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El florecimiento cultural del teatro en los años sesenta. Tras la huella de la Compañía de los Cuatro. Por Daniela Wallffiguer Belmar

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En homenaje a su vida y obra, quien en estos últimos meses, en su sencillez y simpatía, me dio la alegría de acceder a una época dónde su compañía fue parte de un Chile culto y ávido de teatro y cultura.

A propósito de una crisis social de envergadura que ha instalado una necesidad imperiosa de revisar nuestro pasado reciente, nos encontramos desarrollando una investigación sobre el teatro chileno y la cultura de nuestro país antes de la Unidad Popular preguntándonos ¿cómo era la cultura y el teatro chileno antes de dicho triunfo? El estallido social abrió innumerables interrogantes del pasado chileno dejando en evidencia que, al contrario de la muerte definitiva de ciertas ideas o relatos olvidados de nuestra historia, éstas resonaron con fuerza en las consignas de la ciudadanía el pasado 18 de octubre de 2019.

Presentamos el caso de la Compañía de los Cuatro un grupo independiente del teatro chileno que tuvo un auge sin precedentes en la década de los sesenta. Le preguntamos a Orietta Escámez, miembro de dicha compañía ¿por qué no hay una historia propiamente tal de un grupo que contribuyó a difundir el arte y la cultura en Concepción y Santiago, además de las numerosas giras mundiales que posicionó a Chile como un lugar privilegiado de la cultura sudamericana?

La respuesta se diluye en un largo signo de interrogación por parte de la protagonista, dónde sin una perspectiva historiográfica fundamental para este análisis, comprendemos que el pasado reciente chileno heredó una narrativa propia de la post- dictadura la cual ha dejado en evidencia una administración de la verdad que está regulada y escrita por los grupos de poder que quedaron instalados en la transición democrática (Grez, 2005). La inexistencia de una historia profunda de protagonistas y testigos de una época altamente efervescente en lo cultural y político, indica el alto nivel de discontinuidad que tiene la historia del teatro chileno. Es así como doña Orietta dentro de su simpatía y simpleza, ha guardado hasta hoy un relato tras largos años de autocensura, silencios y olvidos. Esto que señalamos nos hace comprender que detrás de la Compañía de los Cuatro, existió un trabajo teatral hecho de manera autodidacta, creando un espacio propio que florecía en la década de los sesenta, en un ambiente teatral que ya tenía espacios delimitados como grandes parcelas tales como los elencos estables de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile (TEUCH- ITUCH); el Teatro Ensayo de la Universidad Católica (TEUC); El Teatro de la Universidad e Concepción (TUC) y el Teatro de la Universidad Técnica del Estado (TEKNOS).

El encuentro artístico se inició tras un tímido aviso colocado por la Universidad de Concepción que invitaba a jóvenes adolescentes y funcionarios de la Universidad a conformar un grupo amateur de teatro, taller que se impartiría en las dependencias del recinto:

“… Yo estaba en el colegio porque sencillamente nos reunimos espontáneamente un grupito donde estaba la Yeya Mora, Edgardo Martínez, Gastón von dem Bussche, mi hermana y yo y leíamos poemas. Montamos La Vida es Sueño de Calderón de la Barca y de ahí yo me conocí con los Douvachelle, los cuales éramos todos prácticamente adolescentes”.

La vida artística de Orietta y junto a los Duvauchelle, si bien nació bajo el alero de iniciativas dispersas de la Universidad de Concepción, en aquella ocasión, junto a la dirección de Jorge Elliot, siguieron buscando oportunidades en Santiago sin desánimo tras la audición de algunos de ellos, para ser alumnos del teatro de la Escuela de la Universidad de Chile y que fueron rechazados. La pasión por el teatro no terminó con dicha experiencia y se las ingeniaron para funcionar de manera independiente. Le comentamos a Orietta que la ubicamos en prensa del Diario el Siglo a través de la pluma de Orlando Rodríguez, crítico teatral y docente del teatro universitario de la Universidad de Chile de aquellos años en donde identificamos una red cultural importante que dio un sustento artístico al proceso de la Unidad Popular. Los hermanos Duvauchelle y Orietta Escámez viajaron fuera de Chile sin ser aun artísticamente todavía como La Compañía de los Cuatro todavía. Viajaron por primera vez fuera de Chile, siendo parte de un grupo artístico del país, los cuales habían sido seleccionados para ir al Festival de Varsovia en el año 1955. Este evento estuvo organizado en aquél entonces por las juventudes comunistas chilenas, donde comprendemos que se estaba dando un movimiento cultural que pudo haber anunciado lo que iba a ser la impronta cultural de la década de los sesenta.

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Orietta Escámez junto a un actor polaco en Festival de Varsovia 1955. Archivo personal de la actriz. Entrevista inédita, Diciembre 2020.

