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El sentido del momento histórico actual, luego de transcurrido dos meses. Por Luis Osorio

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El paso de dos meses de un gobierno, es muy breve para juzgar su accionar en el horizonte del período que le corresponde ejercer su mandato, pero se observa que tiene una partida muy presionada en concordancia con una etapa histórica de nivel país.

Hay en curso situaciones internas y también de nivel internacional, que no son habituales y que provocan un inicio totalmente diferente al de todos los gobiernos post dictadura, excepto el de Patricio Aylwin atendiendo a condiciones obvias del momento, en que el mando se lo entregó Augusto Pinochet. Anteriores gobernantes, se subían a un carro que inicialmente estaba en reposo y de manera paulatina comenzaba a tomar velocidad, en cambio, el carro del 2022 ya venía a gran velocidad un tanto vertiginosa. Observando lo interno, se plantea un escenario en que el paso del tiempo de la historia representa una gran carga extendida por años, de consecuencias sociales y de postergaciones muy marcadas, con el predominio de un sector político determinado y por, sobre todo, de una estructura de poder que ejerce control y pautea directrices a su arbitrio, en forma abierta o soterrada.

En este contexto, conquistar un gobierno, no es vinculante con alcanzar un nivel de poder, siendo este último donde se radican las estructuras que han dado lugar a las injusticias sociales, las precariedades y desigualdades presentes en diferentes ámbitos de la vida.

Los poderes, a como dé lugar se preocupan de mantenerse como tal y preservar las condiciones que protejan sus intereses, lo cual es evidente a lo largo de siglos de historia, en los cuales, sin vacilar, recurren a todos los medios a su alcance.

Lo anterior, lleva a observar el estado de cosas, de un período histórico por cierto no de los últimos dos meses, con algunas diferencias de concepto; dejando algunos puntos suspensivos; comprendiendo los hechos como consecuentes de una trayectoria, que no transcurren en forma aislada; y, situaciones que se tornan en lo inexplicable.

En lo más reciente, hay una fecha que ha revelado con profundidad la realidad social imperante, el 18 de octubre de 2019. La condición de vida se agrava aún más, considerando que el modelo estructural de sociedad país, no tenía en consideración alternativas para crisis acentuadas, como lo consecuente por efectos de la pandemia.

El efecto de la realidad sanitaria mundial, se hace sentir a mediados de marzo de 2020, lo cual deja un tiempo de cinco meses previos, que dan las bases para este análisis y que, de no haber existido el efecto pandémico, el curso de la demanda y los acontecimientos, no tenían un final muy predecible, de hecho, los meses de verano del 2020 no fueron acotados a rangos habituales de un período estival.

Es conocida la frase de octubre de 2019, “no eran 30 pesos sino 30 años”, recordando que el movimiento de los estudiantes que reclamaban por el alza de pasajes en el metro, fue el que gatilló en los hechos siguientes. En la actualidad, ya podemos hablar en propiedad de 32 años, y más aún, no abandonar la visión de hitos de impacto significativo, como lo es que el próximo año se cumplen 50 años desde el golpe de estado del 73 y que ha marcado hasta el tiempo presente una grieta profunda en medio de un oasis inexistente.

A partir de lo expuesto, el efecto acumulativo es muy grande, ya que el modelo en el cual se vive y trae consecuencias nefastas, tiene raíces en 50 años y no en 32 considerando lo estructural y sus efectos. La nula voluntad de cambio y de mantener un statu quo, es un peso considerable, apreciando finalmente una interrelación férrea entre los años post 90 y anteriores, en lo que se refiere a compartir modelo económico, sistema político y complementado con actitudes de beneficios personales, alcanzado desde posiciones de gobierno entre los años 1990 y 2021. El excesivo individualismo nos pasó la cuenta.

Aún con modificaciones, la Constitución del 80, es la de Pinochet. Redactada en condiciones que hacen llamar la atención cuando algunos convencionales de chile vamos, formulan críticas al proceso actual, desconociendo las paredes que blindaban la redacción de la Constitución vigente en la década del 70 del siglo XX.

