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El valor patrimonial del vino chileno: Chanchos Deslenguados una feria de vinos que es tradición. Por Alvaro Tello y Alex Ibarra

Esta feria de vinos naturales lleva ya 25 ediciones y puede ser considerada como alma mater de las ferias que buscan popularizar la calidad y la variedad del vino chileno. Chanchos Deslenguados es una feria a la que se le tiene cariño dada la auténtica pasión que aportan sus organizadores que siempre nos convocan a ser parte de la valoración del vino chileno y de sus relatos no siempre en consenso cuestión que lo hace más interesante aún, por eso es que podemos decir desde la experiencia que la peregrinación a este lugar de culto no sólo es para ir a emborracharse, lo importante es la experiencia que adquiere sentido en el encuentro entre personas que comparten este amor.

Compartimos la convicción de que hay algo que se aprende probando y dialogando en Chanchos Deslenguados la feria de vinos naturales más importante que contamos en nuestro medio local, a esto llamamos “formas de captura”, que no es otra cosa que cierto espíritu para sumergirse en algo más que viñedo y vino. Algunos productores entienden que un territorio no es un simple trozo de geografía, sino el lugar donde algo ocurre y transcurre, y en ese sentido el trabajo de Tinto de Rulo me parece notable desde sus comienzos al día de hoy. A Jaime Pereira me gusta llamarlo un “estrujador de suelo”. El trabajo de Macarena y Thomas, de Macatho, por otro lado, también goza de estar en esa dimensión, pero con especial cuidado en la forma y respeto a un suelo y viticultura que finaliza en al acto llamado vino. Hay cosas interesantes como la búsqueda de una raíz, que es el ejemplo de Nicolás Venturelli, recapturando la vieja y olvidada vitivinicultura migrante de Capitán Pastene, donde los italianos encontraron en las variedades criollas no un reemplazo, sino una nueva forma de perpetuarse. Hay casos que me gusta mantenerlos fijos en memoria, como es el empuje de Viña Mariana, por ejemplo, que son de una simpleza exquisita, o mejor dicho, vinos con los cuales uno no se hace muchas preguntas, que bebe por puro placer y mantener una copa llena. No quiero dejar de lado la calidez del vino, el alma de este, porque habrán productores que por extraño motivo, vierten el vino en reflejo de su ánima. Es el caso de José Sepúlveda, de Raíces del Chintu; Sofía Parra, de la Vieja Parra, Renán Cancino, de Huazo de Sauzal; Juan Carlos Palma, de Evangelina; Sergio Amigo de Cancha Alegre, Manuel Gutiérrez de Cacique Maravilla; y Roberto y Teresa, de Viña Los Tres, en el Escorial de Huelquén.

Algunos vinos que se probaron fueron el Pet Nat de la cepa País de Bodega Mariana, los Naranjos de Cacique Maravilla y de González Bastiás, Riesling de Cancha Alegre, el Blend de País y Cabernet Sauvignon de Viña Evangelina, San Francisco de Raíces de Chintú, y la mezcla de País con Moscatel de la Vieja Parra. Fue una tremenda posibilidad probar las nuevas añadas de algunos vinos ya conocidos y abrirse a la novedad de probar lo nuevo que presentaron los destacados viñateros que estuvieron presente en la feria que convocó a varios más además de los que aquí hemos nombrado, témgase en cuenta que eran dos pisos enteros para recorrer sus pasillos probando y dialogando. Enriquecedora experiencia de encuentro con los distintos protagonistas de los valles que estuvieron presente. La columna por cierto que es parte de este hecho de celebrar junto a todos aquellos que siguen seducidos que el relato de los hechos y de los mitos de la nobleza de la vid que procura el elixir que le arrebatamos a los dioses uniendo lo humano y lo sagrado.

Alvaro Tello.
Historiador.
@vinocracia

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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