La literatura en su forma más simple permite trasladar las ideas del autor/a hasta el corazón y/o la imaginación de los lectores en todo el mundo. La literatura, desde un inicio, ha transformado las sociedades y las culturas al poner en relieve aquellos problemas donde lo humano está presente, y una obra clásica será aquella que nos permita recordar el futuro.
Fahrenheit 451, es sin duda una de ellas, y de las mejores novelas del estadounidense Ray Bradbury, publicada en 1953. Allí, no sólo se pone en tela de juicio lo establecido, como sabemos, la historia presenta al personaje del bombero Montag, quien, agobiado por su trabajo de quemar libros, se suma a la resistencia, en donde hombres, mujeres y jóvenes memorizan libros para compartirlos en un futuro, mientras el Estado niega el acceso al conocimiento y a las culturas. La novela es una gran metáfora de las dictaduras, hoy vigentes en diversas partes del mundo, a ratos inhumanamente crudas y crueles, asesinando en nombre del islam, el cristianismo, el judaísmo, el racismo, el partido o la patria.
Sabemos que Ray Bradbury reaccionó así ante el macartismo: el oscuro senador republicano Joseph McCarthy, quien entre los años 1950 y 1956 levantó las listas negras, ante personas e instituciones con acusaciones infundadas que impulsaron denuncias, interrogatorios, y procesos legales irregulares, conocidos también como la caza de brujas, contraviniendo así los derechos fundamentales y la legítima defensa. Otro gran dramaturgo estadounidense Arthur Miller, plasmó la misma situación en Las brujas de Salem, obra publicada también en 1953.
Teniendo a Fahrenheit 451, en los grados de calor necesarios para quemar el papel o la celulosa, y como telón de fondo los más de 300 incendios forestales en el centro sur de Chile, podemos establecer algunos acercamientos dado que es el modelo neoliberal, impulsado por la dictadura cívico-militar la que permitió hasta el día de hoy que las grandes familias, entre los que destacan los Matte y Angelini, el duopolio forestal de los monocultivos, que no sólo se opone a las reivindicaciones de las tierras ancestrales -dado que sus fortunas se realizaron gracias a los aportes del Estado- en la compra de tierras del despojo o el pago por cada árbol foráneo plantado (eucaliptos y pinos de alta combustión), árboles que después de cada incendio brotan con más fuerza, y cuando no, las aseguradoras hacen los reembolsos, sin preguntar si los árboles estaban enfermos. Esto nos lleva a recordar a los brigadistas de CONAF, Charlie 5 de Rupanco, empresa privada, -recordemos que CONAF no es del Estado, aunque es una subcontratación dependiente del Ministerio de Agricultura-, y que recibe cuantiosas sumas de nuestros impuestos y se les paga además por hectárea quemada al igual que a las empresas aéreas que combaten los incendios. De este modo, ya sabemos quiénes hicieron las leyes, si todavía se mantienen los mismos raspadores de olla, en el Senado y en la cámara baja, UDI, RN, ex concertacionistas, hoy en receso legal o vacaciones mientras afilan sus dientes para la nueva constitución y así poder mantener los privilegios de aquellos que los financian, con tráfico de influencias incluido.
Pero volvamos al punto Fahrenheit 451: este año, en una semana, se ha consumido el equivalente a dos años de incendios forestales, a la fecha 26 personas asesinadas por el fuego e incontables heridos. Nada dicen los reportes oficiales y menos los canales de televisión abierta en complicidad con sus auspiciadores, quienes tampoco han dicho una palabra por el manejo de los bosques de cultivo feroz.
Mientras tanto, el pueblo ayuda al pueblo, y las imágenes de la ignominia arrasan con matinales de humo espeso, noticieros desvergonzados que no son capaces de realizar reportajes serios, nadie que dé cuenta de los incendios en años anteriores, menos podremos esperar que los actuales tengan responsables, aunque la industria política y el gobierno están en la lógica de los culpables, ninguno es capaz de ir al fondo del magnicidio, no cuentan ni las personas, ni los poblados, ni los ineficientes corta fuegos, todo dentro de la ley claro está, pero ya sabemos quiénes están a cargo de las leyes y a quiénes se las hacen. Para qué hablar de la sequía que generan esos monocultivos, la pérdida de flora y fauna nativa, humedales y biodiversidad, porque el Estado tiene desde hace 50 años abandonados a sus ciudadanos, apenitas con subsidios para el agua en las zonas de sacrificio, en el gran negocio de los camiones aljibes, mientras los depredadores mineros, forestales, salmoneros, inmobiliarias, entre otros, hacen de las suyas, gracias a los legisladores cómplices, en su gran mayoría, junto a un respetable grupo de jueces y fiscales que como bien sabemos, arden en su propio infierno.
Estamos próximos a conmemorar la quema de libros, hace cincuenta años en este país, de modo que Fahrenheit 451, está más presente que nunca, y los pueblos y naciones de Chile, con o sin nueva constitución, continuaremos en nuestra propia Temporada en el Infierno, de allí que la literatura o el relato, como le dicen ahora, seguirá siendo un momento en que lo humano se hace presente, para intentar cambiar el actual ESTADO de cosas, mientras el centro sur arde en llamas gracias a las leyes de los miserables, pero no olvidemos las preguntas de rigor, para quiénes son un negocio los incendios forestales, cuantos son los recursos del estado (esta vez con minúsculas) que se derrochan a partir de los incendios, cuántas pensiones quemadas, horas médico Fonasa, reparación de escuelas y liceos, becas universitarias, investigaciones científicas, cuánto cuesta y ha costado y nos seguirá costando que las leyes y la constitución nos protejan. Está en llamas el país y la codicia que alimenta los monocultivos es el mejor negocio para los partidos y partidarios acérrimos del neoliberalismo, no por nada Fahrenheit 451, sigue siendo una gran metáfora de las dictaduras, solapadas o legales, como bien lo saben hacer los engendros del infierno.
Hans Schuster
Escritor
Fundador del Colectivo de Arte: Látigos de Fuego
Co-fundador del Colectivo de Artes y Humanidades Filopoiésis.
Coordinador área de Gestión de las Culturas y Patrimonio-UCSH.