Aparte de la eficiente administración de un modelo creado en dictadura, por parte de la concertación, el hecho de estar conviviendo por 42 años con la Constitución de Pinochet, y no en un período breve antes de llegar al siglo XXI, haber levantado una nueva Constitución centrada en la participación ciudadana, es algo que da para pensar.

Si el problema hubiese sido al temor nacional de la coexistencia hasta la fecha, con instituciones armadas con sesgo político y vinculado al poder, ello se podría haber manifestado claramente en esos términos. Pero, la realidad es que el factor dominante tiene relación con haber ido alcanzando en todo este período, lugares de conquista de intereses que con anterioridad no se habrían imaginado. Es el momento, en que los nombres de algunos partidos, no son representativos de un modelo social, sino que pasan en la práctica a constituir nombres de marcas. Un alejamiento de los que dieron la vida por causas nobles y justas.

Siempre veo que el 18 de octubre pudiera haberse evitado. El nivel de desarrollo social con un acento en lo público, tenía un tiempo considerable en un horizonte de 30 años, para haberlo incorporado en el sentido de una nueva concepción de convivencia social. Al respecto, hay observables que son ineludibles y que va en dirección opuesta, como lo es el haberle entregado en dos ocasiones el gobierno a Piñera lo cual no fue casual. Recordar el segundo gobierno de Bachelet, cuyo conglomerado a medio camino se presenta con dos candidaturas a la presidencia y el sector más díscolo, sigue ocupando puestos en el gobierno hasta el último día del mandato de la presidenta, había que respetarle las fuentes laborales.

El estallido social, representó una radiografía abrupta de los problemas de las personas, que eran latentes y se fueron profundizando a través del tiempo. No había una conexión clara entre quienes estaban en las calles y el mundo político, por el contrario, uno de los elementos detonantes en el terreno de las desconfianzas, era hacia este ámbito de acción al que se le denomina la clase política.

La declaración de guerra realizada por Piñera y la convocatoria a un acuerdo por la paz, se puede interpretar como una operación salvataje a su gobierno de donde surge en un momento de crisis, el proceso constituyente. Se trata de un proceso importante que ya está por finalizar, pero que no puede quedar exento de alcances críticos en elementos de origen, no haciendo referencia alguna a lo que ha sido el trabajo de los convencionales, el cual ha sido arduo. Piñera logró seguir en el gobierno, y dar una lección de la peor forma de gobernar con su permanencia hasta el último día, en que claramente no articuló ninguna solución a la problemática expresada en octubre de 2019, nunca ha sido materia de su interés. Fue un mandato que nadie pretenderá en algún momento imitar.

Cuando en el río está pasando agua que a la derecha no le gusta, por algo es. Sin embargo, hay una convicción a partir de la observación de la historia del país, donde se infiere que cada vez que se acuerda con la derecha y ellos salen contentos, es porque la derecha ha ganado, no son tolerantes a la derrota y la imposición de ideas que no vayan en la línea de sus principios. Si en las décadas futuras, esta afirmación se pudiera revertir, significaría que se ha transitado hacia un momento de cambios significativos.

Lo anterior como una visión simple, ya que no sólo se presenta ese fenómeno, sino que es el dominio de poder cubierto amparado por una tendencia política con una polaridad que se sabe hacia el lugar al que apunta.

Es larga la cantidad de años en que prevalece esta situación, por cuanto tienen a lo menos cuatro puntos de unión, que en ocasiones proyectan la imagen de estar en el peor momento de entendimiento y no lo están. Comparten el poder económico, los espacios religiosos, las doctrinas y el tener la autoría de los ejes de la sociedad en la cual habitamos, acompañada de una exacerbada intolerancia al cambio.

Desde esta perspectiva, no excluyo la firma del acuerdo por la paz como parte de esa trama de siempre y que puede marcar un tiempo considerable por delante, se les debe reconocer habilidad estratégica, y dar golpes inesperados que desechan procesos de cambios significativos.

