El título de la presente columna no es para nada satisfactorio y tampoco lo es haber llegado al momento histórico actual y las características que ha ido tomando a través del paso del tiempo. Tratar de escribir con una mirada diferente a ocasiones anteriores, no se encuentra dentro de lo posible ya que el statu quo y la negación a la transformación sigue pasando la cuenta, haciendo reincidir en análisis ´precedentes que se van contextualizando según los acontecimientos. Una vez más repetir aquella frase que cuando se acuerda con la derecha, es la derecha la que gana y que se repite desde el año 70 del siglo pasado, dicho esto porque la derecha no ha perdido mirado en forma relativa a lo que ha sido la postdictadura.
Se puede decir que ha quedado escrita una gran lección, pero ello no implica que sea una lección de la cual se obtenga un aprendizaje, hay evidencias de problemas de aprendizaje o sencillamente el negarse a aprender. No es visible la estrategia de un sector y por el contrario queda una sensación de omisión al respecto, la estrategia del poder por el lado opuesto funciona a la perfección.
En estos términos, aprender significa hacer las cosas de manera diferente requiriendo una actitud y disposición favorable, siendo preciso la recomendación de preocuparse por elaborar estrategias propias, que, por supuesto no se pueden adelantar sus características, ya que parte de su diseño lleva la necesidad de mantener una suerte de silencio y cuando se tenga lista comenzar a actuar, en analogía a un partido de ajedrez, el contrincante no puede darse cuenta de la estrategia que se encuentra en curso impuesta por el adversario hasta ya avanzado el movimiento de las piezas. Es un conocimiento que aplica al que quiere transformar, no del que actúa negándose a los cambios y que trata de aparentar lo contrario.
Los momentos de la historia no son casuales, sino que obedecen a una construcción intencionada, en lo más reciente no hay que pasar por alto los 50 años desde el golpe de estado y una clara intención de proyección a 50 años más, reformulados en versión 2.0
La Constitución de Pinochet, aunque algunos digan que es la Constitución de Lagos, tiene la forma de un texto que sustenta lo estructural y conversa estrechamente con el concepto de un modelo de sociedad caracterizado por el individualismo, la desigualdad y lo peor que se puede rescatar de una imposición con violaciones sostenidas a los derechos humanos en la lógica del fin justifica los medios. Los gobiernos post dictadura fueron conservando y aprovechándose de las oportunidades que se les habría en lo individual, materializado en consagrarse como eficientes administradores de un modelo.
En las últimas semanas, se ha ido manifestando una segunda posición de algo contundente, hay personeros cercanos al mundo de los gobiernos post dictadura que en ningún momento les generó molestia la Constitución del 80, en un trazado perfecto que parte con la aceptación del modelo económico diseñado en el gobierno militar, lo cual se infiere desde expresiones vertidas por economistas antes del inicio de los gobiernos de la concertación, lo consideraban bueno y optaron por darle continuidad. Se trata de la visión de quienes ocuparon cargos gubernamentales en las áreas de la economía de mandatos concertacionistas.
El resultado de ayer puede confluir en un punto de inflexión de gran incertidumbre, no como el que podría haberse generado cuando la concertación le entrega luego de 20 años el gobierno a la derecha, personificado en Sebastián Piñera. Ese era el momento en que se debería haber levantado un proceso de reflexión conducente a la construcción de una sociedad diferente, pero ello no ocurrió. Ante nuevas circunstancias políticas, las cúpulas partidistas ligadas a los gobiernos comprendidos entre 1990 y 2009, tenían un fuerte poder de adaptación y articulación de redes que no le significaban pérdidas en sus posiciones económicas en el caso en que finalizaran el ciclo gubernamental, su camino estaba bien pavimentado.
Pasa la cuenta el negarse a conceptualizar una sociedad opuesta a la que se levantó en dictadura, en los discursos de campaña era recurrente hablar contra la desigualdad, o de la sociedad más justa y en ambos casos se presenta una carencia de profundidad.
La desigualdad no ha desaparecido y si se habla de una sociedad más justa, se asume que hay un grado basal de justicia social y ello no es así. A lo largo del tiempo las cuestiones estructurales se han mantenido, operaciones de salvataje han sido varias, los grandes negocios en materias que son básicas para las necesidades del bienestar de mayorías siguen intactos.
