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Evelyn Matthei y la paradoja entre “nativismo” y liberalismo económico. Por Fabián Bustamante Olguín

Según todas las encuestas de opinión, Evelyn Matthei lidera con holgura en las preferencias presidenciales. La abanderada de la centroderecha de Chile Vamos se perfila como la figura con mayores probabilidades para encabezar el próximo gobierno. Ello, a pesar de los reiterados errores no forzados en sus declaraciones, particularmente en torno al golpe de Estado de 1973, que ella justificó como inevitable frente a lo que denominó una “guerra civil”. Sin duda, este tipo de afirmaciones constituyen un flanco débil para su candidatura, por el peso histórico y simbólico que cargan. Sin embargo, hay un elemento menos abordado, y que resulta central: su progresivo acercamiento ideológico a la agenda de la derecha radical, especialmente en materia migratoria.

Matthei ha hecho suyas varias de las posturas promovidas por figuras como José Antonio Kast y Johannes Kaiser. En efecto, sus declaraciones recientes sobre las tomas en Antofagasta —donde residen numerosos migrantes en situación irregular— y sus críticas implícitas al Servicio Jesuita a Migrantes, delinean un giro discursivo hacia una retórica “nativista”, entendida aquí entre comillas precisamente porque no remite al mismo fenómeno observado en Europa. Tal como lo ha subrayado la politóloga italiana Lisa Zanotti, el “nativismo” en contexto sudamericanos, como el chileno, está ausente porque somos un continente mestizo. No obstante, esta orientación de Matthei de proponer un “nosotros” versus “ellos”, cargada de tintes securitarios y de exclusión, conecta con lo que María Emilia Tijoux ha denominado “el racismo que llevamos dentro” (Le Monde Diplomatique, mayo 2025), una pulsión latente que se intensifica frente al temor, fundado o no, al delito asociado al fenómeno migratorio.

Con todo, lo interesante es observar la contradicción estructural entre este impulso “nativista” y su adscripción al libre mercado global. Matthei no propone industrialización ni restricción al capital transnacional. Su adhesión a una economía abierta, dominada por empresas extranjeras —muchas de ellas chinas, amparadas por un régimen comunista autoritario—, reproduce la misma matriz de dependencia que ha caracterizado a la derecha chilena desde los años setenta. Esta hibridación ideológica entre conservadurismo cultural y liberalismo económico, que analicé en mi tesis doctoral sobre la derecha chicago gremialista (2022), fue eficaz en el pasado. Pero en el contexto actual, esa síntesis se tensiona cada vez más. No basta el pragmatismo para resolver una contradicción que, tarde o temprano, terminará por erosionar la coherencia de su propio proyecto político.

Para finalizar esta breve columna, Matthei ha encarnado hasta ahora una síntesis funcional de estas tensiones. Sin embargo, cabe preguntarse, especialmente desde la perspectiva de sus electores de derecha— que no son pocos—, si dicha articulación podrá sostenerse en el tiempo, sin que una de esas dos lógicas antagónicas —la defensa del capital global o la protección del “pueblo nacional” — termine por imponerse sobre la otra. Porque, en efecto, todo parece indicar que no podrá seguir conciliando ambas sin enfrentar crecientes contradicciones políticas y programáticas.

Fabián Bustamante Olguín. Académico asistente del Departamento de Teología, Universidad Católica del Norte, Coquimbo

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