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EL MOVIMIENTO SOCIAL Y EL PARTIDO SOCIALISTA DE CHILE: UNA EXPERIENCIA HISTÓRICA. A propósito de los 40 años de la caída de su primera dirección clandestina. César Cerda Albarracín

A medida que se acerca el domingo 26 de abril, día de las elecciones internas del Partido Socialista en que sus militantes elegirán a los 111 miembros de su Comité Central los que a su vez elegirán a las máximas autoridades, en amplios sectores sociales crece el interés sociológico y político por conocer variados aspectos relacionados con la historia de este Partido. Ello es así, dado que esta organización posee un destacado papel en la escena política actual y porque ha sido desde su formación un referente político para amplios y variados sectores populares. A ello se suma, de que el Presidente Salvador Allende, la figura más querida y recordada de la historia de Chile, como lo demostró la encuesta “Los Grandes Chilenos” realizada por TVN en el año 2007, fue uno de los fundadores de este Partido en el cual militó toda su vida. Además, es la organización política a la que pertenece la actual Presidenta de Chile, Michelle Bachelet. Reafirma todo lo anterior el hecho de que en los últimos meses, la totalidad de los medios de comunicación le dedica a este Partido grandes espacios informando sobre los entretelones de su actual proceso eleccionario. Por último, coincide con otros dos aspectos sustanciales: el próximo 19 de abril se cumplen 82 años de vida de este Partido y 40 años desde que una de las dictaduras más horrendas de la historia de la humanidad hizo desaparecer a tres de sus máximos dirigentes: Exequiel Ponce, Ricardo Lagos y Carlos Lorca.

Todo lo anterior nos conduce a plantearnos una serie de interrogantes que tienen como centro a esta organización: ¿Qué es un partido político? ¿Qué es el Partido Socialista de Chile? ¿Cuándo, Porqué y Para qué se formó este Partido? ¿Cuáles han sido los hitos más importantes de su desarrollo? ¿Cuál ha sido su vinculación con el movimiento social? ¿Qué aportes ha realizado este Partido a la historia del desarrollo político y social de Chile? ¿Tiene vigencia histórica el Partido Socialista? ¿Cuán vigente están los principios fundacionales de ésta Partido?

¿Qué es un partido político? Su metodología de estudio

Como es sabido, el análisis de los Partidos en general, como objeto de estudio, es amplio y complejo y su historia se puede dividir en varias partes; ya sea la que trate sobre su nacimiento, su estructura interna, su ideología, composición social, su línea política, etc. Nosotros en esta oportunidad, nos referiremos a tres momentos del proceso de desarrollo histórico del Partido Socialista, momentos que consideramos fundamentales para entender y analizar la historia de este Partido y comprender su situación actual. Esto significa a la vez, referirse especialmente a tres momentos del desarrollo económico, social y político de la historia de Chile.

Ello es así, dado que nuestro análisis para la historia de un partido, se apoya en algunos principios metodológicos cardinales y que tienen como objetivo, reponer la perspectiva histórica, el historicismo en los análisis sociales, cuestión tan vilipendiada y negada por los ideólogos de la llamada postmodernidad. Ya Maurice Duverger, en su clásico libro, “Los Partidos Políticos” señalaba que “la mayor parte de los estudios relativos a los partidos políticos se dedica sobre todo al análisis de sus doctrinas. Esta orientación se deriva de la noción liberal que considera al Partido, ante todo, como un grupo ideológico”. (1)

Sintetizaremos nuestro enfoque sobre lo que es un partido, estableciendo algunos principios metodológicos básicos: Primero; todo partido político es un resultado histórico, es la expresión de una necesidad socio histórico, los partidos políticos son ante todo, formaciones históricas sociales. Segundo; todo partido es expresión y resultado de una determinada fase de desarrollo del movimiento social. Tercero; de ello resulta que puede existir movimiento social sin partido, pero no puede existir partido sin movimiento social. Cuarto; como es sabido, todo movimiento social es resultado de un conflicto no resuelto en la estructura social. Es la exteriorización, es la expresión del conflicto, no es el conflicto, como lo hacen aparecer los medios de comunicación duopólicos. Las fuerzas sociales económicamente dominantes (FSED) a través de sus medios de comunicación, difunden sus noticias manipulando intencionalmente el origen del conflicto, de tal manera que queda reducido como que se tratara de “el conflicto sindical”; “el conflicto mapuche”; “el conflicto estudiantil”, etc., etc. Con ello, intentan ocultar que todo conflicto social es de carácter estructural, y que obedece a los intereses sociales opuestos y antagónicos que se generan a niveles productivos ya sea en la esfera material o espiritual. De ahí resulta que, por su naturaleza, todo movimiento social es esencialmente político desde el momento que se orienta a generar un cambio en la esfera política de la sociedad. Ahí radica el principio de que, en última instancia, los movimientos sociales son ante todo las diferentes formas en que se expresa la lucha social, la lucha de clases.

Quinto; a partir de lo anterior, como formación histórica social, los partidos políticos son expresión de la estructura social, que es el nivel donde se desenvuelven las diferentes clases sociales que se forman en una sociedad históricamente determinada. Por ello, los partidos políticos son ante todo, expresión de las clases o fracciones de clases que se organizan políticamente para luchar por sus intereses. De ahí resulta que un partido político, no es una agrupación ideológica. Sexto; a diferencia de las clases sociales, que también son formaciones “histórico espontáneas”, los partidos políticos son constituidos por personas que actúan conscientemente “en la superestructura”, a fin de lograr objetivos sociales determinados. Ello descansa en un principio histórico que muchas veces se olvida: el de que los factores objetivos son siempre determinantes, pero su accionar se manifiesta únicamente a través del factor subjetivo. Desde el punto de vista político el Partido es ese factor subjetivo más importante. Ahí es entonces donde radica la esencia de su responsabilidad histórica, dado que su función histórica principal, es luchar por la defensa de los intereses de las clases o fracciones de clase que dice representar. Séptimo: El partido político es por lo tanto una organización social voluntaria, una unión de individuos que asumen conscientemente luchar por una tarea transformadora. Estos individuos transformados en Partido, su aspiración máxima es la conquista del poder para la utilización de éste, al servicio a los intereses de las clases o fracciones de clases que representa. De ahí que Roberts Michels, en su clásico ensayo “Los Partidos Políticos”, señalara que las concepciones y las preferencias políticas de los individuos están determinadas por sus orígenes sociales y sus condiciones de vida. (2)

Por ello, quien quiera analizar la formación y desarrollo de un partido político, necesariamente debe analizar las condiciones históricas concretas que determinan su nacimiento y proceso de desarrollo. A partir de lo anterior, se trata de analizar concretamente los niveles y desarrollo de la lucha social en un país concreto. Para la historia, como ciencia social, no existe lugar para aquellos que analizan la historia y desarrollo del partido “en sí y para sí”, como una especie de cuerpo en proceso de “autodesarrollo”.

