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El imperio (de la corrupción) contraataca. Por Lucio Cañete Arratia

Cuando la corrupción comienza a ser cada vez más evidente y la ciudadanía va comprobando los daños que ella provoca en diversos quehaceres, emergen movimientos sociales ya sea formales o informales para combatir este mal. Sin embargo, los corruptos que ostentan inmerecidos privilegios debido al abuso del poder que han ejercido, empiezan desde esas mismas posiciones de ventaja a protegerse de quienes legítimamente intentan derribarlos. Esta reacción concebida para debilitar al pueblo que confió en ellos otorgándoles un poder que se usó para propósitos distintos a los pactados y que ahora él reclama ante la flagrante traición, tiene al menos tres líneas de ataque.

La primera línea se puede denominar Lejanía donde los corruptos intentan convencer que nuestro país, a diferencia de otros en Latinoamérica, no es corrupto. Una vez que el pueblo se percata que la corrupción ya es toda una institución en Chile, es que logra vencer esta línea. Sin embargo, él debe enfrentarse a la siguiente línea de Inocuidad en la que los corruptos admiten que la corrupción sí está en nuestro país, pero afirman que su frecuencia e intensidad la hacen casi inofensiva. Si el pueblo no es convencido porque nota que la corrupción daña severamente la confianza pública, deteriora la meritocracia a todo nivel y atrofia el desarrollo económico, ya ha vencido esta línea. Finalmente, los corruptos al verse ahí superados activan su tercera y última línea donde argumentan en pos de la Irreversibilidad de la corrupción; es decir, si la corrupción ya está en Chile y provoca daños sensibles; ellos esgrimen que es muy poco lo que se puede hacer para erradicarla.

Estas tres líneas para su robustez requieren de toda una logística materializada por las densas y extensas redes que los corruptos han tejido desde sus puestos de poder y también de una eficiente retórica por parte de ellos. Así por ejemplo la palabra corrupción suele ser retirada del vocabulario mediático para crear en las mentes de la gente un escenario menos dañino al que existe y también para posicionar a dicho fenómeno como uno sin marcha atrás con el propósito de desmoralizar al pueblo quien indignado se puede convertir en un feroz adversario.

En cuanto a la Lejanía, si bien la corrupción en Chile comparada con la de otros países latinoamericanos parecía ser bastante menor, el levantamiento popular del 18 de octubre del 2019, gritó una de las oraciones más recurrentes desde todas las ciudades y desde todas las clases sociales: “No más abusos”. Es más, diversos estudios indican que Chile a lo largo de su historia siempre ha sido corrupto, probablemente de una manera más sutil a la de sus vecinos. Finalmente, tener como referencia a países latinoamericanos no es ningún marco de referencia aceptable por cuanto la corrupción al ser un fenómeno universal, las guías deben ser otros países de mejor rendimiento, donde los escandinavos dan ejemplo de comportamiento.

En cuanto a la Inocuidad, se ha demostrado que en Chile los daños materiales que la corrupción provoca son gigantes, equivalentes en unidades monetarias a los provocados por aquellos generados por los desastres naturales tales como las sequías prolongadas y los cuasi cataclismos. A estos se deben sumar los daños a la salud mental por el convencimiento de pertenecer a un ecosistema podrido. También se deben adicionar los costos sociales provocados por la pérdida de confianza en el Estado y en la meritocracia, haciendo que el discurso de que las instituciones funcionan y de que el esfuerzo es recompensado, sean solo un ridículo mito.

Respecto a la Irreversibilidad, ya existen experiencias registradas en algunos países del mundo donde se han aplicado medidas exitosas, mostrando que sí es posible reducir la corrupción a través de su transformación en un pésimo negocio para quienes la practican. Básicamente consiste en aumentar el riesgo del gesto corrupto entendido como la multiplicación de la probabilidad de ser descubierto por el costo de la sanción. Si la probabilidad de ser sorprendido en un acto corrupto y/o el castigo son bajos, no habrá incentivo alguno para que un agente tenga un comportamiento íntegro. Sin embargo, si aumenta la probabilidad de ser descubierto y a la vez aumenta la sanción, seguramente la persona será adversa a ese alto riesgo.

La Rendición de Cuentas que incluye transparencia en el actuar, justificación pública de él y compensación por malos resultados por parte de quienes los provocaron; es una manera de combatir a la corrupción por cuanto la persona queda obligada a hacerse responsable de su comportamiento conocido por todos, respondiendo con su patrimonio por los daños generados. Otra vía no excluyente sino sinérgica es la Protocolización de conductas, donde todo el actuar de los funcionarios públicos no debe quedar a discreción de ellos, configurando de esta manera un repertorio de algoritmos por el cual regirse sin dar cabida a que el agente opere como a él mejor le parezca para premeditadamente lograr un beneficio ilícito. Finalmente, la Desmonopolización también es un arma adecuada pues la pluralidad de tomadores de decisión hace más difícil que ellos sean corrompidos respecto de una única persona cuando ésta ostenta todo el poder resolutivo.

Sin embargo, todas las acciones contra la corrupción deben realizarse sin la participación de los miembros de parte de la élite que ya es pútrida porque para acabar con el imperio del mal que ellos manejan, el combate no debe ser con ellos, sino contra ellos.

Lucio Cañete Arratia
lucio.canete@usach.cl
Departamento de Tecnologías Industriales
Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile

El contenido de esta columna de opinión no representa necesariamente la postura de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.

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