Como punto crucial, a la fecha no se logra dilucidar el porqué, el plebiscito de entrada es con voto voluntario y el de salida con voto obligatorio, momento que marcan el comienzo y el fin, del proceso que ya va en la recta final. De manera anticipada, hay que tener en cuenta el 11 de septiembre de 2023, fecha en la que se cumplen 50 años desde el golpe de estado, en relación a lo cual podría haber quienes aspiran a una ecuación perfecta con el dominio proyectado a 50 años más.

Los puntos de comprensión, desde una mirada real, tampoco permiten apreciar la existencia de una democracia en un país que se levanta con una norma redactada en dictadura, y no precisamente pensando como algunos se anticipan a comentar respecto a la constitución que se está elaborando, viendo que podría no representar la casa de todos.

El mejor ejemplo de la imposición de la casa sólo para algunos, es la constitución del 80, que abrió las puertas del progreso a unos pocos y desde cargos de gobierno o de representación se fueron acomodando, con escándalos financieros de por medio. No se tenía el atributo de no dejarse seducir por el dinero.

Se debe tener presente, que el asunto no es una cuestión de aspirar a una sociedad mejor, ya que el hecho de hacer mención a ello, representa una concepción de habitar en una sociedad que no es tan mala, y con pequeños ajustes puede ser mejor. Es como insinuar que una sociedad es buena en promedio, no obstante, tenemos a la vista una problemática que es mucho más aguda y que en momentos cuando se presenta una crisis social y acompañada de un duro golpe posterior en lo sanitario, la vida de muchos se deteriora en forma ostensible, aún más de lo que estaba.

Tal como se ha mencionado en más de alguna ocasión en los últimos tres años, se han efectuado referencias a la dignidad, representando en sí un término al que se la hace el quite, dejándolo en el ámbito de un concepto sin definición o de la ambigüedad.

Insinuando un ejercicio práctico para llegar al concepto de dignidad, propondría a una persona que considere que vive bien y bajo condiciones de dignidad, entendiendo que tiene capacidad para resolver sin dificultad todas sus necesidades de manera oportuna y sin endeudamiento, le propondría hacer en el imaginario un recorte “de todos los artefactos” (al estilo de Nicanor Parra) eliminando todo lo que considere que su ausencia no afecte de ningún modo su dignidad. Lo que queda, una vez finalizado el ejercicio, es un parámetro social que debería operar, para precisar la condición de vida del ser humano y un acercamiento al concepto desde la praxis.

Así es como debe proveerse de una perspectiva profunda de transformación social, donde el punto de interés sea el bienestar de todos, todas y todes. El involucrarse en un análisis de este tipo, en la época actual, es aproximarse a un encuentro en profundidad con la historia.

Ya estamos en el largo plazo de lo que ocurría hace 50 años, año 1972, para frenar cambios sociales que se estaban suscitando. Era un tiempo en que las estrategias utilizadas por la derecha, recurrían a una variedad de medios para conseguir sus fines. El desabastecimiento, la utilización de las manifestaciones estudiantiles con uso de la violencia, la existencia de grupos violentistas por ambos lados y la concreción del golpe de estado, con violencia extrema que acompañaba el diseño del modelo de sociedad existente en el país y que se ha mantenido intacto, factor clave de condiciones aptas para un estallido con dosis de rabia. La anunciada alegría que en algún momento se decía que venía, nunca se asomó.

Con el carácter cíclico de la historia, se vislumbra el estar entre un antes y un después. Un antes ya vivido, y un después sujeto a la incertidumbre. Es un punto inflexión, del cual no se sabe los puntos que siguen.

Post 18 de octubre, se abre una arista de una posible nueva Constitución, sobre el cual hay conciencia que, de aprobarse, no resuelve lo social ni estructural de forma inmediata, y más aún es un canal de transformaciones que pueden repercutir a largo plazo. Por tanto, queda en el carro que hereda el actual gobierno, de manera inevitable los elementos que en profundidad son materias de la problemática social, ocasionada por un modelo que fue aceptando sin reparos hasta el año 2021 inclusive.