Pero, si ello es así, entonces ¿Cuáles fueron las condiciones históricas concretas que condujeron a la formación del Partido Socialista de Chile? ¿Por qué y para qué se formó este Partido? ¿Cuál era la situación del movimiento social cuando se formó el Partido Socialista?.

Condiciones históricas que condujeron a la formación del Partido Socialista. Consideramos que la “Declaración de Principios” de 1933, “Las Resoluciones” del XI Congreso de octubre de 1946, y el “Documento de Marzo de 1974” constituyen los tres documentos más importantes de la historia del Partido Socialista de Chile. Esto significa que quien quiera estudiar, analizar y comprender el proceso de desarrollo del Partido Socialista de Chile, necesariamente tiene que tomar en consideración estos tres documentos y el contexto histórico que les dieron origen. Desde el punto de vista ideológico y político, estos Documentos, en su conjunto, constituyen los más trascendentales aportes que ha hecho el Partido Socialista a la elaboración de un acertado diseño de la línea estratégica para el proceso revolucionario chileno. Entre estos tres documentos existen una estrecha relación de continuidad y discontinuidad y que a su vez marcan y expresan el extraordinario proceso de desarrollo ideológico político del Partido Socialista.

Históricamente, y de manera sintetizada, sostenemos que la naturaleza, función y objetivos históricos de este Partido, surgen determinados por las fuerzas sociales populares que le dieron origen. De ahí que el Partido Socialista de Chile, sea la expresión social y política de un conjunto amplio de fuerzas sociales que históricamente luchan por superar y abolir el nudo de contradicciones que caracterizan el desarrollo del capitalismo en chile. Se trata de un conflicto histórico. Cada uno de los documentos señalados, reafirma la naturaleza y los objetivos revolucionarios del Partido Socialista y entrega orientación al movimiento social que representa.

La trascendencia histórica de la Declaración de Principios de 1933, radica en que echó los cimientos, la matriz teórica, los basamentos estratégicos y políticos del Partido Socialista, determinando su carácter, naturaleza, función y objetivo históricos. Dada la importancia que tiene este Documento para comprender la historia del Partido Socialista, nos detendremos algunas líneas para analizar las condiciones históricas que existían en Chile al momento de la formación de este Partido, marco sobre el cual descansa su Declaración de Principios.

Veamos: El proceso que desembocó en la formación del Partido Socialista y que influyó decididamente en el contenido de su Declaración de Principios, estuvo determinado por las características por las que atravesaba el movimiento social chileno en ese entonces, sumido bajo las condiciones de una profunda crisis generalizada de la modalidad oligárquica de desarrollo del capitalismo salitrero chileno y gatillada por las repercusiones en Chile de la gran crisis capitalista mundial de 1929. Para estudiar la formación del Partido Socialista de Chile se debe tener presente que su nacimiento se inserta en uno de los periodos más significativos y complejos de la historia de las luchas sociales de nuestro país. Tiene como trasfondo una complejísima combinación de factores económicos, sociales, políticos e ideológicos que se generaron a escala nacional, sobre los cuales influyeron de manera sustantiva, y en casos determinantes, los complejos procesos que se desarrollaban a escala internacional. Se trata de un periodo que se inicia a fines de 1916, con motivo de la extraordinaria baja que experimentó el precio del salitre a escala internacional, hasta los primeros años del segundo gobierno de Arturo Alessandri, en 1934. Constituyó un “tramo” de nuestra historia, plagado de contradicciones de toda índole, de extraordinarios desplazamientos sociales, de reacomodos y reubicaciones, de nuevos alineamientos políticos de fuerzas en núcleos completos de clases y fracciones de clases, y dio motivos para nuevos y a veces confusos comportamientos políticos. Chile arrastraba una matriz preñada de contradicciones de toda especie, moldeada por casi un siglo en los débiles cimientos de una economía primario exportadora y en la importación de manufacturas desde los países imperialistas y que por más de tres décadas se encontraba en extrema dependencia de los ingresos que aportaba la exportación del salitre. Los efectos por la baja vertical de los precio del salitre en el mercado internacional, no se hicieron esperar. Casi de inmediato, se produjo un resquebrajamiento del conjunto de la estructura de dominio, abriendo un periodo de inmediatas y generalizadas convulsiones internas que agudizaron en extremo el nudo de contradicciones que caracterizaban al país, cobrando un inusitado impulso la lucha democrática, nacional y antiimperialista de las masas.

En efecto. El espectacular descenso que se generó en las exportaciones del salitre, se unió la restricción obligada de las compras en el exterior. Las dificultades del intercambio con los países europeos, sumidos todos en la conflagración mundial, creó condiciones favorables para el aumento de las importaciones desde EEUU., el cual, desde entonces, pasó a dominar el mercado nacional. Por otro lado, debido al quiebre de la política tributaria como resultado de su completa dependencia de los ingresos que aportaba el salitre, significó que, además de la paralización de las obras públicas y el no pago de los sueldos públicos, se establecieran nuevos impuestos para remediar en parte la magnitud que alcanzaba el déficit fiscal. Por otra parte, tampoco se pudieron pagar los sueldos de las FFAA, generándose en su interior, una intensa y extensa discusión que demostraba el ascendente proceso de politización que se generaban entre sus filas. La participación más activa en la lucha social y política de partes considerables de las capas medias, incluidos núcleos enteros de ellas al interior de las FFAA, demostró el grado de profundidad de la crisis, al afectar el “epicentro del poder”: las fuerzas armadas.

El desarrollo vertiginoso que alcanzó la actividad de las masas, la extensión y amplitud que tuvo la movilización social, el movimiento huelguístico y de protesta de los trabajadores, constituye el mejor ejemplo del reflejo social y político de la crisis. Se contabilizan en casi todo este periodo, con altos y bajos, cerca de 4.000 conflictos huelguísticos, sin mencionar las numerosas huelgas nacionales impulsadas por algunos gremios, los numerosos paros de solidaridad o paros generales que se realizaron en varias ciudades y provincias. En cifras, la paralización de faenas significó la cesantía de decenas de miles de trabajadores, de manera que ya en el año 1922 los cesantes superaban más de 120.000 personas. No se debe olvidar que la población total del país a la fecha apenas bordeaba los 3 millones de habitantes.

