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Elecciones con estatuto de Acontecimiento: una reconfiguración radical del mapa político institucional chileno. Por Rodrigo Aguilera Hunt

Luego de algunas décadas en que el monismo neoliberal de dos caras (derecha y concertación), administrara la gobernanza en Chile, hemos aquí ante un mapa político distinto: las capas medias y populares -derechizadas por dispositivos aspiracionales han despertado (Chile despertó)-, dejando a la derecha restringida a la defensa de los intereses de clase de segmentos muy específicos de la sociedad (capitalistas extractivistas y familiaristas de la oligarquía criolla, fácilmente identificables en el mapa geopolítico).

Con ello, los partidos políticos con orgánica arraigada a la izquierda y los progresismos emancipatorios (lista apruebo dignidad: conformada a grueso modo por el partido comunista y el frente amplio) han logrado ser una fuerza política tremenda. Desdibujando el monismo precedente.

A su vez, las listas ciudadanas de independientes -con la lista del pueblo como su principal representante- dinamiza el juego político sacándolo de la “forma partido”, e introduciendo una vitalidad inusitada al gastado y corrompido campo institucional. Con ello el estallido social y la revuelta popular de octubre salta un torniquete radical: el paso de la calle a la urna, y de la urna a la constituyente. He allí una verdadera potencia de acontecimiento, dislocante de todos los órdenes soberanos previos.

Estos dos fenómenos en sinergia, permiten vislumbrar un escenario de trabajo realmente propicio para escribir cambios estructurales al modelo neoliberal. Será un arduo trabajo, pero con buenas condiciones de posibilidad.

Es decir, con esta correlación de fuerzas, quizá se logre una constitución no simplemente más acorde a la época en asuntos culturales (equidad de género, inclusión social de diversidades, establecer a la naturaleza como sujeto de derecho, declarar pluralidad de naciones con validez legal, etc.). Sino desmontar la lógica subsidiaria del Estado como gobernanza neoliberal.

El Estado podrá hacer suyo -ergo de su pueblo múltiple- los bienes comunes (los recursos naturales estratégicos, las aguas, los bosques, los mares, los minerales) y generar una nueva infraestructura productiva sustentable, ecológica, inteligente, tecnológica y científica como matriz de desarrollo a largo plazo. Sumado a una gran reforma a los tributos, donde la riqueza de los privados pague impuestos acorde a la racionalidad mínima.

Asimismo, al redefinir la potencia del Estado, se abrirán puertas para su enriquecimiento y su descentramiento, habilitando a los gobiernos locales -en conexión directa con los territorios y luchas situadas- la posibilidad de toma de decisiones participativas con recursos económicos para ello.

Hoy se respira alegría y el corazón de Chile palpita con más fuerza. Este entusiasmo (que no es pasiva esperanza) será motor de trabajo: bajo las formas políticas de reflexión, ensoñación, análisis, discusión, cálculo, crítica, diseño, debate, elaboración y articulación.

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