En una columna recientemente dada a conocer por Luis Mesina, el destacado líder del movimiento No + AFP, se llama la atención sobre la usual práctica del liderazgo reformista de invocar la desfavorble "correlación de fuerzas" como pretexto para justificar su espíritu de conciliación y recurrente postración ante las presiones e intereses del gran capital. Es lo que hemos visto de parte del "progresismo" en el curso de las últimas tres décadas y media. Por su parte, en la seguridad de que no encontrará mayor resistencia a sus demandas, la clase dominante no cesa de desplegar, sin el más mínimo pudor, su enorme poder de extorsión sobre las representaciones político-institucionales y, a través de ellas, sobre el conjunto de la sociedad.
Pero, ¿a qué alude el tan trillado concepto de "correlación de fuerzas", sobre todo cuando se lo emplea para dar cuenta de la situación que caracteriza al escenario político? ¿Cuáles son los elementos que lo definen? Desde luego, no se trata de las características generales que tipifican a la sociedad de clases en que a lo largo de la historia una minoría ha detentado el poder y explotado a la mayoría. Esta es una situación que alude a rasgos que por ser de carácter estructural, definiendo el modo de organización social existente, exhiben un alto grado de estabilidad y resistencia al cambio, a pesar de dar cuenta también del enorme potencial revolucionario presente en esa estructura social piramidal.
El concepto alude más bien a las formas de conciencia social, y sobre todo a los cambiantes estados de ánimo, que efectivamente imperan en la población en virtud de los problemas que afectan su vida cotidiana y del modo en que el común de las personas percibe sus causas. Se trata, obviamente, de percepciones que intentan ser sistemáticamente moldeadas por las fuerzas políticas en conflicto, buscando internalizar en la población una visión capaz de generar actitudes acordes a sus respectivas narrativas. Aquí el inmenso poder comunicativo de la clase dominante es sin duda inmenso, pero es claro también que, en determinados momentos, los estados de conciencia social pueden escapar a toda forma de control y llegar a detonar generalizadas explosiones de descontento.
La correlación de fuerzas alude, por tanto, a un proceso de lucha social de carácter esencialmente dinámico, y en cuya evolución resultan claves la claridad de objetivos, determinación y audacia de los liderazgos, a fin de desplegar la iniciativa política que les permita cohesionar, incrementar y movilizar sus propias fuerzas de apoyo para pasar decididamente a la ofensiva. Si, por el contrario, esos liderazgos carecen de tales atributos, la resultante pérdida permanente de la iniciativa política solo puede traer como resultado la desorientación, debilitamiento y finalmente derrota de las propias fuerzas. Es lo que, lamentablemente, hemos visto en Chile en el curso de estos dos últimos años.
El problema de fondo al que se enfrentan las fuerzas políticas que se reclaman de la izquierda no es, por tanto, lo que ellas pueden o no hacer con su representación parlamentaria –aun cuando el parlamento puede constituir una importante tribuna–, ni cuán fuerte pueda ser la capacidad de extorsión y cooptación que despliega la clase dominante. Lo verdaderamente importante es no perder el foco en los problemas reales que, en la constante confrontación entre "los de arriba" y "los de abajo", interesa abordar y resolver en interés del inmensamente mayoritario pueblo trabajador y cuáles las maneras más convenientes de hacerlo y comunicarlo, apelando para ello al apoyo activo de esa clara mayoría social.
En consecuencia, las fuerzas que buscan efectivamente cambiar el estado de cosas imperantes no pueden concebir el escenario político como exclusivamente circunscrito al plano institucional, es decir como un espacio de mera negociación y acuerdos cupulares. Ello equivaldría a dejarse extorsionar y renunciar al prioritario objetivo de generar y movilizar la fuerza social que se requiere para correr el cerco de lo posible. En efecto, lo que no se puede perder de vista, ni por un instante, es que, por la propia naturaleza de sus objetivos, la práctica política de todo proyecto de cambio social efectivo no puede tener un carácter meramente cupular sino que debe conservar siempre, esencialmente, un carácter definidamente plebeyo y por lo tanto centrado en la movilización popular y sus demandas.
3 de enero 2024
https://www.lemondediplomatique.cl/a-proposito-de-las-correlaciones-de-fuerzas-por-luis-mesina.html