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En Chile... ¿No pasa nada? Por Carlos R. Sandoval

A pocas horas que la ciudadanía irrumpiera en las calles, el Presidente de Chile aseguró que nuestro país era un “oasis”. Probablemente cuando él y sus asesores revisen los archivos periodísticos sus mofletudas mejillas se contraerán y sonrojarán. Nada más errados podían estar. La sociedad chilena, con escasísimas excepciones, le llevaron al dintel de las puertas del poder el más profundo de los descontentos. No fueron alienígenas, como creyó la Primera Dama. Fueron chilenas y chilenos que dijeron no más, nos cansamos, nos unimos. Asimismo, la señora Morel dijo que tendrían que compartir los privilegios. No se sabe si su expresión fue de autocritica y arrepentimiento o de queja ante una realidad de cambios que se le viene encimas. Tampoco se sabe si el resto de la elite comparte uno u otro de los sentimientos de la señora del Presidente.

Cómo creerle a la derecha su miopía ante la brutal injusticia social. Tiene tanta credibilidad como cuándo expresaron no haber sabido de las violaciones a los Derechos Humanos bajo la dictadura cívico-militar. Incluso llegaron a alegar desvergonzadamente que solo eran excesos de exclusiva responsabilidad personal.

Lo mismo ocurre con la clase política. Todos, desde una vereda a otra, han expresado su incapacidad para ver el descontento social. Cómo creerles si hace unas semanas que acordaron legislar sobre un esquelético ajuste a las pensiones.

Y, por fin Chile inicia, quizás con retrocesos, pero ya emprende la verdadera transición. Inicia un cambio, que nada tiene que ver con cocinas ni menos con hipócritas levantadas de manos.

Se asoma a este nuevo camino porque Chile cambió. No lo hizo a partir de las legítimas evasiones. Lo viene haciendo desde hace décadas. Al menos desde mediados de los años noventa. Lo hace ocultamente, sin estridencias, como un verdadero Cuye que, oculto en sus madrigueras, va royendo el piso de los poderosos.

Los ideólogos del modelo creyeron poder convertir al ciudadano en consumidor exclusivamente, reservando la política, la cosa pública, reservada a la elite. Se equivocaron profundamente. Creyeron que la erotización hiperconsumista, símbolo del neoliberalismo, sería suficiente para adormecer a la sociedad. No ocurrió y difícilmente ocurrirá si no se remueven hasta sus cimientos el modelo socioeconómico.

La clase política completa, especialmente quienes gobiernan, debe tomar conciencia que no será suficiente las acciones y medidas cosmetológicas. El sistema feneció y por tanto su destino es la huesera de la historia.

 DE QUÉ SE TRATA

Con insistencia un rústico y encumbrado dirigente demócrata cristiano, tratando de empatizar con quienes protestan, habla de revolución. Obviamente que no tiene condiciones para leer lo que ocurre. Hoy quienes están recuperando su soberanía es la sociedad chilena. Lo hace desde distintos espacios sociales. Están los estudiantes, los oficinistas, los trabajadores portuarios, los explotados por el retail, los isleños, los pobladores, las mujeres, los trabajadores de las minas, alzando sus voces y sus manos para reclamar su soberanía.

Esto no es una revolución. Con el permiso de todos y todas me atrevo a decir que se trata de una asonada social. Será una revolución cuando todas las estructuras del Estado sean transformadas. Hoy es la sociedad que reclama por su soberanía. Lo hace como siempre: con y sin violencia, abigarradamente, con múltiples expresiones y peticiones. Por tanto, no hay que alarmarse. Lo que causa espanto es la incapacidad o egoísmo de quienes deben remediar el calvario de millones de chilenas y chilenas. Y este sufrimiento no lo causa exclusivamente la carencia material. También lo causan las tropelías de empresarios, políticos y tecnócratas y que son sancionadas licenciosamente. La lista es interminable. La memoria colectiva registra el perdonazo impositivo a Horst Paulmann Kemna que significó una pérdida estatal de 100 millones de dólares.

