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Empapar de feminismo. Por Nicol Barria Asenjo y Sofía Rutenberg

Textos de las siguientes autoras:

Nicol A. Barria-Asenjo. Osorno, Chile. Revista Cuadernos de Neuropsicología-Asociación Chilena de Revistas de Psicología.

Sofía Rutenberg. Buenos Aires, Argentina. Psicoanalista. Autora del libro: Hacia un feminismo freudiano. Editorial La docta ignorancia.

Dos mujeres latinoamericanas de dos países distintos pero hermanos, con trayectorias, recorridos y perspectivas diversas escribimos en conjunto, no sobre un hecho aislado sino sobre un movimiento que crece y se refleja en las prácticas en salud mental.

Las mujeres al mismo tiempo que son vulneradas en sus derechos son las que luchan por forjar un porvenir que deje de ser un anhelo. Niñas, jóvenes y viejas salen a las calles y en simultáneo empapan de feminismo lo cotidiano. Lo que aparenta ser lo más íntimo también es político: lo que sucede en el hogar, en la esfera privada e incluso en la cama.

¡El psicoanálisis también es político! Para que una mujer se pregunte en la intimidad de un psicoanálisis qué verdad y qué satisfacción gozan en su síntoma, sus derechos tienen que estar garantizados.

Para transformar la realidad primero es necesario dar cuenta la falta de posibilidades que tiene nuestro género y la infelicidad que esto genera, ¿de qué otra manera podríamos escuchar a nuestras pacientes?

Mujeres chilenas despiertas
Por Nicol Barria Asenjo

“¿Quién decide qué es feminismo y qué no? ¿Es una teoría, una ideología una posición política o una forma de vivir? ¿Existe un “verdadero” feminismo? ¿Hay un feminismo bueno y otro malo?” Sofía Rutenberg, 2019

Recientemente, el pasado 8 y 9 de Marzo del 2020, en contra de las oleadas de burlas, críticas y represión presente en el país, las mujeres a lo largo de todo Chile salieron a las calles. Los colores verdes y morados taparon las calles de Sur a Norte. Se contó con todas: niñas, adolescentes, universitarias, dueñas de casa, empleadas, gerentes, profesionales, inmigrantes, abuelas, discapacitadas, deportistas. Diversas luchas compartiendo un caminar. Subjetividad atravesada por un fondo en común. Dolor, fuerza, cólera y alegría que parecía ser una, pero en realidad son muchos discursos diferentes que se acompañan.

Desde los inicios del siglo XXI las mujeres latinoamericanas han sufrido –o más bien provocado- un despertar entre ellas mismas que no contaba con aparentes registros. Es gracias al feminismo que los registros son recuperados, buscando exhibir públicamente -a nivel mundial- la esencia organizativa de las mujeres. Desde temprana data se sirvieron de su valentía para alzar la voz en contra de las injusticias, desde las “brujas” hasta nuestros tiempos, las mujeres son capaces de formar parte de estallidos sociales desencadenados dentro de un país.

En Chile, este despertar femenino se inició durante el periodo de dictadura cívica militar (1973- 1989). Desde el 25 de Julio del 2013, los movimientos feministas se han hecho notar de manera coordinada a nivel nacional, día en el que más de 5.000 personas se reunieron para exigir que el aborto sea “libre, seguro y gratuito”. Esta multitudinaria marcha generó un impacto tan potente que marcó un antes y un después, un despertar de las mujeres que no se frenaría más. En 2016 y 2017 las marchas feministas retornaron con más fuerza que nunca, reuniéndose hasta 50.000 personas gritando en las calles, exigiendo que la violencia contra las mujeres se frene, que los femicidios paren, que el machismo se elimine y que las mujeres tengan la libertad de elegir respecto de la maternidad.

Por el proceso desencadenado en Chile desde el 19 de octubre del 2019, en medio de estas explosiones masivas llenas de dolor, angustia, cólera e ira, el cántico y mensaje que se difundió con mayor rapidez a lo largo del país fue: “Chile despertó”. La frase fue reconocida a nivel internacional. No es casualidad que de extremo a extremo las pancartas y cánticos en las marchas contengan esta frase. Luego de la violenta represión y la reiterada vulneración de los derechos humanos de los chilenos, esta frase se convirtió en una realidad; el país ya no podía seguir durmiendo, y este despertar, con su carga traumática, impide que se logre nuevamente el adormecimiento. Fundamentalmente, este despertar tuvo lugar no sin los movimientos feministas, siendo éstos los que marcarían a nivel nacional convocatorias no vistas y reacciones a nivel mundial.

