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El mercado se equivoca. Por Alicia Gariazzo

Los argumentos que los teóricos liberales esgrimían contra el Estado de Bienestar en los años 60, se referían, principalmente, al hecho de que, según ellos, el Estado distorsionaba la economía, porque imponía reglas que impedían que se ejerciera la libre competencia entre las empresas. La idea, y así impartida por las Facultades de Economía de los países capitalistas de la época, era que la injerencia del Estado en la economía impedía que funcionara fluidamente la competencia perfecta.

La competencia perfecta era una ley casi inmanente que se acomodaba y equilibraba en el mercado por las leyes de la oferta y la demanda. Todo dependía de que consumidores y proveedores se pusieran de acuerdo en el precio. Estos últimos venderían más a mayor precio pagado y los compradores estarían dispuestos a comprar más a menores precios. El mecanismo se inspiraba en que cada cual quería lograr una máxima utilidad. La demanda solo podría verse levemente afectada por tres efectos: el Veblen, el Snob y el Bandwagon, debido a los cuales un consumidor podría comprar a un precio mayor al del equilibrio, pero ese tipo de situaciones eran ínfimas dentro de las transacciones totales, debido a lo cual los teóricos podían concluir que solo el Estado era el culpable de destruir la maquinaria perfecta que regulaba el mercado. El mercado asignaba los recursos y ponía cada cosa en su lugar.

Desde aquella época el mercado fue creciendo en importancia y ahora se ha convertido en una especie de sabio económico que informa diariamente a los medios de derecha acerca de precios, crecimiento y hecatombes financieras. Aunque estos deben reconocer que la mayoría de los días nos informan que ese día “el mercado se equivocó”, el cobre no bajó lo esperado o el crecimiento no será del porcentaje que el mercado anunció. Sería interesante que estos comentaristas nos explicaran dónde escribe el mercado sus predicciones y por qué se equivoca tanto.

Los neoliberales en Chile hasta hoy afirman que el fracaso de la Unidad Popular se produjo porque el Estado destruyó la economía, sin incorporar en sus análisis el impacto que pueden haber tenido en esta, la huida de capitales y el escondite voluntario de bienes y mercaderías por parte de sus dueños. El Estado la destruyó, según los teóricos más consecuentemente liberales, porque subsidió a las empresas estatales, generando distorsiones monopólicas, enemigas fundamentales de la competencia perfecta. Para los economistas neoclásicos, el monopolio debe ser eliminado como una lacra y expulsado del mercado.

No es posible creer que todos los teóricos de estos planteamientos, por cierto muy esquematizados en esta nota, eran fascistas partidarios de la liquidación del movimiento popular y amantes de las dictaduras. Es natural que haya habido muchos que sinceramente creían en la pureza del mercado. Lo notable es, por lo tanto, que no hayan dicho una palabra, ni hayan cuestionado por un minuto, los subsidios inconmensurables que el estado de Pinochet dio al sector privado chileno después de 1973.

Los jóvenes de Chile Vamos, Sentido Futuro y los nuevos referentes de derecha no quieren hablar del pasado, porque, legítimamente, no quieren mancharse con los crímenes de sus líderes fundadores y de sus antepasados, pero tampoco dicen una sola palabra que cuestione la infalibilidad del mercado.

Los subsidios entregados a privados después del 73, pueden encontrarse enumerados y cuantificados, con fuentes fidedignas, en el Informe de la Comisión Investigadora de las Privatizaciones de la Cámara de Diputados de 2004 que, en ese entonces, por razones misteriosas, ahora no tanto, jamás se pudo publicar en ninguna parte.

Se empezó con donaciones gigantescas desde el Ministerio de Bienes Nacionales, se devolvieron a sus dueños empresas intervenidas en las cuales el Estado había invertido, predios de la Reforma Agraria y otros. Las ventas a privados de las empresas estatales fueron compradas con créditos estatales desde la CORFO, prácticamente no pagados, y este regalo se justificó “por la inexistencia de un mercado de capitales”.

