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En el país de los necios el tonto es rey

Chile, ese lejano país en que nací sin que nadie me consultara al respecto, es un lugar de costumbres extrañas y de palabras peores. A los delincuentes no los enjuician, los "formalizan", y los pillos, corruptos y corruptores, torturadores, no comenten delitos sino "ilícitos". Y como si esto no bastara la casta dirigente ha impuesto la más odiosa de las limitaciones porque, la justicia, los derechos civiles, los derechos humanos y la democracia, se practican "en la medida de lo posible".

Es también un país con una pasión patológica por el ridículo, no olvidemos que el himno nacional define a Chile como "la copia feliz del edén", y el lema escrito en el escudo es un rebuzno: "por la razón o la fuerza". País de matones en suma.

Ayer, en ese país que se jacta de ser la economía más fuerte de América Latina, sin que importe el lugar de privilegio que ocupa en el mapa mundial de la desigualdad, ni que tenga uno de los índices de lectura más bajos del mundo, apenas encima de Haití, ni el racismo y la xenofobia crecientes que han convertido a Chile en el único país del mundo donde los pobres odian con entusiasmo a los otros pobres, hubo ayer una fiesta navideña.

El festejo se realizó en un lugar exclusivo, y los anfitriones, los exportadores chilenos, en ningún caso exportadores de bienes manufacturados en el país, de productos de valor añadido, sino de lo que se recolecta, porque Chile tiene también el mérito de haber retrocedido a la etapa de las economías de recolección, de frutas y minerales que se exportan en bruto. Es una nación de recolectores y de vendedores, de tele operadores y choferes, de gente pésimamente pagada porque la naturaleza del modelo económico ha hecho de ellos la parte más débil, despreciada y prescindible.

A la simpática fiesta con pisco sour y empanaditas de mariscos asistieron dos sujetos que aspiran a ser presidentes, ambos representantes del híbrido llamado centro izquierda, varios ministros, y todos recibieron complacidos el regalo ofrecido por los empresarios exportadores: Una muñeca hinchable comprada con seguridad en un porno shop chino, grotesco objeto amado por los onanistas del poder y que, según los anfitriones, representa a la mujer y a la economía, porque "como la mujer, la economía debe ser estimulada".

La moraleja del asunto es que, si uno de los dos presidenciables que recibieron el regalo se convierte en presidente del país, lo más seguro es que la primera dama de la nación sea esa muñeca hinchable. Y el resto no merece mayores comentarios.

L.S. 14 de diciembre de 2016

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