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¿Gabriel Cohn Boric? Por Francisco Suárez

EL 20 de Julio del 2023, el Presidente Gabriel Boric realizó una conferencia en el anfiteatro Richelieu de la Sorbona en París. Al comienzo de su alocución, el Presidente comenzó manifestando el honor que le producía estar en la universidad que en su momento fue uno de los principales escenarios de la revuelta de Mayo del 68, para luego plantear una pregunta al público presente, que entendió, éramos en su gran mayoría de izquierda. La reflexión planteada fue la siguiente: “Uno de los libros que en mi juventud me marcó fue el libro de entrevistas de Daniel Cohn Bendit “la revolución y nosotros que la quisimos tanto” (1986), en donde se pregunta justamente: ¿Qué fue lo que le paso a esa generación del 68 cuyas ideas cambiaron culturalmente la sociedad pero políticamente quedaron mercantilizadas? o fueron absorbidas y procesadas por el modelo.” El Presidente invitaba a reflexionar al público, especialmente a aquellos que vienen de las organizaciones y los movimientos sociales, sobre la épica y el fracaso de la lucha social. “Algo que no debemos olvidar nunca” agregaba. En ese momento, se produjeron pequeños murmullos en el anfiteatro. No por la pregunta, muy vigente y necesaria, sino por el autor al que hacía referencia. Un hombre que como muchos de aquella generación, terminó transformándose en un ferviente defensor del modelo. ¿Será una proyección del Presidente? No son pocos los parecidos relativos que se pueden establecer entre ambos, así como las diferencias; pero el objetivo de estas líneas es intentar dar una respuesta a la reflexión propuesta por el mandatario, desde la economía política y a partir de tres criterios que estructuran posiciones de dominación: las instituciones, la ideología y la política. Las primeras enmarcan la sociedad y condicionan lo político; la segunda es capaz de proyectar una visión de esta, condición de posibilidad para el cambio; y la tercera es la herramienta que lo hace posible. Dicho esto, se pueden establecer dos parecidos objetivos entre el actual Presidente y el citado personaje: por un lado, ambos fueron portavoces de un movimiento estudiantil importante, encontrándose en el lugar y en el momento preciso para capitalizar políticamente procesos históricos de envergadura; y por otro lado, ambos se destacan más por su carisma que por sus ideas políticas.

Dany el rojo-verde-azul: un antecedente

Daniel Cohn Bendit, fue uno de los voceros del movimiento estudiantil que dio el puntapié inicial a lo que terminó siendo una crisis institucional de grandes proporciones. Nació el 4 de abril de 1945 en el sur de Francia, hijo de dos padres judios alemanes de la pequeña burguesía exiliados en París que posteriormente abandonaron la capital durante la ocupación alemana. Su transición fue gradual pero constante. Conocido en sus comienzos como “Dany el rojo”, fue uno de los líderes más carismáticos del movimiento 22 de marzo. Libertario, comenzó siendo un ferviente “anticomunista” y “anticapitalista”. Sin embargo, con el pasar de los años, Dany se alejó de la izquierda más radical, desplazándose hacia el centro, para convertirse en “Dani el verde”, un ecologista de libre mercado. 30 años después de mayo del 68, el libertario, comenzó a declararse públicamente como liberal-libertario, dándole un rol preponderante al modelo por sobre la política en el bienestar social. El ferviente anticapitalista, pasó a ser solo un ferviente anticomunista, hasta alcanzar su última etapa de disolución en el neoliberalismo, convirtiéndose en “Dani el Azul”.

El pensamiento político del mandatario: una incógnita.