Es bastante conocido el informe de la Liga de las Naciones que sitúa a Chile como el país más afectado por la crisis en su comercio internacional. El valor de las exportaciones en 1932 llegó sólo al 12% de lo que se exportaba en 1929; de 2.293 millones de pesos oro que se exportaban en 1929 bajó a 282 millones en 1932. Estas cifras reflejan la caída tanto en el volumen del comercio como en los precios internacionales. Entre 1929 y 1932, a modo de ejemplo, el valor de las exportaciones de salitre se desplomó en casi un 95%, mientras que su volumen se redujo en más del 91 %. La contracción de las exportaciones obligó a restringir las importaciones: de 1.617 millones de pesos oro en 1929, se descendió sólo a 214 millones en 1932. Al mismo tiempo, los préstamos que el país recibía de los Estados Unidos se secaron drásticamente: de los 443 millones de pesos recibidos en 1929, se pasó a 22.4 millones en 1932 hasta llegar a cero en 1933 (3). Los efectos sociales tampoco se hicieron esperar. El desempleo en la minería fue dramático, si se considera que de los 91.000 obreros trabajando en el sector hacia fines de 1929, sólo quedaban 31.000 en actividad hacia fines de 1931. La paralización se extendió a los otros sectores de la economía. La producción industrial cayó un 25% en 1931, en tanto que el valor de las exportaciones agrícolas cayó un 86% entre los años 1929 y 1932. También la construcción alcanzó su peor momento en 1932, contribuyendo otro tanto al alza del desempleo (4). Como el Estado se financiaba fundamentalmente de la tributación del comercio exterior, la crisis causó un fuerte impacto al financiamiento público Los grandes cambios internacionales y sus repercusiones en Chile.

Entre los factores internacionales más significativos y que tuvieron una mayor, profunda y directa repercusión en los procesos que a nivel interno se desarrollaban, corresponde señalar los siguientes: las consecuencias que se originan como resultado de la Primera Guerra Mundial; las repercusiones de la Revolución Socialista de Octubre en Rusia; los efectos que en Chile desencadenaron la Gran Crisis Capitalista Mundial de 1929 originada en EEUU y los efectos de la política del “Gran Garrote” implementada por el imperialismo norteamericano en contra de los países de América Latina desde inicios del Siglo XX.

Como resultado del debilitamiento sufrido por Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial, entonces el más poderoso país imperialista a escala planetaria, le arrastró a una significativa disminución de su presencia imperialista en Chile y en el continente. A partir de entonces, la penetración de los monopolios norteamericanos, acompañados de su fuerza militar y presión política en aguda pugna con los principales países imperialistas europeos, abarcó las principales esferas de la economía nacional. La presencia imperialista de los EEUU. adquirió un “doble carácter”: por una parte, el imperialismo norteamericano comenzó a tomar parte más activa de las relaciones de producción nacional y, al mismo tiempo, constituyó un elemento foráneo que explotaba los intereses de la mayoría de la nación y su pueblo, arrasando con sus recursos naturales, condicionando en última instancia la soberanía económica y política del país. Alrededor de 1930, los capitales norteamericanos invertidos en nuestro país bordeaban los 720.000 millones de dólares como mínimo; esa cantidad representaba alrededor del 5% del total de inversiones hechas por los norteamericanos en el mundo y cerca del 14% de las hechas en América Latina. 330.000 millones de dólares lo eran en empresas mineras, y 66 millones en empresas de comunicación y transportes. En igual periodo, las inversiones norteamericanas representaban el 70% de las inversiones extranjeras en Chile, y en 1926, eran sólo del 50%, lo que demuestra la rapidez que adquirió su penetración. Mientras tanto, las inversiones británicas se calculaban en 330.000 millones de dólares (5). Este doble carácter de la presencia del capital imperialista norteamericano (como factor interno y factor externo), la abierta y sangrienta aplicación de la “Política del Garrote”, y en ese contexto, el enorme impacto que generó en los estudiantes de América Latina el asesinato del “General de Hombres Libres”, César Augusto Sandino en Nicaragua mandatado por EEUU, sumado a la abierta disposición de las distintas fracciones burguesas a esta penetración, constituyeron factores que repercutieron profunda y directamente en el sentido que adquirieron las movilizaciones sociales en todo ese periodo.

Al mismo tiempo que continuaba desarrollándose la contradicción fundamental de la sociedad chilena – la contradicción entre capital y trabajo – y aquellas contradicciones que resultaban del carácter de la conquista, especialmente el problema de la tierra – se unió estrechamente a ellas, la contradicción entre la mayoría de la población chilena y el imperialismo, particularmente el norteamericano. El problema nacional ganó, de este modo, una dimensión mayor y pasó a constituir parte integrante de la programática transformadora del país. Fueron los fundamentos de lo que más tarde se le denominará, “nacionalismo revolucionario”, o nacionalismo de nación oprimida, que en muchos países de América Latina se elevó a niveles de teoría, constituyendo desde entonces fundamento ideológico de muchos partidos y movimientos demócratas revolucionarios. En el caso concreto del Partido Socialista, constituyó parte importante de la fisonomía ideológica política de sus fundadores y se reflejó también en su Declaración de Principios. Se debe señalar, que el nacionalismo de nación oprimida, es antagónico al “nacionalismo de nación opresora”, que es base del nacionalismo patriotero, “chauvinista”, y que es utilizado por algunos regímenes dictatoriales para “unir la nación” frente a un supuesto enemigo externo. Fue el caso del pinochetismo que creó ese supuesto enemigo externo, manipularon a gran parte de la población convirtiendo a todos los que no apoyaban el golpe, como “marxistas”, enemigos de la “patria” aliados de ese enemigo externo, para justificar en parte sus horrendos crímenes. En otros casos, este nacionalismo se justifica así mismo, recurriendo al argumento de que para el desarrollo del propio país, se requiere explotar los recursos o riquezas de otros países.

La Revolución Socialista de Octubre constituyó uno de los factores más significativos a nivel internacional que tuvo una amplia y directa repercusión en los procesos sociales y políticos internos de nuestro país e influyó enormemente en el modelamiento de la fisonomía ideológica y política del movimiento social. La toma del poder por obreros y campesinos en Rusia conducidos por los bolcheviques liderizados por V.I Lénin, al tiempo que le otorgó una nueva dimensión a la lucha de clases a nivel internacional, por su contenido, dimensionó también el carácter de las movilizaciones de núcleos importantes del proletariado nacional. Este hecho se dió principalmente en los núcleos concentrados en las minas y los yacimientos salitreros, manifestándose en la combatividad y dinamismo que le imprimieron a sus luchas. Expresión casi directa de ello, fue la formación del Partido Comunista en enero de 1922 a partir del Partido Obrero Socialista (POS) formado por Luis Emilio Recabarren en el año 1912.

La Revolución de Octubre, influyó enormemente sobre amplios sectores de capas medias proletarizadas, trabajadores en general, incentivando a que sus elementos de mayor experiencia y tradición en la lucha democrática y anti-oligárquica a adoptar posiciones de acercamiento al socialismo. Sectores sociales, movidos por “la cuestión social”, fueron impulsados a tomar conocimiento de la experiencia soviética, confrontándolos al mismo tiempo, con la profusa literatura del socialismo utópico y anarcosindicalista que en aquel entonces constituía la principal fuente ideológica que les orientaba para su participación en la lucha social. La propia crisis estructural de la modalidad oligárquica del “capitalismo salitrero chileno”, acercó hacia posiciones socialistas a vastos sectores de artesanos y capas medias en general arrastrados explosivamente a la miseria dado los efectos de la devastadora crisis económica nacional. La joven república de los soviets, constituyó en definitiva uno de los factores externos más importantes que influyó poderosamente en el “modelamiento” del pensamiento ideológico y político de amplios sectores sociales, especialmente capas medias proletarizadas y trabajadores en general, constituyendo un factor de gran influencia en su comportamiento político en todo ese periodo. Sectores importantes de intelectuales, artesanos y asalariados en general que dieron forma al Partido Socialista fueron parte de ese proceso.

