En los campos maulinos se suele apreciar grandes extensiones de viñas, hacia su valle central es notorio el desarrollo de la industria vitivinícola que se orientó mayoritariamente siguiendo los criterios referenciales de los principales países productores de Europa central. Las influencias francesas en el establecimiento del Estado Nación sólo viene a ser menguada avanzado el siglo XX. De ahí que parte de la historia del vino en Chile tenga una sólida presencia francesa.
En esta línea encontramos como hito de origen los fundamentos previos de la viña Dussaillant-Lehmann formada por el matrimonio compuesto por Fernando y Dominique que portan los apellidos de ésta. El apellido Dussaillant, tiene pertenencia al campo maulino y también a sus viñas, está familia creció en suelo chileno. Sólo por curiosidad menciono que tanto el Parque Nacional Pumalín como el de Radal Siete Tazas, fueron de propiedad de estos inmigrantes que ejercieron la labor panificadora por años.
Fernando Dussaillant se dedicó a su profesión de ingeniero y recién en el 2004 adquirió un terreno en la comuna de Retiro para el cultivo de manzanas principalmente. Una noche de año nuevo, la que daba inicio al año 2007 en un brindis con una botella de champagne francés surgió la idea de realizar un buen champagne en suelo chileno. Así comenzaron sus estudios e investigaciones por otras latitudes como Épernay, Reims y Napa aprendiendo con pasión y asesorándose con entusiasmo siguiendo su vocación por desarrollar un espumante de alta calidad consiguiendo el reconocimiento internacional con medalla de oro en el 2012 con su Brut Dussaillant Lehmann, otras etiquetas que poseen son Nikita y Mañio, todas invitan a ser probadas.
Esta historia es un hito en la fabricación de espumantes chilenos, una historia de amor local que con persistencia le va dando existencia a un sueño que nace desde el misterio de las burbujas en las manos de los enamorados. El espumante sigue siendo un símbolo que representa la pasión amorosa, de amor a un otro, de amor al campo, de amor a la vida. Celebrar el amor y la vida con un brindis de espumante es un símbolo ritual, la calidad de éste realza el valor significativo de la fiesta. La vida sigue siendo ese poema estético, cargado de ilusiones que estimulan el palpitar del corazón habitando el cuerpo. No se puede eludir un reconocimiento al mérito de estos espumantes que nacen de las frutas que crecen en nuestro suelo maulino.
El relato que nos entregan estos creadores son ejemplo de paciencia y dedicación, los sueños requieren de ese tiempo que posibilita el tránsito a la experiencia real, así ha sido el testimonio de esta viña pionera en los suelos precordilleranos del Maule sur. Esa danza de las burbujas reúne una profunda complejidad que arranca de un proceso que no perdió el encanto, escapando a la frustración, convirtiendo en realidad las ilusiones, para conseguir la felicidad hay que realizar acciones dicen algunas máximas orientales que podrían servir para ilustrar este sendero descrito.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra