desarrollo basadas en la igualdad y la sostenibilidad ambiental”.

Sobre esto no hay ninguna recomendación específica, no hay centros de pensamiento o unidades científicas trabajando en la región con algunas honrosas excepciones, en Brasil y Argentina, pero poco representan a nivel nacional y regional. También aquí la paradoja es que lo esencial de la discusión la alimentan movimientos sociales, la academia asociativa y algunas unidades investigativas universitarias.

La cuestión de fondo sin embargo, no es solo crucial en términos de relación tiempo, costos, oportunidad, en una ecuación simple de como relanzar el crecimiento. Por nuestra parte pensamos que el contenido del debate no es buscar solo alternativas de crecimiento, se trata de explorar nuevos paradigmas de evolución social, en que la economía sea determinada por criterios de igualdad, derechos, responsabilidad social, calidad de vida y sostenibilidad ambiental. Esto implica replantearse los modelos de gestión, los esquemas decisorios, las cuestiones territoriales y tecnológicas. El paradigma mercantil que se basa en la inversión de capital, bajo ciertas condiciones de productividad y rentabilidad, sin considerar las otras variables, ha llegado a su fin frente a los límites planetarios del modelo actual de producir y consumir.

El planteamiento de la CEPAL no es solo tímido, es completamente insuficiente. ¿Qué articulación sugiere la CEPAL entre inversión extranjera, la igualdad y la sostenibilidad ambiental?

Esta es una cuestión que debería ser profundizada en contraste con las restricciones que impone un paradigma agotado. Por otro lado implica identificar las potencialidades de la región.

Aunque sea difícil de reconocer, se debe poner como punto de partida que es imposible recorrer la misma vía que recorrieron los países occidentales en su desarrollo material. Tampoco es creíble que la “muleta tecnológica” resuelva las disfuncionalidades e impactos nocivos del modelo ultra mercantil. Ya se sabe que hay cosas que se deben dejar de hacer, otras que se deben erradicar y abrir espacio a innovaciones radicales. Por otro lado los marcos regulatorios, también hay que reconocerlo, con que se nutrió la socialdemocracia y el desarrollismo han perdido su eficacia en las nuevas condiciones. Los ejemplos abundan tanto en los países industrializados como en los emergentes. Nuevos marcos, nuevos criterios son necesarios para orientar e incentivar la innovación y el cambio.

Ni las agencias internacionales ni lo gobiernos en la región parecen apremiados por las nuevas exigencias, del discurso a la práctica hay un camino que recorrer y un debate que afrontar para pasar a los hechos.

Modernización no rima ya con capitalismo y/o industrialización, plantea viabilidad y sustentabilidad ambiental y social.

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