Qué pregunta más absurda, sin embargo para cierta derecha chilena sería perfectamente posible, dada su cínica manera de razonar. Durante el terremoto y posterior maremoto ocurrido en febrero de 2010 hubo un gran caos en las ciudades más afectadas, especialmente Concepción y otras cercanas. En ellas, a partir de una situación de desastre, donde evidentemente una sociedad cohesionada y con sentido común podría haber actuado (y en parte lo hizo) con sentido de unidad y solidaridad, se dio la situación contraria: hordas de personas saqueando el comercio. No delincuentes salidos de las cárceles, sino simplemente ciudadanos para quienes obtener objetos de alto valor y difícil adquisición era una tentación enorme. También había, hay que decirlo, personas desesperadas por la posibilidad de quedar sin insumos básicos dado el desastre. Cabe preguntarse, ¿es esto una casualidad o es la respuesta natural a un modelo de sociedad enfocado al consumo, con muy dispares posibilidades de acceso a bienes y, principalmente, con un muy dispar acceso a educación de calidad? Y, finalmente, ¿podemos decir que el terremoto no existió, o que fue simplemente un plan malévolo para generar caos, violencia y abrir el paso a los saqueos? Ridículo.
Nueve años más tarde (casi diez), otro terremoto inesperado sacude al país completo: un estallido social donde millones de personas salen pacíficamente a las calles principales de las grandes ciudades, lo cual consta en múltiples registros. Esto es precedido de una semana de manifestaciones en que los estudiantes de liceos emblemáticos salieron a protestar y saltaron masivamente los torniquetes del metro. Ante esta situación previa ocurre un hecho insólito: la quema coordinada de decenas de estaciones de metro durante la tarde del 18 de octubre. ¿Una planificación de alta inteligencia de los jóvenes desbocados, o una posible excusa para sacar a las fuerzas armadas a la calle? Curiosamente los responsables intelectuales de este hecho único en nuestra historia aún no se conocen, siendo que el entonces presidente señaló en un programa televisivo que “sabíamos que iban a quemar el metro”. Es necesario indicar que, paralelamente, se desarrollaba una investigación sobre graves fraudes cometidos por altos mandos del ejército. Pero lo importante es que, ya fuera planificado por inteligencias de izquierda o derecha, las quemas del metro encendieron una mecha que estaba a punto de inflamarse: el descontento social masivo y profundo. Ninguna marcha convocada por un partido político tuvo nunca este nivel de adherencia, por lo que se torna absurda la idea de atribuir este poder de convocatoria a alguno de ellos o a los partidos de izquierda en su conjunto.
Como toda manifestación masiva ocurrieron, por supuesto, múltiples hechos de violencia, y también saqueos. ¿Difiere este sujeto violento de aquellos que actuaron espontáneamente delinquiendo tras el terremoto de 2010? No mucho: se aprovecharon del caos para desatar su rabia y para obtener los valiosos objetos de estatus social que ofrecen diariamente los medios de comunicación. Pero una gran diferencia existe en los dos casos mencionados respecto de las condiciones para aumentar el conflicto: durante el terremoto de 2010 la presidenta no declaró ninguna guerra, justamente para evitar enfrentamientos que agravaran una situación de por sí violenta, puesto que ya muchos civiles estaban armados para defenderse de supuestos saqueos a barrios residenciales (los que al parecer nunca sucedieron, como lo muestra respecto de Talca un reportaje de Ciper del 19 de julio de 2010). En el segundo caso, el mismo día de la quema del metro y la salida masiva de personas a la calle, las fuerzas especiales de carabineros actuaron violentamente contra manifestantes y transeúntes que, evidentemente, nada tenían que ver con la grave destrucción de bienes públicos, como es el caso de María Paz Grandjean, quien terminando su actuación en una obra de teatro en el GAM, recibe un disparo dirigido directamente a su rostro, solo por ir caminando por la Alameda y sin saber lo que estaba pasando. También salen a la calle las fuerzas armadas, quienes son responsables de varios abusos, tampoco asociados a la captura de los temibles pirómanos.
Cuatro años más tarde, la derecha en su conjunto establece la tesis de que el 2019 no hubo terremoto: solamente una planificación de la izquierda para provocar caos, desmantelar el gobierno y desconocer los grandes avances del modelo económico neoliberal implantado en dictadura y ajustado a ciertos márgenes democráticos por los cinco gobiernos siguientes.
Trinidad Navarro Richard
Arquitecta U. de Chile
Magíster en Filosofía PUCV (c)