¿Quién fue el tecnócrata que ideó esta salida? El señor Julio Pereira Gandarillas, abogado nombrado por Presidente Sebastián Piñera en su primer período. Igualmente ocurrió en el caso Penta que implicó una sanción (¿?) penal consistente en clases de ética y una multa de 1.700 millones de pesos. ¿Qué efectos tuvo este castigo en los dueños de Penta? Ninguno o muy poco. Mucho antes que los condenaran pusieron a buen resguardo su riqueza. Recordemos que al vender “su cartera de crédito al Banco de Chile en US$ 910 millones y su banca privada al Security, en otros US$ 6,9 millones, paquete que incluía a Penta Corredores de Bolsa y Penta Administradora General de Fondos (AGF). Y aunque la venta fue por US$ 1.700 millones, el grupo Penta solo se quedó con poco más de US$ 300 millones, luego de saldar todos sus pasivos” (1). Es decir, la fortuna de los “Carlos” quedó en la estratosférica suma de 216 mil millones de pesos. Visto esto la multa representó un misero porcentaje. Pero más allá de las cifras, ética y políticamente corresponde preguntarse si la soberanía popular tiene expresión monetaria.

¿Quién fue el encargado de diseñar y aplicar el salvataje de la fortuna de los “pentas”? Aunque parezca como majadero debemos decir que “quien ha jugado un rol clave en desarmar las otras empresas del grupo ha sido Alfredo Moreno, quien justamente estuvo detrás de la venta de Banmédica, el banco, la aseguradora y la corredora de bolsa”(2). Nadie ignora que Alfredo Moreno es “…el ex canciller del primer gobierno de Sebastián Piñera y designado esta semana ministro de Desarrollo Social para el segundo periodo de Piñera”(3) .

¿Cómo no indignarse, cómo no violentarse, cómo no desconfiar?

Pero no es todo lo que hemos recordado. Hace pocos meses las cuentas RUT de miles de chilenos y chilenas recibieron una desnutrida compensación de 7 mil pesos. Este resarcimiento fue fruto de la pervertida colusión del empresariado papelero que, durante una década, violaron la sacrosanta ley mercantil de la libre competencia. De principio a fin hubo burla a la conciencia ciudadana. El escándalo es solo por la actitud delatora de la CMPC, sino además porque no se estableció fehacientemente el daño causado a los millones de consumidores, sino además por el secretismo perverso de la negociación.

Algunos reportajes periodísticos cifran en US$ 450 millones el perjuicio causado a los chilenos y chilenas, o sea tres veces lo que devolvió la familia Matte.

¿Cómo no encolerizar, cómo no irritarse, cómo no sospechar? Seguir con el listado de atropellos es caer un morbo innecesario. Por consiguiente, es mejor imaginar un futuro más auspicioso a partir de mínimas medidas.

Los trabajadores y trabajadoras, la juventud chilena, ha demostrado ser políticamente responsables. Solo salieron a la calle, con toda la musculatura necesaria, sólo después de varias décadas. Y, obviamente, para el futuro, lo seguirá demostrando. Ya existen algunas expresiones de esa sempiterna madurez política.

ALGO DE ZANAHORIA, PERO CON FEROZ GARROTE.

Nuevamente la derecha quiere hacer negocios con el sufrimiento de la gente. El señor Piñera salió, con pulcro lenguaje, a comunicar a los chilenos y chilenas una agenda social. Saltó, sin mediaciones, pero con mucha presión social, de los días mejores a pedir perdón. Nada más demagogo pudo ser el Presidente. Y, si digo “demagogo” lo estoy haciendo en estricto sentido literal.

Atenuó sus dichos de vandalismo y delincuencia. Y le dio paso a su propuesta. Veamos cuánto se avanza. Obviamente que mantendrá su agresión a la famélica democracia construida desde el siglo pasado. No levantará el Estado de emergencia y por consiguiente no regresarán los militares a sus cuarteles. El garrote se mantiene o a lo sumo lo irá atenuando, apostando al desgaste del multifacético movimiento social que hoy lo acosa.

Pero este garrote debe asumir conscientemente el mandato que recibió y las consecuencias que lo aquejará. Estamos en un momento de la historia nacional en que existen contrapesos institucionales a los cometidos represivos que se le exigen a las Fuerzas Armadas y de Orden. Los resultados han sido miles de detenidos, centenas de heridos y varios muertos. Las denuncias judiciales empiezan a menudear y ya hay varios uniformados formalizados y presos. Todo ello, mientras el principal responsable del orden interno se auto declara inocente de cualquier responsabilidad política por lo sucedido.

