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Escuela de taxistas. Por José Leandro Urbina

Como usuario habitual de taxis y confeso conversador estoy empezando a sospechar que hay una hermandad secreta en un considerable sector de esa profesión. No quiero entrar en el mundo de las teorías de la conspiración ni obsesionarme con ciertas señas de hermandad más o menos evidentes, que se pueden descifrar cuando usted es un buen observador.

Yo viajo en taxi por lo menos cinco veces por semana y casi siempre recojo el guante cuando me invitan a opinar. No todos los taxistas lo hacen. Hay algunos callados que solo van a contestar si o no o humm si usted no habla de fútbol. Pero con los opinólogos, a no ser que uno no quiera, siempre hay una pregunta anzuelo o una afirmación inicial para rayar la cancha. Por ejemplo:

Y éste se va de viaje de nuevo…
 ¿Quién es éste?
 El Boric, pue.
 No me diga, no tenía idea.
 ¿Usté no escucha las noticias?
 No siempre, usted parece que sí.
 Sí pue, hay que estar informado, caballero. Para que a uno no le metan el dedo en la boca.
 ¿Y qué radio escucha?
 La Agricultura. Muy buena, ahí le dicen la verdad.
 Pero la noticia del viaje de Boric debe estar por todas partes.
 Claro, como él es comunista se va de viaje con la plata de todos los chilenos.
 Porque está entre las tareas del president buscar convenios comenciales con todos los países que brinden alguna oportunidad buena para Chile. Además, no es comunista.
 Pero si se va a pasear, usté cree que le van a dar bola en alguna parte a este cabro chico que no sabe ni limpiarse el poto.
 Por supuesto que sí
 Ah, eso lo dice usté porque es de izquierda. Cuando llegamos a ese punto hay que cambiar de estrategia. Yo ocupo la de la traición de San Pedro y digo: Para nada, yo soy democrata cristiano y cercano al pensamiento de Ximena Rincón. Pero hay que reconocer las cosas buenas y no tener puras opiniones negativas como si este país fuera una porquería. Usted debe ser de derecha y no me va a decir que la derecha es la que hace todo bien y…
 Mire, para mí todos los políticos son malos, ladrones y corruptos, me interrumpe. No son patriotas. Vamos avanzando por ese lado y casi cuando estamos llegando a destino dice: Él único que supo sacar adelante este país fue el presidente Pinochet, y después de él nos vinimos al suelo.
 Usted de verdad cree eso, alcanzo a decir.
 ¿Lo dejo aquí?
 Sí, dejeme aquí.
 Hasta luego amigo, que le vaya bien, dice amablemente.

He caído varias veces en esta trampa. Choferes que me invitan a descubrir mis preferencias políticas a través de preguntas y posturas antipolíticas y que comienzan defendiendo tibiamente la presidencia de Sebastián Piñera y al final hacen una rápida y enérgica apología de la dictadura militar incluso con una pizca de amenaza.

En un caso, el hombre comenzó a quejarse del atochamiento en el puente de Avenida la Paz entrando hacia Independencia.
 Mire el basural aquí, todos estos negros vendiendo cachureo y cuestiones robadas. Está lleno de delincuentes y las autoridades bien gracias.
 El sector de la Vega siempre ha sido así. La descarga de frutas y vegetales tiene su lado sucio.
 No, si yo le hablo de la gente, amigo. Aquí se vende más droga que fruta, pero los buenitos siguen trayendo dominicanos, haitianos y ahora venezolanos que hacen lo que quieren. Antes no era así.
 Bueno es verdad que hay problemas y que este país no estaba preparado para recibir tanto extranjero en la época cuando Piñera fue a Cúcuta a invitar a los venezolanos.
 Ahí tiene, pero a la señora le gustaba traer negros. Y no es que yo sea racista, ni soy displicente, pero ellos no son como nosotros. Nosotros somos mestizos no negros. Ellos no tienen cultura.
 Todo el mundo tiene cultura, toda la gente se va adaptando si se le da ayuda, le digo gentilmente.
 Este país se está hundiendo, hay que darles plata y servicios gratis a estos vagos y para los chilenos, las peras.
 Y ¿cuál es la solución entonces?
 Un líder fuerte, alguien que ponga orden. No estos cabritos olor a pichí que además se creen la muerte. Y ahora una vuelta al motivo básico.
 El general Pinochet nos dejó un país tiki taka y la izquierda se encargó de destruirlo. Me salgo del guión: ¿Y usted cree que heredamos un país maravilloso? Heredamos un país de abusadores, de pobreza, de tortura, de familias destruidas y de ladrones de cuello y corbata… Yo iba a seguir, porque tengo una larga lista de acusaciones, pero el hombre se dio vueltas hacia mí y gritó: ¡¡Oiga, no le voy a permitir eso!!
 Estamos en democracia, le digo. Uno es libre de expresar sus opiniones.
 Por eso mismo, tenga respeto. Usted no tiene derecho a insultar al hombre que protegió la democracia de los comunistas.

No vale la pena seguir adelante con un contendor así.

Nunca discutas con un idiota, advertía Mark Twain, te rebajará a su nivel y te ganará por su experiencia.

Pero a veces la tentación es más fuerte. Hay mucho más, hay discusiones fomes, donde el chofer repite sin gracia la sarta de nimiedades que aprendió de la radio y otras más agudas en las que quien discute tiene bien asimilado el credo de la derecha.

En este caso, la mejor arma es el ataque preventivo que uno puede usar declarándose furibundamente antipolítico.

Un chofer me decía que a él no le interesaba política, pero que el Boric nos ha llevado a una tremenda crisis de seguridad y que a la gente hasta le da miedo ir a trabajar.

 Entonces usted va a votar por la derecha, le digo.
 Votar es obligatorio y el voto es secreto.
 Pero usted dice que no le interesa la política. A mí sí me interesa la política pero odio a todos los políticos. Odio a esa clase política que gana millones y no hacen nada por las verdaderas necesidades de la gente. ¿Usted cree que los congresistas piensan en nosotros aunque sea un minuto en el día?
 Si, claro. Subo el volumen: por eso yo no voto, nunca voto. Dibujo un chancho y me voy. Usted debería hacer lo mismo. Silencio
 Si de verdad no le gusta la política, no vote. El hombre está confundido.
 Si, claro
 No hay que votar, no hay que elegir mentirosos no importa de que color. Con eso se acabó la conversación y estabamos llegando a destino
 Prométame que no va a votar, amigo. Le digo mientras me bajo. Se ríe nervioso. Voy a pensarlo, dice. Que le vaya bien. De esta manera, uno ha impedido exitosamente el verso de Pinochet.

Finalmente, admito que siempre me pregunto si habrá una escuela de taxistas cuyo director sería Checho Hirane y donde se les enseñan a los estudiantes a iniciar conversaciones perturbadoras que siempre terminan con la consigna de lo fantástico que fue mi general y el país maravilloso que era Chile.

Eso me recuerda esas clases del colegio donde uno repetía en coro lo que había que meterse en la cabeza. Porque de eso se trata, de repetir y repetir, los mismos temas, las mismas estructuras. Tal como lo recomendaba el ministro nazi Joseph Goebbels, ciertos grupos de derecha hacen uso sistemático de la repetición de slogans, mantras que generan la aceptación paulatina de valores perversos, ataques ad hominem, creación de odio contra “los otros”, circulación de mentiras verosímiles, demonización del cambio social. También se preocupan especialmente por la diseminación de sus discursos de miedo y para eso, no hay nada mejor que un taxi.

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