Cinco años más tarde se fundó el 26 de febrero de 1960 la Compañía de los Cuatro con la obra “Hola policía” de Moroyek bajo la dirección de Pedro Mortheriu, director de teatro de la Universidad Católica y posteriormente del teatro de la Universidad de Concepción. Los integrantes si bien eran tres, lo bautizaron como cuatro en honor a Hugo Duvauchelle quien murió antes de la fundación de dicha compañía en el año 1958.

El funcionamiento de la compañía partía con las lecturas de los guiones teatrales, los cuales eran seleccionados previamente por Humberto y se comentaba entre todos la viabilidad de la puesta en escena; los detalles técnicos de escenografía y otros estuvieron a cargo de Héctor Duvauchelle o más conocido como Pepe, mientras que Orietta hacía relaciones públicas con Luis del Villar, dueño de la sala Petit- Rex, una sala pequeña ubicado al costado del Rex, porque en ella se hacía teatro infantil.

La Compañía de los Cuatro bajo esta dinámica independiente, se dio cuenta que no era demasiado difícil hacer una obra de teatro, puesto que se ganaba por porcentaje de acuerdo a las entradas recolectadas de la función. Dicha situación permitió contratar a más artistas de medio de la época, tales como Claudio di Girólamo, Franklin Caicedo, Pedro Mortheiru, Víctor Jara, entre otros. Algunos de las obras con alto éxito de taquilla, eran de dramaturgos norteamericanos y europeos tales como John B. Prestley, Peter Schaffer, Tennesse Williams, Norman Krasna, Nicolás Gogol y también de autores chilenos como Jorge Díaz, con “El Cepillo de Dientes”, la cual les dio la posibilidad de estrenar en la ciudad de Nueva York 78.

El Golpe de Estado los encontró ensayando en la sala Petit- Rex una obra chilena que preparaban para salir de gira y que Orietta no logra recordar. La represión y la rápida instauración de otros funcionarios en el poder, dejó sin margen alguno la posibilidad de realizar como a muchos de los artistas que apoyaron a Salvador Allende, poder volver a realizar su trabajo en Chile, puesto que, a partir de sus simpatías al gobierno popular, la compañía se hizo cargo del Instituto Independiente del Teatro o INTI, liderado por Humberto Duvauchelle.

Frente a esto último, el relato resulta a veces inconcluso. Identificamos el fenómeno de la autocensura en los artistas del teatro chileno de aquellos años que a consecuencia de los hechos traumáticos que vivió Chile tras el golpe de Estado, situación que ha dificultado la posibilidad de comprender el grado de compromiso de artistas del teatro y compañías teatrales quienes pertenecieron a un Chile cultural de los años sesenta, que acompañó la movilización política y cultural del entonces, con sus diferencias y afinidades, identificando que lo que primaba eran más las diferencias dentro de un constructo social que fue desarmadp independiente de sus compromisos políticos.

La siguiente etapa de la historia del teatro y de la Compañía de los Cuatro junto a un gran número de chilenos que vivió en el exilio, es una historia más conocida porque que ha sido historizada principalmente por periodistas, sociólogos, literatos y actores (Hurtado, 1977- 1983; Ochsenius, 1982, Rojo, 1983; Durán, 2012). Lo más reciente de la historia del teatro chileno sigue narrando temáticas tales como la resistencia de la dictadura o los nuevos lenguajes estéticos, o teatro callejero de los últimos treinta años, identificando a su vez, que existen relatos aislados de los años sesenta (Sepúlveda, 2001; Jeftanovic, 2009, Aravena, 2016) siendo esta investigación una contribución de aproximarnos a la historia del teatro que existía y convivía con sus afinidades y/o diferencias en los años previos al triunfo de la Unidad Popular.

La represión que marcó un antes y un después en la historia discontinua del teatro chileno, complejiza el panorama para la sistematización acabada de una sola gran historia. Esto último nos invita y abre interesantes interrogantes para comprender que en verdades históricas ningún tema está cien por ciento abarcado, comprendiendo que, dentro de la historia reciente chilena atravesada por un largo autoritarismo, generó abismos entre los grupos expulsados que siguieron desarrollando en la medida de lo posible un teatro con un lenguaje continuo, mientras que los que se quedaron en Chile resistían o se adaptaban a las nuevas circunstancias. A modo de conclusión abierta, ambos caminos llevaron a la mayoría de este tejido cultural a quiebres irremediablemente irreconciliables y que están a la espera de ser revelados a través del rescate de la memoria de los protagonistas y testigos de una época del florecimiento cultural chileno que fue inédito en la Historia Cultural de Chile.

Daniela Wallffiguer Belmar es Investigadora. Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de Concepción.

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