La política en su ejercicio actual puede ser observada con grandes reparos traducidos en desconfianzas, ausencia del largo plazo y un transitar entre la inmediatez y la improvisación, falta total de la participación ciudadana, excepto el día de la elección en que por unos instantes la persona de a pie contribuye a decidir un futuro, del cual después no será parte como sujeto activo que pueda opinar, vibrar con los procesos de cambio a través de su evolución, y finalizar con las celebraciones por lo alcanzado.
Se trata del reflejo de una situación en que la individualidad impuesta en dictadura y la detracción con ésta sólo alcanzaba en temas del ámbito del atropello a los derechos humanos y no a la construcción de un sistema económico, como estructura monolítica proveniente de los autores del modelo y que se acepta su permanencia y sustentabilidad en el tiempo a través de la aceptación de las leyes de mercado.
Esa mirada que era la esencia al diseñar una propuesta diferente significaba una gran dosis de elaboración de un proyecto social de largo alcance, y que hubiese recogido los elementos que estaban en el ambiente de organizaciones que daban su lucha contra la dictadura sometidas a los avatares de ésta.
Lo precedente requería de una gran base de participación ciudadana, integrada con el norte del cambio para un bienestar de mayorías y porque no decirlo de la construcción de un poder, con la esencia de las demandas sanas, orientadas en primer lugar a la satisfacción de necesidades comunes y la igualdad real de oportunidades en todo ámbito. Es decir, el ejercicio y concreción de una patria justa, donde el plantear la cuestión del poder, no tiene nada de malo considerando que las relaciones vigentes se han articulado sobre la base de poderes aplastantes que exacerban los privilegios de unos pocos y aplastan a la ciudadanía.
Se pone en juego el desarrollo de una naturaleza humana de vínculo sujeto a lo racional y las fuerzas que se imponen para que ello no ocurra.
Las condiciones para impulsar algo de una forma diferente, requieren de pensamiento, convicción y tiempo, junto a una inserción en una estrategia que nunca existió, y si llegó a existir puede haberse cumplido, acotando el beneficio a unos pocos quienes consiguieron sus metas y les abrió las puertas para seguir transitando.
Con la cuestión de los plazos y ya situados en un cuarto del siglo XXI, ha sido un período más que suficiente para haber andado por las tres fases de éstos, el corto, mediano y largo plazo, con la determinante de un proyecto social de envergadura, sin temores, y habiendo a la fecha tenido un sinnúmero de avances, rompiendo los cercos impuestos en dictadura y disociando la democracia sólo con el acto de votar cada cierto tiempo.
Pero nada de eso ocurrió y no se valoró en los hechos los ideales de los caídos en dictadura y de quienes eran parte de las luchas permanentes y clamaban por la caída del gobierno militar.
Cronológicamente, se puede observar en el imaginario una fase inicial entre 1990 y 2000, como el ejercicio del pensamiento y el diseño del cambio; desde el 2001 hasta el 2010 la implementación de un nuevo modelo y el comienzo del viraje de la política dictatorial con hechos concretos; y desde el 2011 a la fecha, la consolidación de un país con otras características, donde insistir en reformas no tendría sentido en virtud de haber propiciado una apertura de lo fundamental y una modificación estructural.
Justificación no se puede admitir, porque si bien es cierto se trata de una cuestión política, nadie puede quedar excluido de ser parte de las decisiones de este ámbito, con el voto y la acción permanente en un proceso constructivo, en el cual habría un gran respaldo a parlamentarios que vayan en la dirección de los cambios, pero no haciendo cosas que se deberían haber superado hace tiempo y finalmente luego de un ciclo, llegan a la conclusión de haber avanzado, pero queda pendiente avanzar más, una forma institucionalizada de ir quedando a medio camino con lo que se originó hace más de 35 años.
Con las elecciones ad-portas, un programa de gobierno no es de utilidad, excepto para cumplir con las reglas determinadas por el sistema electoral, además, siempre estos instrumentos se rodean de llamados a la unidad, que no pasan de ser ejes de pactos electorales con fuerte debilidad.
Sigue siendo prioritario la construcción del proyecto de sociedad, con todas sus implicancias y a la vez advirtiendo, que por la negligencia de no haber procedido así desde 1990, en el hoy lo que podría haber sido largo plazo de otra época, por la omisión, en la actualidad estarían recién en período de corto plazo. El factor unidad alrededor de un proyecto debe ser duradero y dar un horizonte de estabilidad.
Algo que debe ser considerado, con la variedad de opciones de voto y las desilusiones que van apareciendo, la opción del mal menor está en retirada y con tanta transacción electrónica, el cheque en blanco ya está olvidado. Para las elecciones no falta tanto y el paso táctico es fundamental, con repercusión a las futuras generaciones, ya que las del pasado fueron olvidadas en forma sostenida y el gobierno actual no podría no reconocerlo, como un episodio de la historia lejano a la justicia social.
El panorama en lo descrito tiene responsables, el futuro empieza hoy y la visión de un proyecto social, debe ser un continuo que va más allá del hecho que se gane o no una elección, se trata de una línea de construcción permanente sin renuncia y con paredes bien abiertas en un país del cual todas y todos debiéramos ser parte, aunque la realidad refleja un tránsito histórico bastante excluyente, con una amplia cabida para las elites. La ambientación actual, representa de manera intencionada la conservación del statu quo.