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En memoria de mi hermano Eduardo Aquevedo

No tengo palabras para expresar mi dolor tras el fallecimiento de Eduardo. Es por ello que junto con agradecer vuestra solidaridad, vuestras palabras de consuelo, voy a tratar de rememorar algo de nuestras andanzas, en este momento en que debo dejar partir mi alma gemela.

Si, Eduardo ha sido mi guia, mi cómplice, mi apoyo en todas las circunstancias. Nuestros padres no tenían armas para ayudarnos a descubrir el mundo, él abrió las puertas y con toda su generosidad me enseñó a caminar por la vida. Durante nuestra historia común me esforcé por seguir sus enseñanzas, traté de estar a la altura y de ello estoy orgullosa.

Nuestra primera aventura comenzó cuando teníamos 4 y 5 años, nos fuimos de la mano a buscar escuela. Nos encontraron a 1 km de distancia de la casa paterna. Ese mismo año nos matricularon, cada uno en su nivel de acuerdo a la edad, ello no fue un obstáculo para verme regularmente sentada al lado de mi hermano. Así es como recorrimos la vida, siempre juntos, lo más cerca posible, en una relación de amistad, ternura, solidaridad, fidelidad, en el plano personal, social, cultural y político.

Hermano mío, tú me permitiste apreciar el verdadero significado de ser un hombre libre desde todo punto de vista. Siempre estuviste lejos del lujo, de las apariencias, la violencia, la envidia. La tolerancia, la humildad y la compasión adornaron tu existencia. Nunca pediste nada para ti, no permitiste que nos acercáramos a tus dificultades, tus dolores. Nos ahorraste la angustia de compartir la intuición que tu corazón estaba enfermo. De tu valentía y tu consecuencia, me inspiro para seguir el ejemplo.

Gracias a ti descubrí el amor por la lectura, me diste las armas para aprender a comprender la realidad que nos rodea, Secaste mis lágrimas cuando tenía una pena de amor. En París recibiste a mi Rayen cuando vino al mundo, me acompañaste y me ayudaste a encontrar las fuerzas para dejarla partir cuando sólo tenía 4 años y medio. También supiste consolarme cuando nuestra madre se nos fue en Paris, 1978, y nuestra hermana Paz se fuera en Santiago, 2012.

Ahora me toca dejarte partir hermano querido, para ello voy a tratar de reapropiarme todas las armas que me entregaste. En honor de tu existencia ejemplar, deseo que el 3 de enero próximo, mil flores se abran en los bordes del río Malleco, Angol, cuna de nuestra infancia, para acompañarnos cuando esparciremos tus cenizas y te diremos hasta siempre en familia.

Anda hermano mío, mi hermanito querido, vuela alto como siempre supiste hacerlo y descansa en paz por la eternidad.

María Teresa Aquevedo

Santiago, 18 de diciembre 2014


Eduardo Aquevedo Soto (1944-2014)

Eduardo Aquevedo Soto inició su vida política en medio de los convulsionados escenarios de la década de los sesenta. Eran momentos de cambios, de reformas y de fuertes tensiones políticas, económicas y sociales. Fueron los difíciles momentos del Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende (1970-1973), que apoyó. Vinculado a la Juventud de la Democracia Cristiana, que en su época se sentía comprometida con la llamada “vía no capitalista de desarrollo”, al fracasar dicho proyecto, él y otros dirigentes rompieron con ese partido y fundaron con mucho entusiasmo y esperanzas juveniles el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) que buscaba renovar el pensamiento y la práctica política tradicional de izquierda. Eduardo ocupó cargos importante de dirigencia en esta organización política, tanto en Chile como posteriormente en su prolongado exilio en Paris. Fue Subsecretario General del MAPU, elegido en el Congreso de 1972. El MAPU finalmente se disolvió democráticamente en 1988. A partir de esa fecha Eduardo ingresó al Partido Socialista de Chile (PS), organización a la que perteneció hasta sus últimos días. En vida acumuló una significativa experiencia política, la que le permitió conocer diferentes países y mantener relaciones con destacadas figuras internacionales. Si bien es cierto era una persona política, su mayor fortalece residía en su capacidad de análisis de situaciones nacionales e internacionales.

Luego de haber trabajado como profesor asistente de Economía en la Universidad de Paris VIII (1982-1993), a comienzos de los noventa (1993) regresó a Chile para incorporarse a la Universidad de Concepción, donde se desempeñó como profesor entre 1993 y 2006. La Rectoría de la época, encabezada por Augusto Parra, tomó la decisión de reabrir los estudios de Sociología, clausurados por la Dictadura militar. Para ello la Universidad invitó a profesionales de las ciencias sociales residentes en el extranjero. Eduardo Aquevedo aceptó la invitación y se trasladó a Concepción, lugar y Casa de Estudios a los que estuvo vinculado en su juventud. Una vez instalado en Concepción hizo gestiones que finalizaron con la incorporación de otros sociólogos residentes en el extranjero. Reactivar las ciencias sociales y la sociología en la prestigiosa Universidad de Concepción, constituía una obra relevante para apoyar el desarrollo del pensamiento social, necesario para comprender los problemas de la sociedad chilena post-dictadura, que justo en ese momento daba sus primeros pasos en el complejo proceso de recuperación de la democracia.

En la Universidad de Concepción se desempeñó como Director del Departamento de Sociología y luego Decano de la Facultad de Ciencias Sociales (2002-2005). Preocupado por el desarrollo de la Universidad fue también miembro activo de Universidad 2000, instancia amplia de discusión de académicos de diferentes facultades de la Universidad.

Motivado por el desarrollo de las ciencias sociales, aprovechó sus contactos con profesionales de América Latina para impulsar el desarrollo de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), de la que fue su Presidente (1999-2001) tras el XXII Congreso realizado en la Universidad de Concepción y del cual fue un activo promotor. ALAS, representa en la actualidad la organización más importante de la Sociologia y del pensamiento social crítico en América Latina, con amplias relaciones y reconocimiento internacional.

En el terreno de lo personal, Eduardo fue una persona generosa, modesta y preocupada por el bien de su familia, sus amigos y el pueblo chileno. Profesaba un gran amor paternal hacia sus hijos menores Karim y Yasmina, estaba constantemente intranquilo por su futuro, el que consideraba algo así como la prolongación mejorada de su propia existencia en el mundo.

Eduardo solía manifestar siempre que él era de Angol (Región de la Araucanía) y se enorgullecía de ser un hombre de provincia. Por eso seguramente fue siempre un hombre bonachón y alegre aunque en su vida privada era bastante reservado, enigmático y hasta retraído. Eduardo era una persona de pensamientos amplios y profundos.

De convicciones sólidas en lo político, su recorrido por las Ciencias Sociales también lo es. Era un humanista que transitó por los caminos existencialistas abiertos por Jean-Paul Sartre y también un buen conocedor del budismo, siguiendo la enseñanza de Dalai Lama. De argumentos férreos en el debate y la polémica se destacaba por una serenidad reflexiva que sin duda le brindaba su convicción filosófica oriental. Aborrecía los conflictos, los que aplacaba siempre con tentativas de consenso y conciliación.

Eduardo Aquevedo fue, sin duda, un hombre bueno, preocupado siempre por la justicia. Distante de la ostentación y del lujo, cultivó siempre una vida de austeridad y simpleza. Su hogar fue un espacio abierto a los amigos, a la conversación controversial, a la esperanza transformadora de la sociedad.

Estimado amigo y compañero, descansa en paz.

Fernando Robles Jorge Rojas

Concepción, 10 de diciembre de 2014


Eduardo Aquevedo falleció el sábado 6 de diciembre de 2014 en el Hospital del Torax, producto del ataque cardiaco que sufriera a comienzos de octubre.

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