No estamos aún en un tiempo de esperanzas, por el contrario, las desesperanzas prosiguen, sí adquiere más fuerza la reacción ciudadana que se podría producir y que no está sentada alrededor de una mesa, cuando se firman acuerdos carentes de representatividad. Este elemento deja la puerta abierta para lo impredecible que rodea la incertidumbre.
La inflexión podría surgir en unos años más cuando las nuevas generaciones vayan siendo parte más activa de la política, y al efectuar tal apreciación se trata de los más jóvenes provenientes de la élite del poder que se han preparado con mucha anticipación para insertarse en el mando y cuidar sus territorios de dominio. Gran parte de la juventud que no está clasificada en esa categoría atraviesa por largo tiempo una apatía política considerable, es el resultado de las consecuencias de las brechas en educación con una grieta entre la particular no subvencionada de gran costo y lo público de recursos limitados.
Por el otro lado, hay que afirmar que fueron haciendo crecer una deuda histórica representada en baja capacidad de análisis, escasa participación, ausencia de estrategia. En el estado de cosas si se aplica una visión de corto plazo, no se alcanza a subsanar lo no realizado en un tiempo más que suficiente para orientar rutas diferentes, la desidia prolongada amplifica los plazos para conseguir cambios y al entrar en reversa estos bordean las utopías.
Es un momento de pensar en futuro, no como frase cliché sino otorgando mucha claridad en lo estructural de vida en sociedad. Sin desmerecer en estas lides, algunos deben dar un paso al costado, se negaron a ser los impulsores de un proceso de transformaciones, y mucho menos honrar en la acción y la consecuencia, a quienes dieron su vida en dictadura, con los cuales en alguna ocasión les tocó compartir, pero no quisieron homenajear con hechos de trascendencia. La transformación en profundidad sigue pendiente y los que han acudido a la televisión ya sea a matinales o programas políticos dominicales, no son los indicados para liderar procesos que nunca han querido realizar.
El futuro de manera ineludible es de los jóvenes, y se podrá caracterizar por los sueños del pasado que nunca se concretaron por falta de voluntades, tal vez más centrado en la experiencia de cómo no se hacen las cosas, y con un claro norte en lo venidero de una patria realmente justa con sentido humano, conocer a cabalidad la convivencia social no tomada en cuenta y el ejercicio de la soberbia a plenitud.
Hay una gran complejidad por resolver, no podemos seguir girando en el mismo carrusel en que no se percibe la responsabilidad respecto al curso de la historia y las maquinarias absorbentes. El viraje debe ser en 180 grados.
Para finalizar una invitación a estudiar los dos procesos constitucionales recientes, partiendo del 15 de noviembre de 2019, y observar la forma en que la derecha fue armando acuerdos. Más aún, el proceso recientemente finalizado era una determinación muy bien pensada en que se proponía un texto de retroceso confrontado a un país que funciona con retardo en un ritmo de 34 años que tiene como referente la Constitución del 80. La táctica buscaba un “en contra” con muchas almas dispersas sin horizonte común y así fue, pero dejando la alternativa de anclarse en la Constitución del 80.
La situación país adquiere una nueva vista que permea una extensión de tiempo extremadamente larga en medio de una Constitución ochentera redactada para reproducir una sociedad con beneficio al poder económico y el privilegio de unos pocos lo cual no se ha resuelto, podría haber habido una situación de retroceso, pero no ocurrió, tampoco podemos mostrar un avance sustantivo. ¿nos merecemos un país de estas características?, la respuesta queda en suspenso dependiendo de quien responda, en lo inmediato sigue instalada una cuota de descontento, rabia o decepción. A la vez se presenta una oportunidad siempre y cuando se clarifique el camino a seguir para enfrentar el levantamiento de manera integral de una patria justa, por cierto, se puede hay que decidirse sin mucha espera.
Si se observa la acción del poder como determinante en el curso de la historia y la vida en sociedad, es claro que es algo que ha pesado en demasía y se acepta de manera insustituible un solo tipo de poder con dominio total, radicado en ese 1% más rico que tiene puestos sus intereses en el país.
18 de diciembre de 2023