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El referéndum de febrero en Bolivia: una serie de eventos desafortunados. Por María Teresa Zegada

De manera inesperada, el referéndum del 21 de febrero ha marcado un punto de quiebre en el decurso social y político boliviano. Si nos atendríamos rigurosamente a la consulta y sus resultados, nada debió cambiar en lo inmediato, puesto que lo que se preguntó al ciudadano fue la posibilidad de reformar un artículo de la Constitución para habilitar la re-postulación de Morales para las elecciones generales de fines de 2019, algo que sucederá recién dentro de cuatro años. Sin embargo, alrededor de la consulta se desencadenaron una serie de acontecimientos imprevistos que modificaron sustancialmente el mapa político nacional, afectando seriamente la popularidad del presidente y las posibilidades del MAS de continuar en el poder.

La iniciativa de convocar a referéndum partió del propio gobierno, con el fin de asegurar prematuramente una vía legal que no ponga en riesgo la tercera reelección del presidente o, lo que es lo mismo, su cuarto mandato. Dicha iniciativa respondía a varias urgencias políticas que podían agravarse aún más si no se aprovechaba ese momento político.

En primer lugar, la constatación de que el único factor de cohesión interna y externa del MAS es el actual presidente Evo Morales, que opera como un triple articulador: ‘presidente de los bolivianos’, ‘jefe del partido o instrumento político’ y ‘dirigente sindical campesino’. Es prácticamente imposible imaginar el éxito y la continuidad del MAS sin su presencia física, atando de este modo, la continuidad del proceso de cambio a un solo personaje; lo cual demuestra serias deficiencias en la sostenibilidad institucional del MAS, problemas de democratización interna del partido, e incluso pone en duda la profundidad de los cambios enunciados.

Por otra parte, también afectó en la decisión el contexto histórico reciente del país, pues luego de que se derrotó a la oposición, emergieron una serie de amenazas desde el interior del propio bloque social en el poder; crisis internas causadas por políticas públicas, el desgajamiento del movimiento indígena como consecuencia del conflicto del TIPNIS, las recurrentes disidencias de lideres intermedios, los escándalos de corrupción como el caso paradigmático del Fondo Indígena, tensiones crecientes por la redistribución de recursos con las organizaciones sociales que sostienen al MAS.

Por último, las condiciones del contexto político internacional también pesaron en la decisión de precipitar la consulta, debido al ensombrecedor panorama que se cernía sobre las corrientes denominadas progresistas de izquierda en la región latinoamericana, la devastadora crisis Venezolana agravada por la desaparición de Chávez, el triunfo de Mauricio Macri en Argentina sobre el proyecto populista del kirschnerismo, la decisión de Correa de dar un paso al costado sobre su futura reelección, así como las graves y cada vez más evidentes denuncias de corrupción que han contaminado al gobierno de Dilma Rousseff y al ex líder nacional Lula Da Silva en Brasil. De todas maneras, parecía todavía un momento propicio considerando que solo un año antes, Evo Morales había repetido una victoria electoral con más del 60% de votos.

La convocatoria a Referéndum, sin embargo, desató una serie de fantasmas. Para comenzar, una ciudadanía crítica tanto a la consulta como a la manera arbitraria en que se había planteado, varias encuestas de opinión mostraron que si bien se mantenía un importante respaldo a Evo Morales, se expresaba un rechazo al evento electoral; pero más grave aún, las denuncias sobre los escándalos de corrupción y tráfico de influencias que había propiciado el Presidente favoreciendo a su ex pareja Gabriela Zapata, empañaban por primera vez de manera directa la imagen hasta entonces impoluta del primer mandatario. De hecho, las reacciones justificadoras de encubrimiento y minimización de las denuncias por parte del presidente y su entorno, solamente empeoraron el escenario de desconfianza instalado en la población.

En ese marco, la consulta adquirió un carácter semiplebiscitario, por la forma en que se realizaron las campañas políticas tanto del oficialismo como de la oposición alrededor de la figura presidencial y la gestión de gobierno. De cualquier manera, el triunfo del NO, no es mérito de una oposición que, como bloque político, es absolutamente irrelevante, y menos aún del ‘complot del imperialismo’ o de la ‘maquinación opositora’ diseminada en las redes sociales, como señalaron los representantes del oficialismo.

El resultado del Referéndum muestra una agudización del perfil sindical/rural del voto duro del MAS pues, el NO se impuso en todas las ciudades capital y centros urbanos más importantes del país.

En todo caso, el escenario post referéndum con el triunfo del NO, ha abierto un espacio positivo para la democracia boliviana, porque permite un debate público más abierto y sin ambages y sobre todo porque obliga a la política a encarar una profunda renovación. Para la oposición, o más bien para las oposiciones, el desafío es construir liderazgos nacionales, elaborar propuestas que respondan a las nuevas necesidades nacionales y encarar formas de articulación política. Para el oficialismo, que enfrenta un momento de gran exposición pública, fragilidad e incertidumbre -totalmente inesperado dos meses atrás-, significa recuperar el sentido profundo con que se concibió originalmente el proceso de cambio que sedujo al país, y una gran capacidad autocrítica, pues la realidad esta marcando un derrotero interno e internacional, que no se puede dejar de advertir.

MARÍA TERESA ZEGADA C.
DOCENTE LA UMSS, COCHABAMBA SOCIÓLOGA -DRA © PROSPAL, UARCIS.

Cochabamba, abril 2016

© MTZC.

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