Lo que debe quedar claro es que esta crisis, que afectó a la sociedad chilena hasta los primeros años de la cuarta década del Siglo XX, provocó un ensanchamiento considerable del frente de fuerzas sociales en contra del sistema, lo que exigió encarar de manera distinta a como se planteaban hasta entonces los complejos problemas de la estrategia revolucionaria. Las cuestiones de la política de alianzas, del carácter de la revolución entre otras, constituyeron capítulos en que se hizo evidente la debilidad estratégica del principal y único partido revolucionario hasta entonces, el Partido Comunista. Reprimido fuertemente por la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931), y en medio de una aguda confrontación interna entre “trotskistas” y “estalinistas”, sostenía posiciones esquemáticas y sectarias que lo debilitaban y aislaban del movimiento social. Al interior del joven Partido Comunista, se procesó una recepción más emocional que racional del “eco de octubre”, lo que se materializó en conductas excluyentes y vanguardistas. “En su primera etapa de su existencia”, resume el historiador H. Ramírez Necochea “la línea política del Partido tuvo una desviación inconfundiblemente “izquierdista”, “infantilista”, impregnada de marcado sectarismo. Tanto arraigó este defecto que ni siquiera se pensó hacer del Partido una potente organización de masas nutridas con la sabia del comunismo, que extendiera el radio de su influencia a todos los ámbitos de la vida nacional; lejos de esto, se concibió al Partido como una especie de círculo estrecho, como un “órgano conspirativo de clase; sólo pueden militar en él los elementos probados y después someterse a las labores que el Partido les designe como candidato afiliado” (6)

Las agrupaciones “demócratas revolucionarias” y la “República Socialista”. Bajo estas condiciones, sectores de las capas medias radicalizadas, amplios sectores de obreros y grupos asalariados en general organizados espontáneamente, lograron hegemonizar a las masas en movimiento, impulsando las demandas populares por transformaciones radicales en la estructura capitalista del país. El vacío hegemónico que caracterizó a las distintas fracciones del bloque burgués a finales de los años 20 y principios del 30 del Siglo XX, se combinó con un virtual vacío de dirección del movimiento social democrático, popular y antiimperialista que impulsaba alternativas antagónicas al sistema imperante.

Dado el vacío de dirección política del amplio frente social orientado en la perspectiva nacional, democrática y popular y debido a la urgente necesidad de dotar de una estructura organizada al movimiento espontáneo de las masas, es que surgen nuevas y variadas organizaciones de carácter democrático revolucionarias que se nutren de sectores de las capas medias, de núcleos de la clase obrera y trabajadores en general. La propuesta programática amplia de estas organizaciones y su valiente y consecuente conducta demostrada por sus dirigentes ante los violentos y difíciles acontecimientos políticos del periodo, su estrecho y permanente vínculo con el movimiento social, les permitió generar rápidamente un gran respaldo y apoyo de las masas populares.

Sectores proletarizados de las capas medias, núcleos de obreros lanzados abruptamente a la cesantía, artesanos e intelectuales que participaban activamente en la lucha social, miembros todos del poderosos movimiento social que se lanzaba permanentemente a las calles, logran fortalecer su propuesta política , le dan un nuevo nivel a su espontaneidad, y se organizan para luchar y botar la dictadura ibañista. Estos grupos socialistas que posteriormente, el 19 de abril de 1933 confluyeron en la formación del Partido Socialista de Chile fueron: La Nueva Acción Pública (NAP); la Orden Socialista (OS); la Acción revolucionaria Socialista (ARS); el Partido Socialista Marxista (PSM) y el Partido Socialista Unificado (PSU), producto de la fusión del Partido Socialista Revolucionario (PSR) con un anteriormente formado Partido Socialista Internacional (PSI). Sectores de ellos, pusieron de manifiesto en sus documentos programáticos, las percepciones que tenían de las nuevas cosmovisiones que se debatían a nivel nacional e internacional y que en gran parte alimentaban su activa participación en la lucha social y política: lo nacional, lo popular, lo comunitario, lo social, lo “latinoamericanista” el socialismo, se transformaron en ideas fuerzas así como también la redefinición profunda del papel y función del Estado en la sociedad, que las FSED, había puesto por más de un siglo al servicio de las políticas librecambistas y a los intereses foráneos Sectores de las FFAA evidenciaron síntomas claros de alineamiento a los postulados demócratas-revolucionarios que impulsaron sectores de intelectuales y que habían quedado en evidencia con la insurrección de la Escuadra el primero de septiembre de 1931 y de la República Socialista de los 12 días con la participación de algunos de ellos en la elaboración de la programática de las alternativas democratizadoras, nacionales, populares que se levantaron en aquella fase. Es sobre la base de estas condiciones históricas que dieron forma a las organizaciones demócratas revolucionarias, las mismas que más tarde formaron el Partido Socialista de Chile. Por otro lado, desde el punto de vista político, las elecciones de octubre de 1932, evidenciaron los notables cambios en la correlación de fuerzas después de derrotada la “República Socialista” el 16 de junio de 1932. La programática auténticamente democrática, popular, nacional, liberadora, latinoamericanista y socialista impulsada por las agrupaciones demócratas revolucionarias que se habían organizado en la lucha contra la dictadura de Ibáñez desde fines de los años 20 del Siglo pasado – probados consecuentemente en los 12 días – ganaron un amplio espacio entre las masas populares.

Apoyado en las “Milicias Republicanas” (7), las medidas represivas, prácticamente dictatoriales, tomadas por el segundo Gobierno de A. Alessandri (1932-1938) una vez electo a fines de 1932, no fueron suficientes para provocar un descenso del estado de ánimo de las masas. Al contrario, el desplazamiento de amplios sectores sociales a esta programática se tornó mucho más evidente: “Los empleados, los obreros – señala C. Charlín en su clásico libro “Del avión rojo a la República Socialista” – comenzaron a ser atraídos hacia tiendas política nuevas o que nunca antes se preocuparon de sus problemas.

Los universitarios, la juventud en general, tomó líneas en la lucha social, recuperando las actividades políticas” (…) “se produjo un gran movimiento de politización de las masas” (8) Quedó en evidencia la necesidad de formar una nueva alternativa que diera respuesta a la demanda del movimiento social “callejero”. Se trató de una alternativa demócrata revolucionaria, de carácter nacional, popular, democrática-socialista, antagónico a las alternativas política sostenedoras del sistema de dominio y diferente pero concordante a las alternativas “maximalistas”, de la “dictadura obrera”, que impulsaba el golpeado Partido Comunista.