Cada expresión de la última campaña por la presidencia del sector concertacionista, podía acompañarse con toda propiedad de una interrogante de gran validez ¿porqué ahora y no antes?, era un reflejo de una evasión de responsabilidades.

La llegada del actual gobierno, debe situarse en el contexto histórico descrito en el cual ya se ha mencionado el tener que subirse a un carro que venía a gran velocidad, tomar una mochila de un peso considerable y recibir una herencia con saldo negativo, con deudas por pagar. Figurativamente un déficit social. Previo a finalizar con la visión de un estilo de proyección que puede ser importante de tener en cuenta, hay aspectos importantes en lo más reciente.

Lo primero es que la demanda de transformación social ya se encuentra planteada, hay que tener presente sus orígenes y que en esta ocasión forman parte de una historia activa en desarrollo, con toda la carga que ello implica. La segunda temática que coexiste con el inicio de un ciclo, es la redacción de la nueva Constitución y el resultado del plebiscito de salida. Con la claridad de lo conveniente de traspasar la barrera de la Constitución de Pinochet, y para efectos de convicción fundamentada, leer el texto final resultante será oportuno para determinar con que nivel de intensidad se marca el apruebo.

No visualizo una multitud de escenarios, sino que básicamente los resultantes de las opciones en juego.

El poder viene con un despliegue que utiliza la institucionalidad principalmente de las AFP y las ISAPRES, para hacer campañas. Algunos concertacionistas, optan por la continuidad de la Constitución de Pinochet, ya que los hizo permanecer en una posición de estabilidad. Son los que piensan que dejaron desde de sus mandatos una gran obra. La derecha, mayoritariamente terminara por alinearse a la posición de poder del cual son parte.

Además, hay elementos situados en la realidad objetiva que hacen visualizar una mayor probabilidad de que personas que en el plebiscito de entrada votaron apruebo, opten en la salida por el rechazo, pero no al revés. Se suma a ello que si bien es cierto en el plebiscito de entrada la opción apruebo obtuvo un aplastante 78%, el peso relativo de las cifras lo dejan en 39% contra un 11% del rechazo, considerando que el voto en esta oportunidad será obligatorio y los votantes efectivos del padrón en la entrada, eran alrededor de un 50% de los habilitados para sufragar. No hay un patrón comparable previo, que pueda marcar tendencia.

En lo más político y la proyección de lo que marca un horizonte de 50 años, el resultado es altamente significativo. Un apruebo significa un futuro de transformaciones, un rechazo la derecha lo explotara como una legitimización de la Constitución de Pinochet, a la vez de otorgarle validez a un modelo que condujo a una situación de crisis.

Un resultado estrecho no es adecuado, debe haber un apruebo contundente. Se trata de medio siglo que está siendo sometido a veredicto y la opción que se escoja para el largo plazo que viene. En la forma en que se han gestado los acontecimientos, no da lugar el repensar en escenarios alternativos, como es el caso de sacar de los cajones lo realizado en el gobierno de la presidenta Bachelet, o recurrir para nuevas redacciones a un grupo de expertos formados de la nada. Reservaría la categoría de expertos para grandes científicos. Las cosas no siempre se van presentando de manera adecuada, y con la certeza que el período de gobierno a la fecha es muy breve, y por tanto mucho con puntos suspensivos, no quedan exentas cuestiones inadecuadas.

En estos días, se ha iniciado el trámite para la creación de un determinado “estado intermedio”, el cual significa una reforma constitucional impulsada por el ejecutivo. Llama la atención que esta idea se levanta como un cambio en la Constitución de Pinochet, cuando se está en la etapa final de redacción de la nueva Constitución a plebiscitar el 4 de septiembre, lo cual le otorga un grado de extemporaneidad, no es el momento para intervenir en una Constitución que, en rigor, pronto su continuidad será sometida a veredicto popular. Le otorga argumentos a quienes sostendrán la postura que se puede rechazar para reformar, y esto sin ahondar en el fondo de la temática patrocinada. Pero se trata también, de propiciar en este análisis, como agregado, el desarrollo de actitudes diferentes para una nueva sociedad y un futuro distinto.

