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Estación Fotógrafo de Cerros. Por Francisco Javier Villegas

El arte camina. La poesía germina. La fotografía persiste. “Fotografiar es escribir con la luz” y por esa razón, pureza es la primera expresión que conviene indicar cuando se trata de ingresar a un espacio largo y acogedor que refiere acerca de arte, fotografía, humanidad y corazón abundante de su creador, el fotógrafo nacional Glenn Arcos. Una casa, de insólita estructura, hecha a pulso desde los tiempos en que su madre y su padre le entregaron una pasión absoluta hacia todas las expresiones artísticas junto a una irreductible ética humana, lo que siempre resultará amable, sensible y arraigada en la conciencia de ser persona.

Llevado por el arte de la fotografía, ese oficio tan noble como distintivo en su belleza, Glenn Arcos, se instala en una acción esencial como ciudadano del norte: levantar el Centro cultural “Estación Fotógrafo de Cerros”, en plena Población Oriente, de la ciudad de Antofagasta, para resguardar la memoria social y cultural y, a su vez, hacer realidad lo que se confió en sus manos por aquellos que admitieron las expresiones libres, la estética y las ganas de ayudar a los demás, junto a toda la franqueza de lo que significa ver a la humanidad necesitada.

Hace muchos años atrás, Neruda escribió acertadamente en el Memorial de Isla Negra una palabras que conectan con el descubrimiento de lo que brinda el ojo, la cámara y el papel: “Doy fe! Yo estuve allí, yo estuve y padecí y mantengo el testimonio, aunque no haya nadie que recuerde, aunque no queden ojos en la tierra, yo seguiré mirando” como queriendo decir, en sus palabras, que hay que seguir en ese aliento concentrado para que no haya olvido, más allá de toda muerte, lo que constituye un acto humano perenne y único, de gigantesca voluntad, que cuando va unido a un compromiso solo abre la historia, el relato y la propia biografía del autor. Bien sabemos que la fotografía no solo es sentimiento de alucinación por las imágenes, sino, también, es confianza y familiaridad. A través del blanco y negro, o del color, la cámara de Glenn Arcos, nos enseña, aquí y ahora, acerca de lo que es la historia, el tiempo y la relación social y humana que se entremezcla con la poesía y con la conversación de las ideas o de las reflexiones como principio activo de la resistencia cultural.

Como una perfecta realidad que alumbra el horizonte de arte y colaboración solidaria, su creador, “el fotógrafo de cerros”, como lo denominó el escritor Hernán Rivera Letelier, y que aparece en su última trilogía de novelas cortas, “Hombres que llegan a un pueblo”, comenzó a plasmar, un espacio abierto en que pudieran acogerse pobladores, artistas, niños, jóvenes, estudiantes, migrantes y cualquier persona que precise ser vista como lo que es: una persona digna. Por esa razón, desde hace años, el fotógrafo Glenn Arcos, ha venido trabajando, con amor apacible y notable gesto estético, la fotografía como un arte que mire lo humano y, también, para ver la realidad que se deja caer, cruda y brutal, desde las calles. En una época en que todo se abandona, y que las personas, pareciera, que todo lo relativizan, el centro cultural “Estación Fotógrafo de Cerros” es una forma alternativa de justificar lo infinito de las ideas, la expansión de su quehacer levantando una respuesta concreta que entremezcla el arte, lo social y la enseñanza para niños y jóvenes que se sorprenden con esa maravilla de la fotografía que no es otra cosa que “hacernos mirar hacia nosotros mismos”.

La fuerza de la imagen, entre otras cosas, es ir directo al interior privado de nuestros corazones. Qué mejor, además, si se acompaña de un trabajo ardiente, haciendo extender el arte, hacia el prójimo, y observar su sentido creativo respecto de lo que no se comprende con palabras; pero, sí por las imágenes. Por estos días, entonces, veremos allí, en esta casa Estación, presentaciones y exposiciones, lecturas y talleres, caminatas y ayudas solidarias hacia el prójimo, sin distingos, y enseñanzas acerca de nuestra realidad de ciudad porque la vida no es estéril cuando miramos sostenidos en “las otras personas”, la generosa delicadeza de devolver un corazón, una mano o un aprendizaje. ¡Buena salud para este centro cultural antofagastino que amalgama afanes, frutos de arte y deseos solidarios!

Francisco Javier Villegas es escritor

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