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El patriarcado se derrumba. Visión de la crisis, desde el feminismo. Por Ana María Devaud

La subestimación de la conciencia popular, de su inteligencia y representantes, hoy es un discurso que ha quedado sin fundamento. Este prejuicio, causante de un alto porcentaje de indignación, corresponde, sin duda, al convencimiento que proviene de un tipo de educación de larga data, pero especialmente articulada en dictadura. Relevar la inteligencia popular conduce a otra reflexión: ni la tan exaltada educación privada, ni prestigiosas universidades extranjeras aseguran la entrega de herramientas, indispensables para gobernar actualmente, como: inteligencia emocional y política. Todo indica que este estilo de formación se realiza bajo un modelo parecido a una burbuja teórica basada en contextos antiguos o ficticios que actualmente se ahogan de realidad.

En estos días se han develado mitos y ha quedado expuesto el escenario sin maquillaje, como la Plaza de la Dignidad. Conmueve la desértica estampa de un lugar que, casi como siempre, fue elevado a la categoría de “monumento” a espalda del sentir popular. En estos tiempos basta sentarse entre los escombros para tomar consciencia de las imposiciones a las que ha sido sometida la ciudadanía en tantos ámbitos, no solo por años, sino por siglos. Es el descubrimiento de sacrosantos e intocables espacios y plazas donde se han instalado los héroes (y escasas heroínas) con nombres y símbolos que en su mayoría no conocemos o peor aún no nos pertenecen en absoluto, sobre todo cuando nos enteramos de que “cierto héroes” se destacaron por su violencia sanguinaria en contra del pueblo. Esta imposición corresponde perfectamente a la imposición de todo un sistema patriarcal que designa, no solo a los héroes, sino cómo vivir y lo peor “como ser”. Es el sistema como monumento de concreto el que ahora vemos tambalear por la fuerza de un pueblo en estado de emergencia. “La emergencia”, como muy bien lo expresó el poeta Jorge Montealegre, se suscita en su doble acepción: la de emerger y la de urgencia. Emerge el pueblo desde el fondo del silencio con una fuerza juvenil, que proviene de la injusticia, el escándalo y la corrupción histórica.

QUÉ DICE EL FEMINISMO

Sin duda, los movimientos de mujeres, víctimas y reveladoras de este sistema, han influido en los hechos recientes. Ejemplo de ello es el formato de las manifestaciones que a nivel mundial, tiene características notablemente feministas por su inclusión y por la carencia de un líder de estilo patriarcal. No es “un” líder el que se mueve, son muchas y muchos líderes sociales y populares que, evidentemente, no habían dejado de operar en forma paralela, horizontal e invisible (para los medios de comunicación tradicionales), y donde las mujeres posesionadas han propuesto nuevas fórmulas de relacionarse.

Estas relaciones se afianzan en espacios privados, característica desconcertante para el patriarcado. Consecuentemente las nuevas generaciones han visto y vivido en su propio entorno las manifestaciones más violentas del sistema, especialmente las que atentan en contra de las mujeres, y han elaborado desde estas posiciones la forma de comunicar la profundidad de la crisis donde la creatividad y el arte ocupan un especial lugar. Parece no ser tan casual ver los carteles de protesta donde aparecen las madres y abuelas, ya sea como ejemplo o como objetivo de lucha. Sin mencionar que un porcentaje no menor de esta generación se declara feminista.

Es este actuar distinto lo que provoca el desconcierto del patriarca, que incrédulo ante los acontecimientos, insiste en medidas de fuerza y discursos políticos y filosóficos basados en antiguos imaginarios fallidos por varias razones, entre ellas, no tener en cuenta nuevas visiones, como el avance del feminismo y la tecnología, expresada, en este caso, en las redes sociales y medios de comunicación alternativos. Entonces, lo que en un momento de la historia, por ejemplo, pudo ser explicado como una “pulsión” hoy se convierte en un “pulsar” si adoptamos un lenguaje astronómico.

En cuanto al contenido del llamado en esta protesta, nos encontramos con sorprendentes discursos proscritos de la política tradicional (volcada al mundo público y donde la razón se erige como un verdadero tapón de las emociones); y empezamos a escuchar propuestas basadas en actitudes más humanas como conversar, conocernos, abrazarnos, para construir una nueva sociedad con una economía solidaria; educación no sexista; un medioambiente sano; una constitución paritaria, realmente democrática. En resumen un cambio profundo de paradigmas, antes subvalorados o claramente ignorados.

En todos estos sentidos el feminismo, junto a otras expresiones sociales, se convierte en una alternativa que da respuestas pero con enormes tareas pendientes, una de ellas resignificar el poder y sospechar de tantos mandatos que impiden la creación histórica. Es una tarea del pensamiento actual reconocer los errores de postulados impuestos que se mantienen a pesar del derrumbe y fracaso del sistema que han forjado. Reconocer que no todo está dicho, que debemos integrar nuevos factores e indicadores no resueltos, es una de las invitaciones del feminismo.

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