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El reino animal y el poder de las bestias. Por Juan Carlos Rauld

Frecuentemente solemos decirle animal a quien somete a una persona de forma radicalmente violenta. Sin embargo, el término “animal” posee «múltiples» significados, entre los que destacan, los seres vivos pertenecientes al mundo de la natura. La cultura en cambio, designa este epíteto a quien degrada y menoscaba la humanidad del sometido o del dominado. Por su parte, los animales no conocen la justicia o la injusticia. No distinguen el bien respecto del mal. Así pues, cuando un tigre o un león da muerte a un antílope recién nacido, nadie podría afirmar que dicho acto es una crueldad del animal, o que el tigre o el león carecen de moralidad o justicia.

Todo este preámbulo es necesario pues nuestra sociedad, al imputarle a alguien el carácter de animal, lo que realmente quiere nombrar es el vocablo de “bestia”. Solo la bestia pone al desnudo una violencia monstruosa, ominosa y excesiva. La bestia no solo posee un carácter mitológico y fantástico. En Chile, las bestias existen y merodean vigilantes entre nosotros, revestidas de autoridad legítima del Estado. Si el Leviatán es ese gran arquetipo contractualista conocido por toda la filosofía política moderna, en nuestro país, hay bestias de poca monta que pretenden hablar en su nombre. No tanto para defender a la sociedad del Vehemoth (anarquía), sino que para amenazarnos y mantener con firmeza el status quo.

El poder militar de las bestias en Chile nunca ha gozado transversalmente de legitimidad ni respeto, mucho menos de admiración. No al menos, en aquellas clases sociales que han desarrollado su vida por fuera del mundo de las elites. Basta echar un vistazo a la historiografía de la última centuria, para advertir que siempre el poder militar ha jugado un rol represivo en contra del poder ciudadano. Las fuerzas militares no solo han desplegado su poderío en contra de la población a la que han jurado solemnemente defender, sino que también, su institucionalidad ha amenazado y dañado la democracia. En los últimos cincuenta años por ejemplo, la facticidad de las bestias nunca se han visto sometidas a mecanismos efectivos por el control del reino animal. Basta recordar nuestra reciente historia del derecho animal, para advertir que tras la implementación de forzosas reformas constitucionales, la remoción de los jefes de las fuerzas de las bestias armadas, fue una conquista reciente del derecho positivo.

Esta breve reflexión pretende afirmar lo siguiente: la policía es la principal bestia de la que hay que resistir. A pesar que todas las policías del mundo han sido un problema para las manifestaciones sociales del reino animal, la policía chilena, particularmente la de Carabineros de Chile es la representante de la monstruosidad. Desde luego no todos ellos son unas bestias. No obstante, el principal problema institucional es la unidad de “bestias especiales”, puesto que ella es el dispositivo con el que el Estado disciplina y gobierna al reino animal.

Ahora bien, lo que caracteriza principalmente a las bestias son dos cosas: la primera, es la capacidad con la que soberanamente abusan de la vida del reino animal. La segunda, es la facultad con la que deliberadamente no se someten al control democrático de la selva. Los medios de comunicación oficial e independiente de los gobiernos de turno han jugado un papel importante en mostrar la impudicia de las bestias. La alteración ilegal de pruebas judiciales, las amenazas a fiscales, la violación masiva a los derechos humanos en octubre de 2019, las torturas en contra de niños en la comisaría de Peñalolén, la teatralidad de sus montajes, el asesinato por la espalda a Camilo Catrillanca, el ocultamiento de la evidencia en el caso Huracán, el Paco Gate, las rivalidades en contra de la Policía de Investigaciones, etcétera, nos remiten a una cultura de la bestialidad. El ejemplo más célebre y ominoso, fue cuando el presidente del reino animal, le exigió la renuncia al general de las bestias Hermes Soto. Basta hacer un poco de memoria para enfatizar que los encargados de la seguridad pública de la sociedad, atentaron en contra de ella, al resistirse a la orden presidencial, insubordinándose con ello, a la democracia.

La actualidad histórica que caracteriza nuestro tiempo exhibe un viejo problema filosófico y político, a saber, el problema de cómo organizar adecuadamente las formas de lucha. Esta es una cuestión central, pues luchar políticamente contra el poder, supone lidiar con el conflicto del derecho a la violencia.

Para finalizar permítanme recordar la siguiente anécdota del reino animal. A principios de este año en la Bretaña Francesa, una bestia se hizo popularmente conocida el mismo día de su muerte. Es el caso del zorro francés, que luego de intentar depredar a las gallinas, quedó atrapado accidentalmente en un gallinero. A la mañana siguiente, el granjero halló muerto al zorro con cientos de picotazos en su cuerpo. Las gallinas del corral al verse amenazadas, advirtieron que era su vida la que precisamente estaba en juego. Su respuesta mortal fue haber hecho visible lo que es común a la vida, no tan solo a la vida animal, sino que a la vida de la manada. Y pese a en ocasiones, los zorros logran darle muerte a una que otra gallina, ellas, organizadas en su mayoría, no solo resistieron el miedo que inundó su vida, sino que ellas por sí mismas, cansadas de tanta monstruosidad, sufrieron también una metamorfosis al devenir en bestias. Bestialidad que ante el exceso de los zorros, gozará ahora de mayor validez, comprensión y justificación. Quizá en este aspecto, debamos recordar a Nietzsche en tanto que último filósofo, pues mientras escribo estas líneas, rodeado de tanta bestialidad, el último filósofo exclamó en Más allá del bien y mal, lo siguiente: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti…”.

Juan Carlos Rauld Farías es trabajador social de la Universidad Tecnológica Metropolitana. Magíster en Pensamiento Contemporáneo en Filosofía y Pensamiento Político del Instituto de Filosofía de la Universidad Diego Portales. Investigador independiente.

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