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El valor patrimonial del vino chileno: la dignidad de la vitivinicultura. Por Alex Ibarra Peña

Conocer el vino chileno es un desafío cultural que nos permite ir descubriendo parte de lo que somos, transitar por nuestros valles campesinos es hacer un recorrido que, a varios, nos devuelve las huellas a un arraigo o pertenencia. Recuperar una historia que hemos perdido parcialmente requiere de un ejercicio de memoria que nos permita una forma de vida más genuina y menos impostural.

El Valle del Maule en los últimos años ha impuesto un énfasis en su pertenencia al valle central, mirada que sólo se justifica si es que miramos hacia el norte del Río Maule. Una perspectiva distinta es la que aparece si es que nos situamos al sur de este río, cuestión que nos permitiría ver la familiaridad de parte del Valle del Maule, con los valles del Bío Bío y del Itata. Esta visión permite una mejor comprensión de la historia vitivinicultora.

La valoración por la biodiversidad es parte del relato que entrega Juan Carlos, uno de los hermanos Palma que han puesto su vida en la defensa de la elaboración de vinos honestos y de alta calidad. Uno de los postulados centrales resalta la particularidad geológica y climática de los viñedos ubicados en lomas del secano, sin dejar de lado la convicción de que el vino tiene la virtud de producirse naturalmente, es decir con la mínima intervención en la cual es relevante el ser humano y otras especies vivas o naturales, como por ejemplo una abeja. Cuestión que aporta a una visión vitivinicultora de convicciones ancestrales en donde la dignidad de la tierra y de las especies que la habitan adquiere un culto de orden sagrado.

Las convicciones de los hermanos Palma hoy aparecen reconocidas en los circuitos del mundo del vino, muestra de esto son las invitaciones que reciben de las principales ferias de vinos que se realizan durante el año, en las que participan con entusiasmo y en las cuales van difundiendo el conocimiento adquirido que es parte de su herencia y legado. Entre sus "misteriosos" vinos destacan un extraordinario Semillón; sus distintas presentaciones de su ícono País y de otras mezclas que realizan, una con Cabernet Sauvignon y otra con Carmenere; esta última cepa mencionada también tiene una versión propia. Viña Evangelina, nombre que tributa a la abuela de esta generación de viñateros, es un proyecto familiar que persiste con fidelidad a los principios que reconocen la dignidad de la vida campesina que nutre el espíritu de vinos nobles y honestos que enriquecen la historia y la cultura nacional.

Sin duda, conocer los vinos de Cauquenes, recorrer este territorio, es una necesidad para la construcción del relato en torno al vino chileno, es imperativo una reconstrucción del relato de este valle, el encanto por el misterio es parte del gozo que provoca, la curiosidad por el saber es parte de la historia que lo constituye. Sigue siendo un desafío este fascinante espacio cultural que nos pertenece y que sólo descubriremos impregnándonos del amor a sus aromas, sabores, colores, lugares y relatos.

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra

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