En este despertar nacional, se lograron visualizar las estructuras sobre las cuales se sostenía la desigualdad y la violencia; el modelo político, la carga histórica y los modelos económicos; un país conocido como el “Laboratorio del modelo Neoliberal”, un país que carga con el dolor de la dictadura del 73’, un modelo económico que tiene a un grupo de la población suicidándose por no tener para comer. Si bien las luchas existen desde hace más de 30 años, ahora se empieza a visibilizar el panorama que permaneció escondido durante mucho tiempo por el terror impartido. Mirar los escombros que fuimos, para molerlos aún más y con ello construir algo nuevo y mejor.

Abrir los ojos trajo consigo un despertar fundamental y una serie de nuevos acontecimientos que lograron despertar a todo el mundo. Es a raíz de la violencia desmedida en contra de las mujeres que salían a marchar, que los diferentes feminismos –sí, en plural, porque todas luchamos por diferentes motivos y de diferentes formas pero cada lucha es una forma de feminismo- salieron a las calles con más fuerza y garra que nunca.

Uno de los primeros hitos históricos más recientes ocurrió el pasado 25 de Noviembre del 2019. A raíz de la violencia del estado, de las FFAA, y del machismo, un grupo de mujeres feministas conocidas como “Las tesis”, creó una canción coreografiada titulada: “Un violador en tu camino”, en la cual se alza la voz en contra de la violencia de género. El propósito principal es dejar en claro –pese a que esto no debería tener que aclararse- que las violaciones a las mujeres no son culpa de las propias víctimas, y que la no respuesta y la desprotección es otra forma de violencia contra las mismas. Además, la letra de la canción da cuenta de la desproporcionada represión, vulneración, violaciones, violencia, discriminación, entre otras formas de violencia en contra de las mujeres. Rápidamente se difundió y replicó en diferentes partes del mundo en apoyo a las mujeres chilenas.

Las voces comenzaron a alzarse con un tinte negativo: “el feminismo inevitablemente comenzará a morir”. Detrás de esa frase se plasma la idea de que el movimiento es frágil y débil, como las mujeres. Las críticas de los intelectuales no demoraron en salir, y la sociedad o al menos una parte de ella tuvo otro despertar a nivel mundial. El aparente apoyo feminista comenzaba a disminuir, la crítica violenta, represiva y machista emergió, criticando, por ejemplo, las marchas y performance de mujeres desnudas, los destrozos, los gritos, la cólera expresada en las marchas feministas, todos estos gritos y manifestaciones, visualizadas incluso como una histeria desatada que debía ser tratada y por sobre todo frenada.

El feminismo no es un movimiento aceptado por todos los sectores sociales, menos aún por los que no les conviene que las mujeres tengan derechos y puedan decidir. Es posible hablar de feminismos, de diferentes conjuntos de voces que se unen, porque existe una multiplicidad de modos de ser y existir mujeres que deben ser consideradas en su singularidad; al generalizarlas solo se cae en otra forma de violencia.

Cada voz alzada se une con otra en la lucha colectiva que se acompaña, se cuida y se une a otras luchas. Estas voces que no se han logrado callar pese a los reiterados intentos del patriarcado opresor, persisten luchando con más fuerza y demostrando que el feminismo no es una moda o un juego que se creó recientemente porque no se tiene nada más que hacer.

Podríamos plantear la siguiente pregunta ¿Ese intento desesperado por silenciar a los movimientos feministas, criticando la forma de las marchas, resaltando los destrozos y la rabia con que las mujeres salen a las calles, ¿no es acaso otra forma de violencia o de intentar tapar la violencia hacia las mujeres? Creemos que sí, al menos es lo que ocurre en Chile, ese afán por difundir los “destrozos” de las feministas, de la “violencia” que ejerce el movimiento, como una estrategia más y un intento más por mantener el machismo, y el patriarcado que caminan aún libres y asesinandonos.