El Nacimiento del Partido Socialista

En la reunión del 19 de abril de 1933 se decidió la unificación de las agrupaciones socialistas. Se nominó la Comisión Redactora, se leyó una Declaración de Principios Fundamentales”, que fue la que dio origen a la Declaración de Principios del nuevo Partido – Programa Estratégico – y su Programa de Acción Inmediata – Programa Mínimo, ambos aprobados posteriormente en el Primer Congreso realizado desde el 27 al 30 de octubre del mismo año. Al mismo tiempo, se dió forma a la dirección máxima del Partido, eligiéndose a Oscar Schnake, Secretario General y a Marmaduque Grove y Eugenio Matte como integrantes de ella.

Un análisis de las ocupaciones que tenían los 447 miembros fundadores del Partido, es ilustrativo de su composición social al momento de su formación: 89 intelectuales; 24 pequeños comerciantes; 166 empleados (públicos y privados) y técnicos; 37 artesanos; 117 obreros; 22 sin ocupación y otros. (9) Desde el punto de vista de su composición política, en su dirección máxima, se encontraron antiguos miembros del Partido Radical, del Partido Demócrata y del Partido Comunista, junto a algunos ex militantes de organizaciones anarcosindicalistas, activos miembros de la masonería y ex militares.

Además Marmaduque Grove, era masón el abogado Eugenio Matte Hurtado, el que a los 23 años de edad ocupó el cargo de Serenísimo Gran Maestre. Desde el punto de vista de su composición social, en el núcleo dirigente, cumplieron función destacada, junto a un pequeño número de obreros como Augusto Pinto, experimentado luchador sindical, compañero de lucha de L. Emilio Recabarren.; los obreros Zacarías Soto y Luis Escobar. Segmentos de las capas medias precipitados al campo de las ideas revolucionarias, principalmente ex dirigentes estudiantiles, educadores e intelectualidad revolucionaria. También ex miembros de las FFAA, que, además de Marmaduque Grove, se encontraban su hermano Jorge Grove, oficial del ejército y algunos otros oficiales y suboficiales de la aviación y de la tropa de la marinería.

El destacado historiador chileno y uno de los fundadores del Partido Socialista, J. César Jobet, señala: “En su origen el Partido reunió a un gran grupo de obreros, artesanos, campesinos, trabajadores de cuello blanco y estudiantes”(…) “muchos de ellos no tenían ninguna experiencia previa en cuanto a la organización de un partido político: pero un buen número provenía de otras organizaciones; del Partido Radical y del Partido Democrático; de grupos anarquistas y cédulas comunistas, de logias masónicas e iglesias evangélicas; había también ex militares, agitadores, miembros de cooperativas, profesionales e intelectuales rebeldes: Era una masa diversa, tumultuosa e impaciente; aunque carecía de una formación ideológica seria, estaba decidida a la acción y a la lucha”. (10)

La vitalidad de la Declaración de Principios del 33.

La fisonomía ideológica política de los fundadores del Partido Socialista quedó resumida en su Declaración de Principios del 19 de abril de 1933. La concepción del mundo que fundamentó esta declaración, fue “el marxismo enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social” A partir de esa matriz, la Declaración de Principios, estableció los lineamientos centrales que posibilitaban una orientación justa en la lucha de clases en el periodo, específicamente en el complejo tema del carácter de la revolución, del tipo de Estado y de la vía más probable para conducir a las masas trabajadoras al poder, es decir, para asumir el control y la transformación del Estado. La Declaración reflejó un conocimiento principalmente empírico de la realidad chilena, y no un dominio acabado de los conceptos de las ciencias sociales. Sin embargo, ello no disminuye ni un ápice acerca del acierto fundamental de aquellas orientaciones para enfrentar la lucha de clases, del movimiento social en las calles, en particular, en un periodo en que las fuerzas sociales que luchaban por cambios revolucionarios, carecían de lineamientos estratégicos basados en una interpretación científicamente acabada de la realidad chilena. En tal sentido, la Declaración de Principios que selló la matriz del Partido Socialista, se adelantó históricamente al manejo de conceptos, una metodología y conclusiones que hoy día son más ampliamente conocidos. La Declaración de Principios, tuvo el extraordinario aporte, de captar la esencia del conflicto histórico que caracteriza el desarrollo del capitalismo chileno: Una pequeñísima pero poderosa minoría social, que se apropia de lo que produce el pueblo chileno.

La Declaración se mueve en torno a cinco grandes ideas que a nuestro juicio son las que le dan trascendencia histórica: primera; la relativa a la convergencia de las tareas democrática-liberadoras y anticapitalistas; la cuestión de la solución revolucionaria del problema del poder; la proyección latinoamericana-internacional de la revolución chilena; cuarto, el extraordinario aporte de que sólo la lucha por la profundización de la democracia es la que determina la conquista del socialismo, y que en última instancia ello solamente lo decide el movimiento social. La lucha por la conquista plena de la democracia, es tarea del socialismo. Cinco: para realizar tales objetivos, se requiere la unidad de las más amplias fuerzas sociales interesadas en la profundización de la democracia, los mismos que deben instaurar “una dictadura de trabajadores organizados”. Al respecto es preciso tener presente que el concepto trabajadores se utilizaba en un sentido amplio, que iba mucho más allá de los obreros o asalariados “puros”, e incluía a todos los que debían trabajar para subsistir. En el lenguaje de los socialistas de la década del 30, se hablaba de “trabajadores manuales e intelectuales” como la base social impulsora de la profundización de la democracia o “revolución democrática” en categoría actual. A este frente se sumaban el proletariado industrial, minero y agrícola, la categoría de empleados (públicos y privados), y la gran mayoría de la intelectualidad y de los profesionales universitarios y, en el contexto nacional, a importante franjas de la pequeña-burguesía productiva propietaria y no propietaria. Es decir, lo que bajo las actuales condiciones del modelo neoliberal, constituyen todos los explotados por la modalidad. De ahí es que sostenemos que, no obstante lo sintético, la Declaración de Principios estableció correctamente la tesis de las fuerzas sociales interesadas en la revolución democrática y liberadora en una perspectiva socialista, temática que se proyectó durante décadas en el debate teórico entre las fuerzas de izquierda de nuestro continente. En suma, se trataba de ir al socialismo a través de una revolución democrática, nacional y popular que sería llevada a cabo por las amplias masas trabajadoras, cuyos intereses sería expresado en un nuevo Estado de Trabajadores.

Otro de los temas de la matriz de los socialistas que se expresa en la Declaración, es el de la vía, descartándose explícitamente la posibilidad de la transformación evolutiva del estado, receta esta última, propia de las tendencias socialdemócratas que se habían estructurado en la II Internacional.

