En la reciente convención republicana Donald Trump destacó que, desde su primer día de gobierno, cerraría la frontera con México y elevaría los aranceles en un 100% a 200% contra los productos chinos. Reiteró así su renuncia al libre comercio, que había iniciado en 2017.
Donald Trump simboliza el nacionalismo económico, las políticas antiinmigrantes, cuestiona la protección multilateral del medio ambiente y despliega un discurso agresivo contra todo aquello que Estados Unidos promovió hasta hace muy pocos años.
Pero, el actual presidente Biden no se ha quedado atrás. Ha seguido sus pasos con el nacionalismo económico y en su enfrentamiento a China y probablemente, si triunfa Kamala Harris, en las próximas elecciones, no habrá un cambio en esta política. El proteccionismo es hoy una política de Estado. “Compraremos productos estadounidenses para asegurarnos que todo, desde la cubierta de un portaaviones hasta el acero en las barandillas de las autopistas se fabriquen en los Estados Unidos” (Informe del presidente Biden al Congreso, febrero 2023).
Paradójicamente, el gobierno estadounidense, que había sido el principal impulsor de la globalización, es hoy día su enemigo.
La renuncia a la globalización apunta a evitar la mudanza de empresas a terceros países, asegurar el autoabastecimiento para un listado de actividades que cubren casi todo el espectro productivo y favorecer la recuperación de la industria estadounidense.
Es que Estados Unidos está desesperado ante el auge económico chino. Y, lo que más le preocupa es el potencial tecnológico que ha adquirido China. En el año 2019 el país asiático presentaba a la Organización Mundial de Propiedad Industrial (OMPI) 68.720 solicitudes (+16,1% de crecimiento anual), superando de largo a los Estados Unidos, (59.230 solicitudes, con crecimiento anual de +3%).
Bajo su presidencia, Trump exigió a las empresas que se habían enriquecido en China que volvieran a casa, política que ha seguido el presidente Biden. Y, en el discurso de los dos últimos gobiernos se ha impulsado: protección estatal a las empresas locales, altos aranceles a los productos chinos y controlar los procesos migratorios.
Pero, lo más importante en el enfrentamiento con China es el tema tecnológico, ya que el país asiático avanza aceleradamente en robotización y tecnología 5G.
Un ejemplo expresivo de esta preocupación se manifestó durante la visita a Chile, en 2019, del Canciller de Trump, Mike Pompeo. En esa ocasión reiteró la vieja y agresiva doctrina Monroe de política exterior, la que ya había adelantado el presidente Trump, en septiembre del año 2018, quien señaló en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas: “Aquí en el hemisferio occidental, estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas”. “Ha sido la política formal de nuestro país desde el presidente (James) Monroe que rechacemos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos”.
Pompeo dictó una conferencia en Casa Piedra, en Santiago, ante diplomáticos, empresarios, congresistas y expertos en política internacional, dónde, sin ninguna delicadeza, impugnó nuestras relaciones económicas con China, calificándolas de peligrosas, corruptas y promotoras de desorden.
El Canciller de Trump estaba informado de una cita del presidente Piñera con la empresa Huawei en su viaje a China y no dudó en descalificarla, acusando a esa empresa de espionaje.
“No tenemos confianza en estos sistemas. Y, si ustedes los utilizan forzarán a los EE.UU. a tomar decisiones sobre dónde ponemos nuestra información también”. El público que lo escuchaba quedo perplejo. Desde hace muchos años no se escuchaba en Chile una amenaza tan descarnada.
En esa misma línea, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, también preocupada por los negocios chinos en la región, destacó en el Atlantic Council (enero, 2023) que los ricos recursos de Latinoamérica, en particular el litio. le corresponden a los Estados Unidos. Dijo que América Latina “…está llena de recursos y me preocupa la actividad maligna de nuestros adversarios que se aprovechan de ella”
Los enfrentamientos del gobierno estadounidense con China son, en realidad, una disputa geopolítica, porque la tecnología 5G (y su materia prima que es el litio) será el instrumento más potente para el desarrollo económico, militar y aeroespacial en el siglo 21. Si a ello se agrega la “Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda”, con el despliegue de una infraestructura desde Beijing al resto del mundo, China está posicionando firmemente su presencia en el mundo, convirtiéndose en el más serio competidor económico y geopolítico de EE.UU. Y los norteamericanos están asustados.
En consecuencia, la guerra comercial de Washington no sólo apunta a conseguir equilibrios comerciales, sino principalmente a contener el expansionismo económico de China, especialmente en el ámbito de las tecnologías, de última generación.
Así las cosas, se ha desatado una guerra comercial que impacta no sólo sobre ambas economías, sino que comienza a golpear al conjunto de la economía mundial.
El proteccionismo del gobierno norteamericano en su guerra comercial contra China entrega lecciones a los países de América latina. En primer lugar, será necesario asegurar nuestra autonomía respecto de los dos poderes mundiales, pero también rechazar categóricamente la pretensión norteamericana de obligar a la región a reducir sus relaciones con China.
Segundo, es imprescindible desplegar nuevos esfuerzos en favor del multilateralismo y muy especialmente insistir en la integración de los países de América latina para enfrentar el avance del proteccionismo, asunto que, hasta ahora, lamentablemente, ha resultado muy difícil.
Finalmente, hay que aprender de la política china en materia de ciencia, tecnología e innovación, para diversificar la matriz productiva de nuestros países y terminar con la vulnerable dependencia de recursos naturales.
28-07-2024