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¡El sistema está estresado y nosotras también! Desigualdades de género en Chile. Por Patricia Fernández Véliz

En este tiempo de pandemia, las mujeres ya no tenemos el mundo ni las redes con las que contábamos, estamos viviendo una situación insólita y violenta, como si fuera un experimento global, dónde nuestras vidas y cuerpos pierden el control, la libertad de movilidad y la esperanza de un futuro cercano, sintiéndonos con una fragilidad infinita frente a un sistema neoliberal estresado, el que se sustenta en estructuras heteropatriarcales reproduciendo desigualdades de género y de poder.

La crisis sanitaria, social y económica nos ha dejado al descubierto importantes brechas y desigualdades de género, que no son nuevas, solo que se han agudizado y han aumentado brutalmente, por lo tanto, corremos el riesgo de perder lo que legítimamente hemos ganado con el trabajo de las organizaciones civiles, sindicatos, colectivos, disidencias, el movimiento feminista, movimientos sociales y aportes desde la academia y universidades.

No es lo mismo cómo viven y afecta el confinamiento a las diversas mujeres, trabajadoras, migrantes, mujeres negras, rurales, pobres, indígenas, todas de alguna manera transitan desde una soledad privada, distinta, con miedos, angustias, desesperanzas y vulnerabilidades sociales.

Una de las desigualdades con las que nos encontramos las mujeres son los espacios sin diferencias, donde todo ocurre en un todo, siendo un lugar sin límites ni fronteras entre lo público y lo doméstico. Donde coexisten multifunciones en el hogar, labores de reproducción, labores productivas, de cuidados y teletrabajo.

Para las que trabajan con remuneración, la oficina está en todos lados y en ninguna parte. Se transforma el espacio y tiempo en relativos, se interponen, son paralelos, dejando una sensación de tareas inconclusas y de agobio.

Este lugar sin diferencias no es compatible con la vida cotidiana, afectando y colapsando la salud mental y emocional de las mujeres, si antes las mujeres trabajaban dobles y triples jornadas, ahora éstas se han incrementado considerablemente durante la pandemia.

Considerando los riesgos para muchas mujeres y niñas este espacio doméstico del silencio se ha transformado en un infierno, aumenta el riesgo, es un riesgo constante y latente de violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes, la cual se vuelve más profunda, más oscura y se acrecienta en estos momentos de confinamiento y aislamiento social. Es por eso que a nivel global la violencia contra las mujeres ha aumentado, situación que está en alerta.

Las mujeres llevamos una pesada y recargada mochila en la espalda para cuidar a los otros/as y sostener la vida, una sostenibilidad, no solo en términos ecológicos sino con una mirada multidimensional, social y humana como lo plantea la economista feminista Cristina Carrasco.

La pandemia pone en evidencia la injusta y desproporcionada organización de los cuidados en nuestra sociedad, se necesita con urgencia redefinir el orden social y valorizar los trabajos de cuidado, que en su mayoría son las mujeres quienes lo realizan a nivel mundial. Los cuidados deben estar en el centro de las políticas públicas y de los gobiernos, como un eje fundamental en la vida humana.

Las desigualdades de género se intensifican y acrecientan en hogares pobres liderados por mujeres de menores ingresos, y empleos precarios muchas de ellas tienen que salir a trabajar en el mercado informal, comercio ambulante, ferias, viven del día a día, lo que reúnen en dinero para comer, la situación es cada vez más compleja. No cuentan con las redes públicas de cuidado, las cuales están quebradas, no están funcionando como son jardines infantiles, escuelas, y las redes de familiares y adultas mayores que en algunos casos podían apoyarlas en la crianza y cuidados.

Es así como surgen redes alternativas de apoyo, como nos recuerda la época de dictadura, alternativas lideradas por organizaciones de base comunitaria brindando a cientos de familias almuerzos que organizan grupos de mujeres y hombres a través de ollas comunes.

¡Hoy más que nunca se requiere de la fuerza de todas y todos!

Para buscar caminos y rutas alternativas, modelos basados en redes de cooperación y alianzas. Necesitamos desde nuestros lugares ser parte activa de un proceso de transformación estructural del sistema para reordenar y repensar una nueva forma de vivir que sea sostenible, equitativo y que la igualdad de género sea clave para cambiar el mundo.

¡Si el sistema está estresado y nosotras también, hay que discutir un nuevo pacto social!

Patricia Fernández Véliz.
Antropóloga, Doctora (c) Artes y humanidades. Universidad de Cádiz, España.Integrante de la RED HILA, red iberoamericana de estudios de género.Directora Centro estudios Igualdad Cono Sur Valdivia-Chile. 

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