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Filosofía y sentido público. Por Rodrigo Escobar

¿Qué ocurre con la filosofía y con la educación en general? Esta pregunta abre las puertas a una de las noticias “filtradas” que ha encendido el debate –de manera transversal- sobre la filosofía y la propuesta del MINEDUC de eliminarla del plan común de la enseñanza media convirtiéndola en electivo y derivando sus contenidos al nuevo curso en educación ciudadana.

Sí, debo ser claro al respecto, es necesario un plan de formación ciudadana, sobre todo en el transcurso del escenario político en el que se encuentra el país, en que la educación se ha convertido en una mera instrumentalización y memorización de contenidos que reproducen sujetos altamente pasivos y acríticos de los fenómenos sociales y políticos, pues se encuentra amparado en los procesos económicos y técnicos propios de la modernización que requiere un país para competir a escala global. Bueno, en una primera instancia podríamos estar de acuerdo con esta afirmación, pero objeta una mirada política que se encuentra inmersa (en el currículo oculto, en jerga pedagógica) en la educación.

No hay neutralidad en la educación y no hay tecnificación de las asignaturas y los contenidos, como se pretende hacer creer, sin un propósito político y un fundamento que se encuentre detrás de ello. Y la filosofía precisamente se encuentra en este segundo momento, es decir, reflexiona acerca de los fundamentos y fines que posee la educación y los vínculos que tiene con la política. No es inocente y azaroso agregar o quitar horas a una asignatura, ni tampoco lo es establecer los contenidos y objetivos que deben perseguir estas asignaturas y la educación en general, como también no lo es la estructura y sensibilidad que posee la educación como institución garante de una sociedad y al mismo tiempo cómo una sociedad mira y presta atención a la importancia que posee la educación. La educación, podríamos aseverar, es el reflejo de la sociedad y viceversa. Permítaseme un ejemplo, si la sociedad chilena es desigual, el reflejo de esta desigualdad se traduce también en la educación, por tanto, la educación, me atrevo a decir, no sólo es reproductora de la desigualdad sino que a la vez es origen de ella.

Entonces, ¿por qué es importante la filosofía? No quiero centrarme en la defensa, ya muchos han hecho aquello a lo largo de esta semana. Tampoco quiero caer en una imagen simple y romántica de defender el espacio de la filosofía en el currículum nacional, más bien me centraré en la importancia de velar por su sentido en el sistema educativo y en el currículum nacional. Ya desde los orígenes de la República de Chile la filosofía ha cumplido uno de los roles vertebrales de la educación. Sólo a fines de los años 90 y a comienzo del presente siglo ha sido trastocada y atacada bajo el supuesto de cuál es su utilidad, como también ocurrió lo mismo con la educación cívica. Es extraño que estas dos materias sean constantemente criticadas por sus finalidades y propósitos, ¿no le parece? Más extraño aún es que la filosofía se fusione con la educación ciudadana y por ello se garantice su pertinencia (y supervivencia) en el currículum nacional, además de dejarla como electivo para que así los establecimientos y sus proyectos educativos vean si es pertinente o no para sus propios fines, cosa interesante porque la enseñanza de calidad de la educación chilena es medida a través de instrumentos estandarizados y ¡aleluya! la filosofía entraría a competir con electivos que reforzarían los contenidos de dichas pruebas estandarizadas y en consecuencia, sólo insinúo, se profundizaría la enfermedad que padece nuestra educación actual, es decir, “resultaditis aguiditis” (medir todo, evaluar todo, certificar todo).

Por otra parte, que la filosofía sea reducida a uno de los contenidos de la asignatura de educación ciudadana sólo nos puede dejar un manto de dudas acerca de las orientaciones y propósitos que los tecnócratas del MINEDUC tienen para tomar esta decisión, pues la discusión ha viajado principalmente en un análisis técnico-político y no educativo. ¿Dónde están las voces, deliberaciones y toma de decisiones (siquiera consultas) de los profesores? La falta de respeto hacia los principales actores de la educación (sistema, institución y actores) no es nueva en cuanto a políticas educativas se refiere.

Reducir la filosofía a la formación ciudadana es intentar tapar el sol con un dedo y demuestra un desconocimiento profundo de los aportes de la filosofía para pensar el mundo, la sociedad y la humanidad. El debate de formación ciudadana ha dejado pistas bien interesantes. Su principal razón de ser es una variable constante que ha afectado a la sociedad chilena en los últimos 25 años: la constante merma en la participación ciudadana en los procesos electorales. ¡Es un grito en el cielo para la legitimidad de la democracia (electoral)!.

Por ello insisto, el tema de la educación ciudadana y la filosofía como centro de debate es bueno, su reducción y objetivación a unas chauchas más o menos de horitas en el currículum, y, sumado a ello, la crisis de legitimidad de la clase política, no deja más que inquietudes en el retoque (estamos acostumbrados a los maquillajes en educación y las paupérrimas consecuencias que ha tenido) de las asignaturas sin un fundamento claro que permita visualizar una re-significación de lo que es la educación y el sentido de ésta en la sociedad. Ante ello, la pregunta filosófica no es, como algunos pretender plantear inútil, sino que es peligrosa puesto que empuja las reflexiones sobre las condiciones de posibilidad de la política y la institucionalidad.

La razón y el orden político moderno parte de un supuesto en que la institucionalidad no es discutible. La pregunta filosófica cuestiona esa condición de posibilidad y permite ampliar la mirada de aquellos fundamentos que parecen ser intocables. Esto no es inútil sino que peligroso, porque cuestiona esa racionalidad y finalmente al orden imperante con sus creencias investidas de verdades, además del tipo de educación que la sostiene. Por ello, no es lo mismo instrumentalizar lo público que dar sentido a éste, y esto último es propio de la democracia.

Rodrigo Escobar San Martín Docente de la Universidad Católica Silva Henríquez

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