Vivas las queremos, aún

Una de las consignas del movimiento feminista es: “Vivas las queremos”, por todas las mujeres asesinadas en manos de hombres que incluyen mujeres manifestantes. Según el SERNAMEG, Ministerio de la mujer y la equidad de género “al 11 de marzo de 2020, en Chile se registran 7 femicidios consumados y 20 femicidios frustrados”. Dada la realidad nacional, el “vivas las queremos” ha retornado con más fuerza que nunca en las manifestaciones multitudinarias. El dolor por las pérdidas, el silencio de quienes no lograron alzar la voz a tiempo, está en lo más profundo de las mujeres que salen a gritar en las calles por las que no lograron gritar. Se escucha en las marchas, se lee en las paredes, en las redes sociales y sobre todo se lee en los cuerpos de las manifestantes: ¡Vivas las queremos! Carolina Pezoa (2019) analiza esta frase y nos señala: “parafraseando a Sigmund Freud; o parafraseando a Virgilio, cuando escribe que tal vez algún día, aun estos, los avivará el recuerdo. Como si pensar en la desaparición, en el espacio que deja ese no-estar movilizase algo más que el sentido que pudiese plantear la búsqueda de un cadáver, o como si expresar algo de lo que apela a la desaparición fuese el movimiento mismo que brota de ese empuje que nos lleva a investir, pero hacia dónde ¿Hacia adentro? ¿Hacia afuera?”.

Hoy gritamos por ellas, por las que no lograron gritar, y que, si lo hicieron, no fueron escuchadas por nadie. ¡No nos callamos más! es el grito. Se escribe en las pancartas, las paredes y los cuerpos, porque callar significa parar de luchar, porque también significa dejar de luchar por las generaciones futuras, por nuestras hijas, nietas, por las que no querrán ser madres y serán obligadas por el Estado, porque esta lucha es transversal a los problemas sociales y económicos. La liberación femenina trasciende a las generaciones actuales y se expande a las que vendrán. No podemos callar más porque a las mujeres, a nuestras compañeras, las están matando en el silencio y la soledad.

Las mujeres marchamos, los varones corrigen
Por Sofía Rutenberg

El pasado 8 y 9 de marzo se convocó al 4° Paro Internacional Feminista. En Argentina ya no hablamos de paro de mujeres, sino de un paro de mujeres, lesbianas, trans, travestis, campesinas, indígenas, estudiantes, trabajadoras, afrodescendientes, que nos movilizamos en todo el mundo contra la dominación, explotación, los femicidios, la desigualdad y el derecho al aborto.

Ya no marchamos pidiendo, rogando justicia o ser escuchadas sino que comenzamos a escucharnos entre nosotras. El movimiento feminista avanza a pasos agigantados y rompe la barreras de lo políticamente correcto, de lo que se espera de una “mujer”. Se trata de un proceso colectivo de articulación con diversos sectores, discursos y países, de politización, de expansión, con el propósito de interrumpir y visibilizar la opresión hacia las mujeres en todas sus formas. El eje central es la prohibición a decidir sobre el propio cuerpo.

¡Nos están matando! En Argentina han habido 68 femicidios en lo que va del año. Más femicidios que días. La descuartizó y arrojó en bolsas. La mató a puñaladas por celos. La mató a golpes. La asesinó delante de su hijo. La mató, la despellejó y tiró sus órganos por el inodoro. La quemó viva. Novio asesinó a su pareja y la cocinó en la parrilla. Su pareja la quemó, se tiró a una pileta para intentar salvarse y murió tras 15 días de agonía. Los titulares generan horror. Primero se condena moralmente a los femicidas y se siente compasión por la víctima. Luego, el machismo aflora en su faz más sutil: el apaciguamiento. Se comienza a investigar a la víctima, su vida privada, erótica, su forma de vestir, si consumía drogas o alcohol. Se apacigua el horror inicial, se culpabiliza a la víctima y se conforma una imagen del femicida que se imprime en todos los medios de comunicación como un enfermo mental. Esta idea de que están los “hombres sanos” que pueden controlar su pulsión hostil y los “hombres patológicos” que no se pueden controlar, que son “pasionales” y actúan por impulsos, tranquiliza, apacigua, aquieta, amansa a la sociedad. Este punto que deberíamos revertir los y las psicoanalistas, es el punto que los y las psicoanalistas engrosan: “los femicidas habitan un lenguaje presimbólico”, “los femicidas son psicóticos”, “los femicidas no son normales”. Pero los femicidas son en general hombres que gozan de buena salud, queridos por el barrio, la familia y los vecinos. Hijos sanos del patriarcado. Maridos, novios, padres, abuelos, tíos y hermanos. ¡El enemigo está dentro de la casa! Nacer mujer es peligroso. Entonces marchamos, gritamos, cantamos, lloramos y nos abrazamos. Es un momento de encuentro en el que las mujeres cis y trans, travestis, lesbianas, bisexuales, no binaries, gordes, intersex; las jubiladas, las viejas, las putas, las campesinas, las personas con discapacidad, diversidad funcional, las sordas; las mujeres indígenas, originarias, afroargentinas, negras y afrodescendientes nos unimos políticamente para reconocernos y apoyarnos con el fin de eliminar cualquier forma de opresión hacia y entre las mujeres.