La matriz internacionalista de los socialistas.

Dado su significado histórico y su enorme actualidad, es necesario referirse a los postulados internacionales del Partido Socialista. Sostiene el compañero Clodomiro Almeyda en algunos de sus trabajos sobre la historia del Partido Socialista, de que la Declaración de Principios deja claramente establecida la vinculación internacional del proceso revolucionario chileno, desde el momento en que forma parte integrante de la lucha de los pueblos latinoamericanos por su emancipación nacional y social y a su vez un capítulo de la batalla contra la explotación que llevan a cabo “los trabajadores del mundo”.

El fuerte latinoamericanismo, al que nos hemos referido antes, que expresa la Declaración de Principios, tiene su base social de apoyo en las grandes masas explotadas de Chile y del continente; los trabajadores intelectuales y manuales. Era fruto de legados históricos que por las décadas del 20 y 30 adquirieron en los pueblos de nuestro continente una forma de “rebelión antiyanqui”. Era el “latino americanismo de continente oprimido”.

De ahí que resulta absolutamente ajeno a la naturaleza y principios internacionalistas del Partido Socialista, las conductas que asumen algunos de sus dirigentes parlamentarios militantes socialistas que en la actualidad cuestionan la revolución bolivariana y se unen a las directrices del imperialismo norteamericano y de las fuerzas más reaccionarias del continente. De igual forma resulta ajeno a la matriz internacional del Partido Socialista, cuando no expresan decididamente un total apoyo a las experiencias democráticas revolucionarias antiimperialista de los gobiernos de Ecuador, Bolivia, y Venezuela. Y, en esa misma línea, tampoco demuestran un apoyo más decidido, a los gobiernos de Argentina y Brasil.

Las resoluciones del XI Congreso. Octubre de 1946

Las resoluciones del XI Congreso de octubre de 1946, significaron cerrar una de las etapas de mayor retroceso teórico y político del Partido Socialista. Con anterioridad a ese Congreso y por un periodo de casi diez años, la gran parte de sus dirigentes abandonaron las posiciones de principio, y condujeron a este Partido prácticamente a su desaparición. Bajo esas circunstancias, las fuerzas sociales orientadas en la perspectiva democrática, nacional y popular, no se sintieron representadas por el Partido Socialista. Frente a ese descalabro, los elementos más conscientes, que habían tenido una actitud crítica y constructiva, pero siempre dentro de las filas partidarias, lograron desplazar a los que sostenían desviaciones derechistas, que habían fomentado el desquiciamiento orgánico e ideológico y el abandono de la línea revolucionaria que inspiró el nacimiento del Partido Socialista. Interesante resulta saber que la lucha contra el reformismo de derecha fue encabezada por el Secretario General de la Juventud Socialista en ese entonces, Raúl Ampuero, que junto a otros dirigentes juveniles y sindicales, iniciaron un proceso de recuperación del Partido, de su fortalecimiento orgánico y de reafirmación ideológica basada en la Declaración de Principios que había sido abandonada por las direcciones precedentes.

Con justa razón, los que conocen de la historia del movimiento social chileno en general, y la del papel jugado en esa lucha por el Partido Socialista en particular, denominan el XI Congreso, como el Congreso de la Recuperación Socialista. En especial se refieren a las resoluciones que profundizaron las propuestas del amplio frente social por los cambios revolucionarios en Chile que ya había formulado la Declaración de Principios en grandes rasgos. De ahí surgió, la denominada Línea de Frente de Trabajadores, que inauguró una nueva etapa en la lucha social y que fuera formulada magistralmente por uno de los grandes intelectuales chilenos y miembro fundador del Partido, Eugenio González. La Línea de Frente de Trabajadores, entregó el esencial mandato de profundizar la unidad de los trabajadores y sus partidos, lo que se materializó en un estrechamiento de las relaciones y trabajo conjunto con el Partido Comunista y las organizaciones sindicales, que entre los años 1947 y 1952, eran brutalmente perseguidos por el Gobierno de G. González Videla, bajo el amparo de una denominada ley “de defensa de la democracia”, o ley maldita como la denominó el pueblo.

No se debe olvidar que el XI Congreso de fines del año 1946, se realizó bajo nuevas condiciones internacionales que se generan a nivel planetario después de la Segunda Guerra Mundial, marcadas por los inicios de la llamada “Bipolaridad” lo que significó un agudizamiento extremo de las contradicciones entre las fuerzas del progreso y desarrollo de una parte, y las del imperialismo y las fuerzas reaccionarias de otra. Se trató de un periodo de las relaciones internacionales, en que el imperialismo norteamericano abandonó su mediática política de “Buena Vecindad” y arremetió con nuevas intervenciones abiertas y encubiertas en los procesos democratizadores que se impulsaban a nivel de países concretos. La “lucha contra el enemigo interno”, léase la lucha democrática y antiimperialista de los pueblos, se escudó con la imposición a todos los gobiernos de la época del Tratado de Asistencia Recíproca” – TIAR – en 1947, y la Organización de Estados Americanos – OEA – en 1948.

Las resoluciones del XI congreso, entregaron a los militantes del partido, una clara orientación en las complicadas cuestiones internacionales que permitieron más adelante que sus militantes tuvieran una actitud solidaria y consecuente con las justas luchas de los pueblos del continente. Fueron los basamentos que tuvieron los socialistas de la década del 60, para solidarizar y participar consecuentemente en la lucha democrática y liberadora en varios países latinoamericanos y sobre todo, el apoyo a la heroica revolución cubana. Es la base que tuvo siempre el compañero Presidente Salvador Allende para inspirarse y demostrar su conducta ejemplar cuando personalmente ayudó a rescatar a los restos de la guerrilla de Ernesto Guevara que pasaron a Chile después de su derrota en Bolivia. Fue también la base de la política internacional que se aplicó en el gobierno de la Unidad Popular, en la que los socialistas de la época tuvieron destacada participación. Por ello, insistimos que aquellos socialistas que no solidarizan con la revolución bolivariana, denigran la figura del “chileno más grande de la historia de Chile”, Salvador Allende y se ponen al margen de la matriz ideológica política del socialismo chileno.

El “Documento de Marzo”. Su significado histórico. El Documento de marzo de 1974, constituye el material más importante de la historia del Partido Socialista después del 11 de septiembre de 1973. Junto a la Declaración de Principios de 1933 y las Resoluciones del XI Congreso de octubre de 1946, establecen la matriz ideológica, política y estratégica de esta organización, definiendo el carácter, objetivos y sus tareas futuras.

Elaborado bajo las condiciones de la represión más brutal que se tenga memoria en la historia de Chile, del análisis del Documento de Marzo, se desprende que el fundamental objetivo que se plantearon los compañeros, fue el de entregar lineamientos políticos generales que permitieran orientarse a las dispersas fuerzas sociales y políticas, en los obscuros momentos por los que atravesaba el país. En ese sentido, fue un extraordinario aporte para la casi totalidad de los partidos populares, tal como lo señalaron y reconocen sus más destacados dirigentes.