Para conocer el pensamiento político del Presidente, la tarea es un tanto más difícil dado su corto pero exitoso recorrido en comparación con el vocero del 68. Sin embargo, escarbando, es posible encontrar algunos indicios. En una entrevista que dio días antes del estallido, el 10 de octubre de 2019 sostuvo: "Yo soy de quienes quieren superar el capitalismo y creen en otro modelo de sociedad; pero eso lo tengo que ganar en un debate de argumentos, en un debate de ideas, tengo que convencer, no imponer". ¿Será la estrategia del mandatario combatir el capitalismo pidiendo permiso? La dificultad para conocer el pensamiento político de Gabriel Boric (asumiendo que superar el capitalismo sigue siendo parte de sus convicciones) radica precisamente en que no dice cómo piensa que debería superarse, en qué medida, hasta qué punto, para llegar adónde, ni tampoco cómo piensa convencer a la población de que es necesario hacerlo. ¿Será por falta de ideas o por opción? Todo esto es una incógnita. Revisando las mociones del diputado Boric durante sus dos mandatos, se podría agregar que también comparte los principios libertarios del franco-alemán. Pero la verdad es difícil saberlo dada la disparidad de las propuestas, que dan cuenta de una tendencia a responder a la agenda de los medios de comunicación, quienes en nombre de una cierta objetividad, tienden a un centrismo dominado por la institucionalidad que es la misma que le entrega una posición dominante al modelo, favoreciendo a sus ideas e intereses. Quizás esta disparidad termine siendo una respuesta en sí misma, es decir la elección de relegar (o renunciar a) la ideología, para poner énfasis en una cierta praxis política, que permite contar con una plasticidad para conectar con la coyuntura, lo que le ha entregado réditos electorales pero que estructuralmente los desplaza a la derecha. Es posible que la razón que explique esta elección, sea la apuesta (bastante hipotética) de lograr una mejora del modelo a través de la negociación con las fuerzas de oposición, y/o la esperanza de lograr en algún momento construir una mayoría. Esta elección práctica explicaría que el gobernante un dia afirme que “una parte de él quiere superar el capitalismo” en respuesta a unas declaraciones de Andres Velasco -que afirmó que los chilenos quieren arreglar el capitalismo- ; y por otra parte, nombrar como ministro de hacienda a un economista en perfecta armonía con esas declaraciones (¿Alguien podría decir en términos ideológicos qué diferencia sustantiva existe entre el ex ministro de hacienda y el actual?). En definitiva, se opta por buscar una conciliación con los adversarios políticos, tanto de centro-izquierda como de derecha, en lugar de entrar en una disputa ideológica por el sentido común. En eso consiste el pragmatismo de su gobierno. Actualmente el fondo ideológico del FA se encuentra en discusión, lo que confirma el carácter instrumental del proyecto hasta la fecha. A partir de esto, se vuelve posible afirmar que su pensamiento político está determinado por la coyuntura. En dimensiones temporales se podría definir como un proyecto sincrónico, capaz de adaptarlo un momento dado (una capacidad importante), pero incapaz de dar cuenta de un proceso, ni de proponer un horizonte político, condición de posibilidad para el cambio, lo que deja muchas dudas respecto al futuro de una izquierda transformadora en Chile.

La épica del gobierno y el fracaso del pragmatismo

En octubre de 2019 se abrió una ventana histórica de transformaciones que terminó llevando al diputado a la Presidencia, en donde la posibilidad de al menos encaminarse hacia la superación del modelo fue una realidad. Aun así, el gobierno no logró capitalizar la épica victoria frente al candidato de la extrema derecha, momento en que fue posible establecer una alianza con posición dominante de cara al centro. Actualmente las negociaciones parecen únicamente posibles mediante la renuncia, acentuando el carácter instrumental y partidario de la coalición en su versión extendida. Más allá de la épica obtención del gobierno (y la composición de la convención constitucional), es posible constatar que el sector en su conjunto no contaba, ni logró articular un proyecto de sociedad, ya que la suma de sus partes no generaba las condiciones necesarias para la emergencia de un modelo alternativo. Cabría preguntarse por qué. Quizás se deba a la falta de una concepción más sustantiva del proyecto político, que vaya más allá de la forma, lo comunicacional y lo instrumental. La historia de la izquierda global en los últimos 40 años muestra al menos dos cosas: i) el abandono de la disputa ideológica por el pragmatismo, traducido en un proyecto de izquierda de acompañamiento, ha dejado por saldo un desplazamiento constante del sentido común hacia el neoliberalismo (un modelo económico que da globalmente muestras de agotamiento), ya que este estructura las relaciones sociales en toda sus dimensiones: política, cultural, social, económica; ii) el abandono de lo político, entendido como la disputa de intereses contradictorios, ha enclaustrado el debate en una dimensión moral en lo social y técnica en lo económico, transformando la discusión pública en una suma de subjetividades que solamente la parte técnica debe zanjar. De esta manera se omiten del debate los intereses contradictorios que están en juego al momento de dar soluciones a las demandas sociales. El riesgo de encarnar una izquierda que renuncia a sus ideales en nombre de un cierto pragmatismo es alto ya que puede saldarse con la pérdida de todo sentido de credibilidad para un proyecto de izquierda transformadora a mediano o largo plazo. El pragmatismo no pudo generar suficientes mejoras para evitar la crisis social debido a que la capacidad del modelo es muchísimo mayor y se encuentra en posición dominante. Existen pocas razones para creer que será distinto en los próximos años. Al contrario, parece más probable que la renuncia a la disputa política por parte de la generación que prometía el fin de las AFP terminará por diluir en el modelo el cúmulo histórico del proceso que asomó la cabeza en octubre del 2019. Dani “el rojo” y el discurso que ponía las libertades y deseos del individuo como centro de gravedad, resultó no tener contradicciones importantes con el modelo y sus intereses terminaron por converger. La izquierda de acompañamiento en la figura de Lionel Jospin, realizó la mayor ola de privatizaciones de empresas públicas para obtener la reforma que reducía a 35 horas la semana de trabajo. Ejemplos hay varios. Nada de esto logró superar la capacidad de aglutinamiento del modelo, que terminó diluyendo a sus detractores y mercantilizando sus luchas.

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