La corrección machista

Este mundo siempre ha pertenecido a los varones. Son ellos los dueños de la historia. Demasiado ocupadas en buscarnos a nosotras mismas, nos han convencido de que nuestras capacidades son limitadas y de múltiples formas nos han prohibido pensar. El feminismo no es nuevo, tampoco la organización. Olympe de Gouges escribió La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791, y el Movimiento Sufragista tiene su origen en 1848. La novedad es la multitud, la cantidad de mujeres que se declaran feministas y salen a las calles a marchar. Pero lo más impactante, que hace eco en el consultorio, es la transformación subjetiva de las mujeres. Las relaciones violentas, los celos, el control, siguen vigentes también en las relaciones que tienen las mujeres más jóvenes, la diferencia es que la sumisión -corazón de la subjetividad y dominación femenina- comienza a molestar, a indignar, a hartar, hace ruido, produce síntomas.

Es nuestra tarea escuchar y problematizar este hartazgo teniendo en cuenta que la “insatisfacción histérica” no significa que “nada le venga bien” sino que puede ser un grito desesperado de opresión e injusticia.

Marchar genera fuerzas, un sentimiento de unión. Luego termina y de camino a casa el retorno de lo mismo: las apoyadas en el subte, las miradas asquerosas, el acoso, el miedo. Pero sobre todo, dicen las pacientes en el consultorio, los cercanos, los amigos, los padres, hermanos, novios, esposos, colegas, compañeros de trabajo. Esos son los que podrían reflexionar, darse cuenta, pero no lo hacen. Se recuestan en la comodidad del sillón de los privilegios a tomar cerveza y reírse de todo aquello que amenaza su virilidad, para apaciguar con su pulla burlona la incomodidad de su frágil masculinidad.

Se indignan, tratan a las mujeres de locas y exageradas: ¡¿no se les ocurre otra cosa?! Las pancartas, las paredes pintadas, las mujeres en tetas, mujeres embarazadas con el pañuelo del aborto, los incomoda. Entonces comienza el proceso de corrección. Te indican cómo hablar y qué decir, que está bien y qué está mal. Qué es lo correcto para una mujer “bien”, para una profesional. Utilizan sus lugares de autoridad como corrección política: ¡Que el psicoanálisis no se mezcle con el feminismo! ¡Eso no es un psicoanálisis! Allí donde podría advenir un psicoanálisis que retorne a su raíz revolucionaria, lo que emergen son discursos reaccionarios que intentan producir una escisión entre psicoanálisis y política.

Paradójicamente, los varones del psicoanálisis son los primeros en literalizar lo que acontece en el marco de la marcha: ¡Son violentas! ¡Reproducen lo mismo de lo que se quejan! ¡Arruinan las paredes! ¡Yo no soy ningún violador! ¡Feminazis! ¡Feminismo extremo!

Mientras descubren -cual Colón América- que la violencia opera sobre el lenguaje y que por lo tanto deberíamos manifestarnos pero no ser (según su consideración que es la única válida) violentas, nosotras las feministas (que también somos psicoanalistas) ya nos reunimos, nos organizamos, nos escuchamos, nos abrazamos y ¡hasta escribimos libros!

Cuando se literaliza lo que sucede en una marcha de mujeres, y se intenta corregir porque incomoda y molesta, ahí no hay nada que discutir, nada que reflexionar. Se trata de el machismo más sutil, disfrazado de aliado, de consenso, pero igualmente violento.