Leído a la distancia, el Documento de Marzo asombra por su estilo didáctico, claro y directo, por la profundidad de su contenido, por el manejo conceptual, por el uso de las categorías de las ciencias sociales, por su absoluto e irrenunciable apego a los principios ideológicos revolucionarios, el marxismo. Científicamente ordenado en capítulos, avanza de lo general a lo particular, analizando en su Primer Capítulo, la situación internacional del momento. Luego, en su Segundo Capítulo, una magistral definición del significado y lugar histórico “de la experiencia revolucionaria de la Unidad Popular”. Más adelante, caracteriza de manera acertada la contrarrevolución y el significado histórico de ella y se adelanta en muchos aspectos a lo que después serían los fundamentos del modelo neoliberal. Señala acertadamente las características del “nuevo Estado”, el Estado ante todo represivo. Su Capítulo cuarto, “Las tareas del pueblo en la lucha por la democracia”, señala de manera visionaria de que “cuando más estrecha y brutal se hace la política de dominación del imperialismo y los monopolios, más amplia y flexible y no más sectaria ni infantilita debe ser la política proletaria”. A nuestro entender, el Capítulo V, “El Partido y la Construcción de la vanguardia revolucionaria”, constituye un extraordinario aporte, para comprender y analizar la historia del Partido Socialista de Chile. Su último Capítulo, “Vigencia histórica del Partido y sus tareas de hoy”, constituye prácticamente una clase magistral sobre teoría de Partido: Señala que “El arraigo del PS entre las masas populares, a lo largo de todo el país, es un factor esencial que testimonia su vigencia”. Y luego afirma categóricamente “LOS PARTIDOS NO SURGEN POR DECRETOS”, ni tampoco existen por decreto, agregamos nosotros. Sólo existen si son capaces de defender y ponerse a la cabeza de la lucha de las clases y fracciones que componen los explotados. En definitiva se trata de asumir y luchar por las demandas expresadas en el movimiento social.

Quien quiera analizar el Documento de Marzo desde una mirada estrecha, encontrará evidentemente algunos desaciertos. El objetivo de ese tipo de lecturas, es uno solo: desprestigiarlo. Muchos de ellos, esconden bajo esa mirada, una intencionalidad política, dado que el documento defiende, ante todo, la naturaleza revolucionaria, democrática y popular del Partido, única condición de su vigencia histórica.

¿TIENE VIGENCIA HISTÓRICA EL PARTIDO SOCIALISTA? ¿ES NECESARIA SU EXISTENCIA COMO PARTIDO POLÍTICO EN EL SIGLO XXI?

En la hora presente, bajo las condiciones de un ascenso paulatino del movimiento social, el Partido Socialista de Chile, se encuentra en una gran disyuntiva histórica que en definitiva decidirá su futura existencia como destacamento popular, demócrata y revolucionario: o retoma las demandas históricas del movimiento social que son impulsadas por las mismas fuerzas sociales que le dieron origen, o desaparece. En nuestro país no existe espacio para un nuevo partido reformista. Por su naturaleza social, por sus principios, no es el lugar de este Partido. La nueva fase y características del movimiento social demostrado durante el año 2011, posee algunos rasgos muy similares al movimiento social que dió forma al Partido Socialista de Chile en el año 1933. Se trata también de un movimiento social espontáneo, explosivo, que carece de dirección y orientación política. El actual vacío direccional del movimiento social en Chile, comprueba el principio rector de que puede existir movimiento social sin partido, pero no puede existir Partido sin movimiento social.

En las nuevas generaciones y en vastos sectores populares que participan en las movilizaciones sociales, la ira en contra del modelo neoliberal, también se ha expresado en rabia e indignación en contra de los partidos populares. En especial en contra del Partido Socialista, dada su naturaleza, sus objetivos y porque enlodan la figura del Presidente Allende y de los miles de sus militantes que a través de su historia ofrendado sus vidas por la defensa de sus principios. En el movimiento social, se agita y crece la demanda por la formación de un nuevo partido demócrata, popular y revolucionario, justamente el rasgo esencial del Partido socialista. Los ejemplos de España, con el partido Podemos y el de Grecia con Syriza, son extraordinariamente aleccionadores.

Los grandes espacios que le dedica la prensa del poder al proceso eleccionario que vive por estos días el Partido Socialista, comprueba y demuestra la potencialidad y la enorme capacidad de convocatoria que aún poseen sus postulados históricos. Desde hace más de medio año, el diario “El Mercurio”, no oculta la trascendencia que tienen en la hora presente estas elecciones y demuestra su preocupación por el resultado que pueden tener. De ahí que no esconde sus preferencias, demostrando su apoyo a toda aquella alternativa que pueda frenar las “reformas” que ofreció al pueblo la presidenta socialista Michelle Bachelet. Por sobre todo, se trata de cuidar la constitución del 80, engendro de uno de los regímenes más repudiados por la humanidad. Ésta debe continuar, y la preciada “institucionalidad” defendida por todos a los que protege, no es para aquellos que “fuman opio”. En esa dirección, el “Decano” como le gusta a si mismo denominarse, manifiesta abiertamente sus preferencias apoyando resueltamente la lista que encabeza Camilo Escalona, haciéndolo aparecer, entre otras “virtudes”, como “el mejor político que tiene hoy la izquierda chilena” (11). La pregunta que se hacen innumerables sectores del mundo popular es lógica, ¿Por qué “El Mercurio”, vocero de los intereses más reaccionarios de nuestro país, financista del golpe de Estado de 1973, financista también de la DINA, el periódico al que su dueño A. Edwards, “Don Agustín”, se le vincula directamente con los planes de la CIA para el derrocamiento del Gobierno Popular, aparece tan grotescamente apoyando a Camilo Escalona? ¿Porqué “El Mercurio”, en esa misma perspectiva, en las elecciones internas de la Democracia Cristiana encabezó una campaña de apoyo a Gutenberg Martínez uno de los personajes más obscuros de la política chilena? ¿Por qué “El Mercurio”, “aparejó” a Martínez y Escalona, mostrándolos casi como las figuras políticas más importantes en el país?