En 1982, cuando muchas de empresas privatizadas quebraron, el Estado las intervino, las capitalizó y luego las volvió a entregar a privados. Es decir, fueron subsidiadas dos veces. Si hoy el Estado pudiese hacer lo mismo con miles de MIPYME que se esfuerzan por sobrevivir, otro gallo nos cantaría y no tendríamos que llorar tanto por el precio del cobre. Las empresas doblemente subsidiadas fueron 43 y se llamaron las del “área rara”. Entre ellas tres AFP recién creadas con fondos del Estado y nuevamente subsidiadas hasta su reprivatización: PROVIDA, Santa María y Unión. Veintidós Bancos que habían sido intervenidos durante la Unidad Popular y devueltos a sus dueños en los primeros años de la dictadura. Tres ISAPRE: Colmena, Cruz Blanca y Luis Pasteur, también recién creadas. Quince empresas que actualmente pertenecen a los grupos económicos más grandes como la CCU del Grupo Luksic. Es decir, los Chicago Boys, enemigos de los subsidios estatales, en menos de veinte años entregaron el más grande subsidio que el Estado chileno haya entregado a empresarios en toda su historia. Al parecer el problema no es entregar subsidios, sino a quienes se les entregan.

Los análisis hechos por los neoliberales se basan en las predicciones del mercado, pero es claro que este se equivoca, no solo en estas, sino en lo que ha sucedido en Chile. Nuestro país, el niño símbolo del neoliberalismo, vive justamente lo contrario a lo que se perseguía después de 1973, pese a que el Estado chileno es cada vez más débil, no solo en cantidad, sino en la calidad de su personal. En Chile hay monopolios, los empresarios se ponen de acuerdo, sobornan y financian adeptos y sobre ello el mercado calla.

Pero no solo en Chile no funciona ni el mercado ni la competencia perfecta. Un reciente estudio de OXFAM concluyó que las 62 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, es decir la mitad de los habitantes del planeta. Esta concentración de riqueza en pocas familias aumentó desde 2010, en las que la mitad del dinero mundial se concentraba en 388 personas, en 2012 el número de personas disminuyó a 159, para llegar a 62 en 2015, poseedoras del 50% de la riqueza del planeta. De estas 62 personas, 53 son hombres y nueve son mujeres, lo que nos muestra que al mercado no le preocupa la igualdad entre hombres y mujeres.

El estudio agrega que de las 200 empresas más grandes del orbe, 188 tienen presencia en paraísos fiscales, cuyas cuentas suman US$7.600 billones, el 10% de la riqueza de la tierra.

En suma, los nuevos referentes de derecha pro libre mercado, que están preocupados por el futuro, deberían hacer un análisis mínimo de lo que ocurre con la competencia perfecta en Chile y evaluar si se cumplieron los objetivos que proclamaban los Chicago Boys se cumplirían con la destrucción del Estado de Bienestar.

Coincido en que el Estado no puede ser una máquina omnipresente que controle todo, incluido al ser humano, tenemos graves ejemplos en la historia de lo que ello significa, pero un Estado moderno, no solo porque ha incorporado la informática a sus funciones, es imprescindible. Lo es para apoyar a las pequeñas empresas con vocación modernizadora, pero con escasez de recursos para invertir, como son todas las relacionadas con las energías renovables. Para fiscalizar las tendencias monopólicas y las colusiones. Para idear las políticas nuevas que hay que implementar para contrarrestar los impactos de la disminución de los puestos de trabajo debido a la tecnología moderna, el aumento de la longevidad, los cambios que se están produciendo en la familia y los cambios valóricos. Para estimular la economía del conocimiento, la innovación y la investigación. Para desarrollar las inteligencias de los jóvenes no basta con crear otro ministerio, sino es necesario invertir seriamente y vincularse a los países más desarrollados en el desarrollo de la investigación científica.

Para ello se debe tener un Estado del tamaño del de los países desarrollados con economías austeras, como podrían ser las escandinavas. Carrera funcionaria y selección del personal por oposición de antecedentes donde solo fueran cargos políticos los de Ministro, Subsecretario y dos o tres asesores. Donde no se contratara operadores ni se pudiera triangular recursos con otras instituciones, tipo MOP GATE.

Tanto los libremercadistas, como los estatistas debemos conversar, llegar a acuerdos, reconocer errores y mirar el futuro aspirando a crear un modelo de sociedad que nos interprete a todos y que sea explicable a la opinión pública.

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