Esta época es intensa en el trabajo de las viñas, es el tiempo de la cosecha del fruto que dará los mostos. Recuerdo las antiguas "Fiestas de la Vendimia" que eran ocasiones especiales en los pueblos del Maule, esos vecindarios con adobe pintado con cal blanca y tejas enormes. Parte de la casa de mi infancia mantenía algo de ese tipo de construcción colonial que solía estar cruzada por parrones y adornadas con hortensias de distintos colores.
Catar los vinos de Caliboro Aventura y escuchar el relato cultivado de César "huaso" Opazo ha sido uno de esos regalos misteriosos que nos otorga la vida. La vida de tantos chilenos vinculada al campo, para muchos ya sólo en la memoria, para otros un proyecto de vida sustentable que permanece por el esfuerzo de su trabajo apoyado por el núcleo familiar, y en este caso por Valesca Morales que también es protagonista de esta historia de ese noble secano que nos brinda maravillosos vinos.
Esta experiencia de Caliboro Aventuras es parte de un conjunto del trabajo campesino, con tierras que se han ido adquiriendo como inversión producto del trabajo de varios años del trabajo familiar "apatronado", el vino aparece como una consecuencia de las posibilidades del trabajo del agro, los viñedos son parte de un terreno adquirido hace casi una década y que no pasa las cinco hectáreas que en sus suelos cuenta con parra de ciento cincuenta años. Nos encontramos frente a un viñedo sabio que desde su especial condición natural ha sobrevivido a terremotos, sequías e inundaciones como las sufridas este año.
El fuerte de los vinos está en la cepa País, con un tinto exquisito y que cautiva por su hermoso color, también se embotella un Asoleado de esta misma Cepa un notable vino dulce que se bebe frío, poseen otras cepas como la Carignan, Moscatel y Torontel, las cuales son la típicas de nuestro vino pipeño. Otros productos como el arrope, la chica cocida y el aguardiente se encuentran en esta bodega cercana al río Perquilauquen.
Los vinos del Huaso Opazo son una muestra rotunda de la gran calidad de los vinos maulinos con esa identidad propia del secano interior, beber este vino es un acto que nos entrega la experiencia de sentir la sangre que alimenta al espíritu, rodeado de una historia que fortalece el relato de esta bodega. Beber un vino con historia nos permite la ocasión de asistir a una experiencia de esas en las cuales no están ausentes ni las palabras ni los silencios interrumpidos en el día por el trino de los pájaros o en la noche por el de los grillos, imagen que ha sido recobrada por tantas canciones de nuestro folclore.
Un viaje al corazón del Maule nos puede ofrecer una cátedra sobre la historia de nuestro vino más auténtico por eso es relevante conocer el relato de sus protagonistas vitivinicultores que tanto han aportado a una elaboración de vinos naturales de bajo alcohol y en los cuales podemos saborear la fruta. Para alimentar el espíritu adentrarse al territorio profundo, es necesario encontrar el lugar y un buen testimonio, esto es posible con una visita a Caliboro, donde la historia resiste como "hueso duro" resguardada por aquellos que han ido comprendiendo la importancia del amor al campo.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra