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Escrituras sin límites y desde el límite. entrevista de Alex Ibarra a Andrea Jeftanovic

Entrevista a Andrea Jeftanovic (A.J) Escritora. Realizada por Alex Ibarra Peña (A.I) Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada.

Agradecimiento a Julia Toro por la fotografía.

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A.I: Andrea, es un gusto poder entrevistarte. Debido a las distintas actividades intelectuales que llevas a cabo hay posibilidades variadas para desarrollar este diálogo. Quiero partir con algo tal vez menos conocido, en relación a tu carrera de escritora, ¿qué clases son las que das? ¿Nos puedes contar algo de tu experiencia docente?

A.J: Doy clases de literatura latinoamericana y chilena del siglo XX y XXI, también dramaturgia y teatro. Me encanta dar clases, yo soy una lectora voraz y es una fortuna comentar los libros que me fascinan. Yo entrego puntos de vista pero luego los alumnos me retribuyen con su propia lectura. Logré mi sueño, es decir, recibir un sueldo por mi vocación: leer y comentar esos libros. Además, en la Universidad de Santiago tenemos libertad de cátedra, es una excelente universidad laica que para las humanidades es muy importante. Y por su carácter de plantel público contamos con estudiantes muy interesantes, que aprecian la formación que se les da.

A.I: Tu labor docente la vienes realizando en la Universidad de Santiago de Chile, en ésta los estudiantes han tenido un sostenido compromiso en la defensa de la educación pública y en las demandas por la gratuidad, en parte por la intensa actividad política al interior de esta casa de estudios. Una muestra evidente de este carácter político al interior de la universidad es que permanentemente se encuentre vigilada por Fuerzas Especiales con guanaco y zorrillo incluido, listos para la represión. La política y la violencia son temáticas que te interesan, ¿te parece que hay una relación de tipo necesaria entre éstas? ¿Tienes algún análisis en torno a la relación política y violencia en el Chile actual?

A.J: Yo diría que siempre hemos sido marcados por la violencia, tenemos un surgimiento violento como nación, estamos marcados por relaciones agresivas, asimétricas. Hay gran violencia hacia los sujetos más vulnerables. La dictadura fue un paradigma de violencia que dejó muchas marcas, que las fuerzas especiales se sientan con derecho a entrar a un campus universitario es muy violento. Si bien en situaciones complicadas eso no ayuda nada.

El capitalismo es tramposo, da libertad en un punto, pero también concibe una relación agresiva hacia la mayoría, hacia la vulnerabilidad de las personas.

A.I: Siguiendo ahora con este tema de las violencias, se puede afirmar que has presentado de manera bastante directa en tus textos literarios, un tema que puede ser considerado violento, en cuanto suele involucrar abuso frente a la vulnerabilidad de los niños, me refiero a la pedofilia que es un tema sensible no sólo en Chile. ¿Cómo llegas a poner atención a este tema? ¿En tus textos buscas instalar una denuncia respecto a esta cuestión?

A.J: Más que eso es un cuento, que mencionas, trata sobre la violencia que existe en la sociedad que lleva a que una hija y a un padre quieran huir de todo y fundar una nueva sociedad. En ese relato está su desesperación, su instinto, su rebeldía a un mundo muchas veces impune a todo tipo de abuso.

Además, en todo ese libro, al que pertenece el cuento, me interesó trabajar sobre la figura del niño que es un sujeto caracterizado por su estado de tensión hacia el futuro, opera como un significante abierto en el que pueden encarnarse contenidos diversos. Quizás ahí está la violencia que indicas. Nos hemos abocado a pensar la infancia en la literatura como una perspectiva y un espacio simbólico que se agota en la vulnerabilidad, pero en el arte los niños se han dotado de una mirada transformadora, una posibilidad de construir discursos político-sociales y poéticas escriturales. Esto recuerda el ensayo de Josefina Ludmer, Las tretas del débil (1984), que apunta a la escritura femenina y cómo ésta se filtra en los resquicios de lo dominante haciendo valer, precisamente, los recursos propios de su “debilidad”. Como bien sostiene la ensayista argentina en la estrategia de Sor Juana hay un doble gesto “se combina la aceptación de su lugar subalterno (“cerrar el pico las mujeres”), y su treta: no decir pero saber, o decir que no se sabe y saber, o decir lo contrario de lo que se sabe (mi ley) […] combina, como todas las tácticas de resistencia, sumisión y aceptación del lugar asignado por el otro, con antagonismo y enfrentamiento, retiro de colaboración”

A.I: En tu trabajo literario es fundamental el tema expresivo, has reconocido tu interés por la metáfora. Considerando la variedad de géneros que has desarrollado, por nombrar algunos novelas, cuentos, ensayos, seguramente también artículos académicos. ¿Tienes alguna valoración especial por algunos de estos tipos de escrituras?

A.J: Escribo en varios géneros, soy la misma autora que usa un formato u otro dependiendo del tipo de proyecto. A veces necesito más imágenes poéticas, otras más reflexión. A veces son historias concentradas, más abruptas; otras más dilatadas, digresivas. A veces se tiende a pensar que la persona se disocia, o tal vez alguna vez me pasó, ahora prefiero pensar que es la misma pulsión que viste distintas formas.

A.I: En las entrevistas que uno encuentra en la web, que has dado en otras oportunidades aparecen referidas dos escritoras chilenas muy importantes: Diamela Eltit e Isidora Aguirre. Ambas han recibido lecturas orientadas desde una perspectiva de género, en cuanto estudiosa de la literatura, ¿valoras algún aporte específico de las teorías de género en la crítica literaria? ¿Tienes interés en que tu escritura sea considerada desde estas perspectivas de análisis?

A.J: Claro, he tenido la suerte de mantener una relación literaria y amistosa con Diamela e Isidora, dos autoras que me han nutrido mucho, cuyos textos me han provocado y cuyos lugares como autoras han sido revolucionarios. Son autoras extraordinarias, prolíficas, que han trabajado y, luego, son personas políticamente muy consecuentes.

Por supuesto que en ellas está instalada una mirada de género, una mirada de la condición de mujer, se ve en el modo cómo construyen a sus protagonistas, la existencia de cierto cuerpo y la sociedad, los prejuicios, la maternidad y tantas más. Pienso en la Guatona Romilia en la obra “Los papeleros”, o en L. Iluminada desafiando el toque de queda en la dictadura en “Lumpérica”.

La literatura siempre es un diálogo con la tradición, con otros autores, tuve la suerte de conocer bien a dos escritoras que me han inspirado como tales. Con otros autores ese diálogo ha sido póstumo o imaginado.

A.I: También en entrevistas anteriores has dicho algo así como que te agrada la poligamia editorial. Algunas de tus publicaciones han aparecido en la Editorial Cuarto Propio, en la cual la labor de Marisol Vera tiene una larga data relacionada a publicaciones comprometidas con el tema de género. Desde esta experiencia editorial y de otras ¿qué opinión tienes del trabajo editorial que se realiza en Chile? ¿Tienes algún análisis en torno a la producción de escrituras y el mercado editorial?

A.J: Es que me interesa un espacio más libre, y no todos los libros son para todas las editoriales y como he escrito libros variados, en distinto registro y en distintos espacios poder editar en sellos ha sido parte de mi trayectoria ecléctica. Para mí ha sido muy rica la experiencia de publicar el mismo libro en diferentes países, se crea una red inesperada. Y con Cuarto Propio he tenido una excelente experiencia, es un sello prestigioso y serio.

El panorama editorial está muy dinámico, y por eso mismo, muy fragmentado, atomizado, yo me muevo algo desorientada, pero me estoy poniendo al día, de todos modos encuentro sano que ahora hay muchos cánones.

A.I: Una mujer que destaca por su escritura, suele ser considerada como una mujer inteligente, pero si además cumple ciertos estereotipos de belleza instalados culturalmente puede convertirse en objeto de deseo de pulsiones eróticas, por cierto no sólo masculinas. Teniendo en cuenta que hoy hay una suerte de sensibilidad frente a prácticas de acoso instaladas cotidianamente, ¿has sentido algún tipo de acoso sexual en espacios académicos o intelectuales? ¿Nos puedes dar alguna opinión frente a este tipo de acoso?

A.J: Es que la naturaleza del acoso no tiene que ver con la supuesta o no belleza de la acosada, tiene que ver con la patología del acosador que puede sentirse en un lugar de poder abusivo y sufrir de misoginia, clasismo, racismo. Se trata de una persona que no ve al otro como un igual, alguien que merece respeto e igualdad. El acosador está generando una situación de asimetría, de abuso de poder.

A.I: El acoso, los celos, relaciones de dependencia, y otras tantas formas de violencias amparadas en una cultura de la dominación de la mujer, pueden llegar a convertirse en “amores que matan”. ¿Tienes intereses literarios en estas violencias?

A.J: Así lo vemos a diario con las denuncias de casos de femicidio, violencia intrafamiliar. Como búsqueda literaria está bien conocer a los personajes en zonas límites, en experiencias radicales y ver cómo reaccionar, cómo opera su visión de mundo. Ese experimento, el de situar a los personajes en escenas radicales, en crisis, en momentos de incertidumbre, es propio del trabajo del arte literario.

A.I: Para terminar esta entrevista, ¿nos puedes contar si es que estás en algún nuevo proyecto literario o sobre si hay algún tema que tengas pendiente y que quieres desarrollar?

A.J: Sí acabo de publicar un libro de crónicas de viajes ficcionales, Destinos errantes en España, en una editorial catalana que se llama Comba. Son nueve crónicas azonas fronterizas que son a un tiempo experiencias vitales y literarias, donde toma cuerpo lo vivido, lo imaginado, lo leído, temido o soñado.

En estos textos híbridos me propuse viajar lejos para resolver lo más íntimo en espacios ajenos: el túnel que comunicaba la ciudad de Sarajevo bombardeada durante la guerra de los Balcanes, la difusa frontera marítima entre Chile y Perú, una organización de familiares de víctimas del conflicto palestino-israelí, los recovecos brasileños de los personajes de Clarice Lispector; todos espacios en los que la autora se adentra con delirio, ironía y su mirada personalísima, su «poderosa capacidad para explorar los vericuetos de la psicología humana», en palabras de Care Santos, con tal de comprender los complejos procesos bélicos, políticos, culturales o lingüísticos de cada zona. También estos textos se aventuran en una habitación donde se alojó Fidel Castro en Cienfuegos en dos momentos muy distintos en Cuba, o buscan la California de los sesenta pero en el siglo XXI, o registran la residencia de San Ildefonso en Alcalá en ocasión de la entrega del trigésimo tercer Premio Cervantes con el fantasma del Quijote dando vueltas. Deambular entre la habitación de Salvador Allende y el taller de reparaciones de bicicletas de Peter Tormen, un deportista detenido durante la dictadura chilena. De cada situación emergen resonancias que, creo, llevan al lector de vuelta al universo poliédrico .

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