La superación de la desigualdad, tiene una fuerte relación con la educación y el otorgamiento de la importancia debida a la educación pública, que como se recuerda otrora era el punto de encuentro de estudiantes cuyas familias eran de distintas clases sociales.

Hay varios ministros de educación de gobiernos anteriores que podrían haber realizado un interesante aporte a lo público, ya que, desde la experiencia al momento de elegir la educación de sus hijos, tomaban en cuenta diferentes variables como infraestructura, niveles de logros, perspectivas futuras y recursos ofertados desde los proyectos educativos entre otros aspectos. Desde la experiencia han podido inferir, que los ambientes de aprendizaje tienen un rol importante en la educación. Más aún, hay colegios que con el tiempo se transforman y emigran a lugares con mayores comodidades.

Al momento de pagar la colegiatura, se daban cuenta que la buena educación tiene un valor no menor, pero lo esencial es que se pueden brindar oportunidades crecientes para el futuro. Por su puesto, son establecimientos donde la vulnerabilidad está en un nivel cero.

Ese conocimiento logrado desde una situación netamente vivencial, es el que debe propagarse a la educación pública condicionado a que se tenga la necesidad de brindar las mejores oportunidades a niñas y niños. No se puede seguir advirtiendo, como se hacía por los años 2006, en que los problemas vienen desde la cuna y desde allí hay que atacarlos junto con mejorar la educación. Quienes ocupaban las cunas el año 2006, ya tienen 17 años y no ha habido variaciones sustantivas.

Ha habido visitas parlamentarias a Finlandia, y tal vez no se logra observar algo diferente a lo que se muestra en el YouTube. Es un país donde la exigencia para estudiar pedagogía es alta y eso tiene una correlación con la remuneración del futuro docente. El no abordar las cosas de esa forma con todo de lo que ello derive, pasando por una mejora sustantiva de remuneraciones y otros factores que inciden en el bienestar profesional, significa atraso, es apoyarse en cimientos débiles.

Es cierto que el gobierno ha propiciado un aumento del sueldo mínimo, pero también debe advertirse que es altamente probable que los receptores del salario mínimo, provienen de bajos niveles de educación. Y así se reproduce la condición de vulnerabilidad, el vivir en el borde.

A veces da la sensación que el atender en gran porcentaje a alumnos ubicados en rangos de vulnerabilidad, se asiste a una situación loable, no es racional mantenerse por tanto tiempo en estos niveles con familias que reproducen condiciones sociales de desventajas. Un indicador fehaciente, debiera ser que la comunidad escolar en períodos medidos en decenios, se aleja de la vulnerabilidad.

Entre los años 70 y 73, la Junta de Auxilio Escolar y Becas, tenía un rol muy importante en la alimentación de los estudiantes, brindando apoyo a través de las escuelas a los hogares de bajo nivel económico. 52 años después, se reproduce la misma situación siendo vital para la alimentación de algunos escolares, su asistencia al colegio, ciertamente un retraso bien caracterizado. En este ámbito, aunque de manera somera, se incorpora la idea de mejorar. Podremos demorarnos 10 años o más en cambios sustanciales, aún considerando la extensión y diversidad del país, pero si no se parte luego con estas miradas, estableciendo un punto cero, los 10 años se van incrementando y se compromete más generaciones.

El desafío es grande, se trata de intervenir en áreas que pueden ser las causas de los malos efectos, donde la gente viva feliz y se puedan desarrollar en conjunto con el país. Una mezcla entre lo mejor de cada época y la eliminación de los guetos y/o la segregación. En esto cada uno debe saber dónde está ubicado y dónde se ubican los demás.

10 de mayo 2022

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