Nuevamente la derecha saca las castañas con las manos de los uniformados. Habría que preguntarles a los miles de hombres y mujeres, que tienen el monopolio de las armas, si están dispuestos (aunque sea por su juramento) a pagar el precio de no sólo terminar encarcelados, sino más desprestigiados a nivel nacional e internacional.

La zanahoria revestida de justicia social no pasa de ser otro negocio para los empresarios. No hay aumento del salario mínimo, sino otro subsidio a la mano de obra. Y, nadie desconoce que beneficia al empresariado. El engaño está en que el subsidio se financia con los impuestos de los chilenos. Pero, decir que es un avance llegar a los 350 mil pesos es no haber entendido nada de nada. ¿Cómo solventar el arriendo o dividendo, cómo cubrir los gastos en alimentación y en servicios básicos con este monto? El salario mínimo seguirá por debajo de la línea de la pobreza. Más que justicia social impresiona como una provocación.

Igualmente, y con no poca estridencia el Mandatario anunció beneficios (¿?) en salud. ¿Cuáles son esos mentados beneficios? consistente en un convenio entre FONASA y las cadenas farmacéuticas, lo que podría traducirse en otro pingüe negocio para el empresariado de la salud.

No se escuchó ningún anuncio que tocara a las ISAPRES y el fortalecimiento del campo hospitalario estatal. Con grandilocuencia se anuncia la creación de un seguro de salud. No se dijo nada quién financiará dicho aseguramiento y menos de quién lo administrará. Es más probable que se pretenda licitarlo y pagarlo con los impuestos de los chilenos y chilenas y no gravando a las grandes riquezas patrimoniales. O sea, otro copioso negocio para la elite económica.

Se suma a esta seudo justicia social el congelamiento de las tarifas eléctricas al precio que ya se estaba pagando como si éstas hubiesen sido bajas. Es sabido que el costo de la luz eléctrica es insoportable para quienes viven con el sueldo promedio. Asimismo, nadie desconoce los abusos cometidos por estas empresas. Pero más allá de estas consideraciones la medida gubernamental es estrecha y carente de sentido social.

Podríamos preguntar el por qué no un pago diferenciando grandes empresas, minería privada, comunas ricas de comunas pobres, clase media y pobres. O sea, el que tiene más que pague más. Esto sería una señal de acercamiento a una justicia social.

HACIA DÓNDE IR

Partamos diciendo que las cupulas políticas, supuestamente opositoras, se están arrogando éxitos con la gesta ciudadana y de resistencia. Los ex concertacionistas están subiéndose al carro diciendo que valoran “el perdón del Presidente. Recogió gran parte de nuestras propuestas¨ (Jaime Quintana del PPD) o "hay cosas interesantes como el aumento inmediato de la pensión básica en un 20%, como el incremento del pilar solidario, como el ingreso mínimo garantizado, el buscar neutralizar las alzas de la luz y los precios de medicamentos. Cosas que nosotros le plantemos hoy" (Carlos Maldonado, radical)

Queda claro que la intención de estas cúpulas: montarse en el movimiento social y construir caminos gatopardistas. Es decir, continuar con el signo político de los últimos treinta años. Los resultados de esta estrategia están a la vista.

Entonces por dónde rumbear. No hay duda de que se necesita un nuevo pacto social. Para que nazca legitimado debe ser creado en otras matrices sociales. Las cocinas y reuniones de pasillos palaciegos están (a lo menos) demodé. Lo que cabe es la presencia de un real soberano deliberando. No bastará con invitaciones y diálogos de las organizaciones sociales con el gobierno. Se hace necesario que toda la llanura social ocupe los espacios institucionales y de facto para que construya, con sus propios saberes, el mentado pacto social. Es un deber ciudadano participar de las Juntas de Vecinos, de los CODECOS, de los Cabildos barriales, de los Centros estudiantiles, en los sindicatos, en las asociaciones gremiales. Todos sirven para instalar las verdaderas aspiraciones de la sociedad chilena.

Todo lo anterior sin olvidar el necesario juicio político al actual gabinete. Usando palabras mercantilistas, muy propias de quienes gobiernan, termino diciendo que: “nada es gratis”

Carlos R. Sandoval Ambiado
Profesor de Historia y Geografía, Magíster en Educación, Doctor en Historia.

Octubre de 2019. La Florida

[1] Ver en http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=438658.

[2] Ver en http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=438658.

[3] Op. Cit. 

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