Existe una interesada campaña de las fuerzas reaccionarias tanto nacionales como internacionales para desnaturalizar al Partido Socialista. Entre otras, a nivel nacional se trata de romper lo que queda de vínculo del Partido Socialista con el movimiento popular y social. A nivel latinoamericano, se trata de sumar al coro de la orquesta norteamericana a más gobiernos y sicarios en contra de la revolución bolivariana, contra del Presidente Correa, contra del proceso boliviano. Se trata además, de debilitar al máximo el MERCOSUR y fortalecer la Alianza del Pacífico, etc., etc. Mientras tanto, se “cocina” por sectores de la Nueva Mayoría, de la UDI, de la DC, de “socialistas”, la iglesia y con el apoyo de los estrategas políticos norteamericanos llegar urgentemente a un “nuevo Consenso” para no desestabilizar el modelo. Consenso que tiene como objetivo evitar que se hagan públicas las “donaciones” de los grandes empresarios a los parlamentarios y que se calcula que involucran a alrededor de un tercio de la Cámara y del Senado. Históricamente, los empresarios han coimeado a aristócratas y antinacionales parlamentarios cuando, cosa curiosa, también se trató del “oro blanco”, el salitre. Lo nuevo, es que ahora parlamentarios “populares” son los que se venden, los coimeados. No tienen dignidad, son indecentes. En esencia, los empresarios que hoy a través de sus medios de comunicación instalan en la juventud el mensaje “del emprendimiento” como forma de vida, son los mismos que ayer coimearon a los parlamentarios en 1890 para oponerse y boicotear al Presidente Balmaceda para que no aplicara una política nacional con respecto al salitre. Prefirieron generar una guerra civil que costó la vida de más de 10.000 chilenos, para proteger sus mezquinos intereses, cumpliendo las órdenes de Thomas North, el “Rey de Salitre” y representante del imperialismo inglés en Chile. De lo que se trata ahora, es el “consenso” para evitar que se conozcan los espurios acuerdos a que incluso llegaron parlamentarios “socialistas”, como el Senador Fulvio Rossi, para continuar con las privatizaciones iniciadas por la dictadura y para seguir con el saqueo que realizan contra el pueblo chileno las transnacionales y la gran burguesía financiera chilena. Para arribar a este “nuevo consenso” se necesita de un Partido Socialista con dirigentes dispuestos a renegar de la naturaleza y objetivos históricos del Partido y recoger el llamado de la UDI, de “cuidar la institucionalidad” a toda costa. De ahí que, reiteramos, las próximas elecciones internas de este Partido, tienen un significado político extraordinario para la vigencia histórica de ésta organización.

Tal como señaló magistralmente el Documento de Marzo: “A los propios dirigentes de la burguesía les preocupa nuestra existencia, consolidación y desarrollo”…”Temen al Partido, no tanto porque lo estimen capaz por sí solo de derrotar a la dictadura, sino sobre todo, porque ven en él un elemento fundamental de la unidad de la clase obrera, del pueblo y de todos los sectores antifascistas. De ahí su empeño denodado de destruirlo a cualquier costo”. Y continúa más adelante, “El destino de un gran contingente obrero y de sectores pequeñoburgueses que interpretamos y conducimos se dispersarían anárquicamente si el Partido fuera destruido. De ahí un desafío para nuestras capacidades. LA UNIDAD DEL PUEBLO REQUIERE NUESTRA PRESENCIA”.

Ello explica los grandes esfuerzos que hizo la dictadura por destruir al PS: asesinato de sus más connotados y consecuentes miembros de su Comisión Política y de su Comité Central; de la casi totalidad de sus dirigencias regionales y seccionales, de sus dirigentes sindicales y juveniles, de sus dirigentes estudiantiles; el desaparecimiento sistemático de sus más lúcidos, y por ello los mas “peligrosos” cuadros; el montaje de falsas “direcciones clandestinas”; captación como miembros de la DINA de algunos de sus dirigentes, como Jaime López; operaciones de inteligencia y contrainteligencia al más alto nivel dirigidas y financiadas por la CIA, destinadas a confundir a sus militantes; montaje de “congresos” en el interior; fabricación a mediados de los años 80, justamente cuando el movimiento social se tomó las calles para derrocar a la dictadura, de más de 30 “partidos socialistas” en Chile”; etc., etc.

Pero Quedan abiertas varias interrogantes: ¿Por qué los socialistas actuales tienen esta conducta que, en su esencia, prácticamente significa abandonar sus principios ideológicos, su ética política y su historia? ¿Acaso la dirigencia en la actualidad no ha abandonado, al igual que antes del XI Congreso, los principios fundamentales, la matriz ideológica que caracteriza a esta organización? ¿Tan profunda ha sido la repercusión, el daño que produjo al interior de este Partido, el asesinato, el desaparecimiento, como Ponce, Lorca, Lagos y los miles de militantes que a lo largo del país, lucharon consecuentemente contra la dictadura, que le conduce a que finalmente abandonen sus principios históricos? ¿Dónde están en la actualidad los aportes de sus dirigentes máximos, sus parlamentarios para responder y darle conducción a ese movimiento social que se toma las calles por abolir este engendro “constitucional” que legitimiza el saqueo, la explotación, la coima, la miseria de la mayoría de la población? ¿Seguirá el Partido Socialista administrando el modelo o se pondrá a la cabeza del movimiento social que lucha contra el modelo? ¿Cuán vigente están presente entre el pueblo socialista los principios históricos y como lucharan para defenderlos? ¿Responderán a su legado histórico?

Notas: 1. Duverger, M. “Los Partidos Políticos”. Fondo de Cultura Económica, Colombia, 1994, pg. 10.

2. Véase: “¿Condenados a traicionar?”. Schwartz, A. “Le Monde diplomatic”, enero-febrero, 2015.

3. Varios autores. “Historia del Siglo XX chileno”. Sudamericana, 2001 pp. 105.

4. Id., pp. 106

5. Jobet, J.C., “Ensayo crítico del desarrollo económico y social de Chile”. Centro de Estudios del Movimiento obrero Salvador Allende, Casa Chile. México, 1982, pg. 177. Ramírez Necochea, H., “Historia del Imperialismo en Chile”. Chile, Austral, 2ª Ed., 1970 pg. 230

6. Ramírez Necochea, H. “Origen y Formación del Partido Comunista de Chile”. Austral, Chile, 1965, pgs. 274, 275.

7. La Milicia Republicana, fue el aparato armado que formó la oligarquía chilena, en momentos de una profunda crisis de pérdida de verticalidad en el mando al interior de las FFAA, como resultado de crisis total de la modalidad oligárquica del capitalismo salitrero chileno. En sus distintas ramas, en sectores de ella, se procesó un acercamiento a las propuestas democráticas y nacionales que se agitaron en esos turbulentos años. La Milicia estaba compuesta por alrededor de 40.000 “voluntarios”. Su objetivo era “la defensa del orden constitucional”, y cuya oficialidad la componían los más conspicuos miembros de la oligarquía.

8. Charlín C. O. “Del avión rojo a la “República Socialista”. Quimantú, Chile, 1972, pp. 732.

9. Winter Drake, P. “Socialism in Chile 1932-52”. University of Illinois. USA, 1978, pg. 56.

10. J. C. Jobet, “Tres semblanzas de socialistas chilenos”. Revista “Arauco”, octubre, 1965, pp. 22.

11. “El Mercurio”, Santiago, 14.12.2014.

Santiago, 8 de abril, 2015

César Cerda Albarracín Profesor Titular – UTEM

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