En kioscos: Abril 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

Geografía electoral v/s Covid-19: de incertidumbres, desconfianzas y desafección. Por Hernán García y José Orellana Yáñez

Las condiciones de salud que existían en marzo 2020, respecto del 2021, eran menos impresionantes, que, en la actualidad, así lo indica el informe epidemiológico Nº 105 del Ministerio de Salud el que indica una tasa de casos comprobados mayor (1).

Ya en marzo del 2020, se establece en el Congreso un acuerdo para postergar el Plebiscito Nacional de entrada para la nueva constitución para el 25 de octubre del mismo año, y el argumento principal fue: “la contingencia actual a raíz de la pandemia del COVID-19” lo exigen. Por ello, los y las legisladores/as y líderes/as de partidos políticos acordaron postergar las elecciones y el Proceso Constituyente. Es decir, el 19 de marzo por la situación que había provocado -a esa fecha- la pandemia del coronavirus y por los riesgos que implica efectuar un plebiscito en estas condiciones, se terminó postergando para el 25 de octubre de 2020.

Esto generó varias modificaciones legales, las que entre otras implicó nuevas fechas para distintos actos electorales (primarias, ampliaciones de mandatos, etc.). En dicha oportunidad se fundamentó que “el primer valor que hemos puesto en esta discusión es justamente resguardar la salud de miles de chilenos” (senadora Muñoz)

Hoy, en marzo del 2021, el escenario es más grave que en el 2020 en las mismas fechas, desde la perspectiva sanitaria, no sólo por la cantidad de contagios por el tradicional virus, sino que por la aparición de nuevas cepas en territorio nacional (brasileña, inglesa, sudafricana y otras). A potenciales modificaciones electorales en fechas, se suman, territorios encuarentenados, (generando desigualdad entre l@s distint@s candidat@s para ejercer sus derechos), retrasos del Servicio Electoral (SERVEL), entre otros, cuestiones no vistas el año pasado, pero que si repercutieron en el calendario electoral 2020 contribuyendo a la dificultad actual del 2021.

Así, el hecho se hace insoslayable para la toma de decisiones del sistema político en general respecto de cuándo y cómo se ejecuta este sub-ciclo electoral (el gobierno gestiona postergación para mayo), comentado profusamente por analistas y actores polític@s. Desde esta perspectiva, interesa consignar, que lo que se vivencia, una vez más, es un estado de incertidumbre estructural permanente y cruzado (multivariado) donde la administración del: a.- tema sanitario (virus, medidas erráticas de los permisos, aparente éxito del proceso de vacunación, nuevas cepas); b.- acompañamiento económico a la amplia clase media para asumir estas medidas sanitarias y económicas (por descontado las también amplias mayorías populares que se mezclan con las primeras) son siempre insuficientes, independiente de las comparaciones que se realizan con el barrio latinoamericano (IFE, bonos, 10% de las AFPs y otros); c.- el acompañamiento a los emprendimientos económicos desde los micro a los grandes (créditos FOGAPE y otros); d.- la movilidad pública, que hasta donde se puede observar es una cobertura de contagios significativa, pero irrenunciable para que las mayorías de habitantes se desplacen a sus lugares de trabajo (metro, transantigo-red, locomoción interurbana, otros), coadyuvan a esta incertidumbre señalada.

Estas variables de incertidumbres, además, contribuyen a incubar más, lo que se viene incubado desde hace décadas, como es la desconfianza (que dialoga linealmente con incertidumbres, además), producto de abusos sistemáticos y legalizados, corrupciones diversas (financiamiento ilegal de la política, colusiones, apernamiento de autoridades políticas a multiescala… crisis institucional multisistémica), entre otras dificultades, explicando el Estallido social y su geografía de la multitud desplegada por todo el territorio patrio desde la cuadra hasta los diversos puntos ceros comunales (plazas de armas u otros puntos locales), regionales (igual cosa) y nacionales del país (plaza de Baquedano o dignidad, según quien la caracterice).

Desde ahí, ¿cuál es la fecha menos mala para instalar este primer sub-ciclo electoral, que aloja la elección de constituyentes? La respuesta a esta pregunta exige una síntesis de variables que agrupe la mayor cantidad posible de las mismas, en un contexto participativo amplio, donde no sólo participen actores institucionales, sino que también ciudadanos en sus diversas posibilidades. Incertidumbre y desconfianza en contexto de pandemia se minimizan con más actores y territorios tomando decisiones.

La desafección por el ejercicio de la política en este primer sub-ciclo electoral, está asegurada. No sólo por las tendencias que se vienen registrando elección tras elección, sino que también por la que atravesó el país en el momento del estallido social, con su multitud territorializada asociada, cuestión que no es igual a un reencantamiento por el acto político y electoral, sino que es igual a una expectativa que se crea gracias al momento constituyente que tuvo una traducción en el acuerdo del 15 de noviembre del 2019 (que pudo ser otro), detonando un calendario electoral que se vio ajustado por la pandemia una vez, y que se encuentra ad portas de nuevos ajustes, minimizando o subsumiendo la urgencia estratégica de que el sistema político deslegitimado y todo, funcione en forma.

En este dilema, se impone el principio de cuidado por la salud, contribuyendo a postergar el reencantamiento por la política desde las mayorías populares, observando cómo concejales y alcaldes ganan unos (o uno) meses en sus funciones (incumbentes o no) para proyectar acciones de campaña, o bien, de mejores cierres de sus gestiones. Mientras, con las elecciones de constituyentes, ocurre que todo el circuito involucrado en tal situación, revisitaría el agote físico, político y hasta financiero, asociándose con las dificultades de desplazamientos para las propagandas, cuestión no muy distinta de lo que ocurre con la elección de gobernador regional, la más invisibilizada, aunque estratégica para el devenir del sistema político futuro.

Mayo, julio (3 y 4), noviembre del 2021 u otro mes, implican efectos sobre los resultados de la geografía electoral nacional, regional, local y constituyente en términos de la representatividad, los recursos, logísticas, legalidad y otras consideraciones propias de un proceso electoral. Ello, como resultado de la mejor síntesis entre el cuidado de la salud y la necesidad de democracia que en sí misma restituya más confianza, genere menos incertidumbre y menos abstencionismo electoral.

En específico, julio podría resolver el dilema de no ampliar el mandato del actual gobierno convocando a las elecciones de abril aquí comentado (primer sub-ciclo), junto con las elecciones primarias presidenciales, dejando a firme las elecciones generales de noviembre según calendario electoral regular. Cualquier otra fórmula que implique mover las elecciones en cadena, podría resultar en una… ¿eventual ampliación del mandato de este gobierno? Quizás esta temporalidad, que podría asegurar otros indicadores sanitarios, más benignos, aunque implique integrar la elección primaria presidencial, que conlleva más complejidad, subsanaría en parte, el abstencionismo, dado que podría instalar un incentivo adicional para impedir más abstencionismo, más incertidumbre y más desconfianza.

1) https://www.minsal.cl/wp-content/uploads/2021/03/Informe-epidemiol%C3%B3gico-105.pdf

Hernán García profesor de la Universidad Academia Humanismo Cristiano. Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica. Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH

José Orellana Yáñez Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia Humanismo Cristiano

Compartir este artículo