La prohibición de pensar

El machismo es un problema dentro de la práctica psicoanalítica. Históricamente han sido los hombres los que han escrito sobre las mujeres y, en psicoanálisis, la mayoría de las mujeres escriben sobre lo que los hombres escriben sobre ellas. Para Freud, el terreno de la feminidad se allana si se remueve la “actividad fálica”. Lo que se prohíbe es toda acción de crear. La educación deniega a las mujeres el saber sobre su sexualidad. Como es indigno y pecaminoso, se las disuade de pensar, se les desvaloriza el saber y emerge a una temprana edad la prohibición de pensar (Rutenberg, 2019), que se refuerza durante toda la vida incluso por las propias mujeres que adoptan una posición tutelada frente al saber de los hombres.

¡Ellos son los que saben!

La militancia política para muchos y muchas colegas es ser extremista. Se declaran feministas, a favor de los derechos de las mujeres, pero de los derechos individuales que terminan donde empiezan los derechos de la otra. Ese es el feminismo liberal y por lo tanto una posición política que se expresa en la práctica analítica porque ¡también existe el ejercicio liberal del psicoanálisis! Quien no necesita “proclamarse” posiblemente sea por haber nacido con privilegios. El feminismo es un movimiento que entiende que hay otras que no tienen ciertos privilegios. Es muy sencillo denominarse feminista siendo una mujer blanca, de clase media, heterosexual y profesional. Gozar (en el sentido lacaniano) de los derechos conseguidos por las “feministas extremas” para luego degradarlas da cuenta de que el patriarcado requiere de mujeres aliadas para funcionar como una máquina bien aceitada. Necesita al feminismo como amenaza. Lo cierto es que lo es. Amenaza con terminar ¡no con el psicoanálisis! sino con las bases patriarcales y heteronormativas sobre la que sustentan y edifican su práctica tantos y tantas psicoanalistas. No existe un psicoanálisis ni feminista ni machista; lo que existen son psicoanalistas machistas y liberales que consideran que el feminismo, la militancia y la libertad sexual son posiciones “extremas”, perpetuando una teoría sobre la sexualidad que desde cierta autoridad moral produce reiteraciones de normas hegemónicas. El inconveniente de la autoridad en psicoanálisis es que se logra por el retroceso constante a un origen que no es recuperable, que no está al alcance. Se legitiman prácticas y teorías desde una referencia tan apolillada y perdida en el tiempo que para fundamentarla se requiere... la autoridad.

¡Lo dijo Lacan!

Pero la repetición llama a lo nuevo, y con esto no me refiero a desechar las teorías de Freud o Lacan como muchas veces se piensa que hacen las feministas, sino hacer entrar lo novedoso, no por inédito sino porque estaba frente a nuestros ojos pero no se podía ver porque no estábamos autorizadas. Como psicoanalistas no juzgamos a nuestros pacientes porque no somos jueces, pero una escucha desprejuiciada requiere una toma de posición política y ética. De otro modo, el psicoanálisis se convierte en una repetición de reglas hegemónicas de poder que confieren durabilidad y reconocimiento a lo que nombran. En términos de Judith Butler, un acto performativo.

Una paciente me cuenta que su pareja la agarró de los pelos y la arrastró por el suelo cuando se enteró que ella le había sido infiel. Me dijo que otras veces él es bueno. Entonces le pregunté: ¿No crees que él jamás debería golpearte? ¡El amor es político! Conlleva relaciones de poder. Los y las psicoanalistas estamos advertidos y advertidas de que el amor es un neologismo, ninguna persona lo concibe igual que otra. Pero golpear, maltratar física, psicológica, económica, patrimonialmente jamás puede ser amor. Las feministas -como muchos y muchas colegas fantasean- no le respondemos a nuestras pacientes la pregunta por el amor, pero sí les decimos que cuando su pareja les dice que no saben, que están confundidas, equivocadas, que no valen nada y que sin ellos no existirían… eso no es amor, eso es otra cosa: corrección machista.

Referencias: Rutenberg, S. (2019) Feminismo barato y zapatos de goma. En: ElSigma, Buenos Aires. Disponible en: https://www.elsigma.com/genero-y-psicoanalisis/feminismo-barato-y-zapatos-de-goma/13657 (12/10/2019)

Jofré., D y Cuestas., F. (2019). Violencias contemporáneas: Entre traumatismos, memorias y horizontes subjetivos. Pág.78. Chile: Ediciones Universitarias de Valparaíso. https://www.sernameg.gob.cl/

Rutenberg, S. (2019). La prohibición de pensar. En: Hacia un feminismo freudiano. Editorial La docta ignorancia, Buenos Aires.

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